20.12.11

Política nacional

GALTIERI PRESIDENTE
El martes 22 de diciembre de 1981 el general Leopoldo Galtieri asumió la Presidencia de la Nación. Sucedía al general Roberto Viola, obligado a renunciar en medio de una crisis política en el Proceso de Reorganización Nacional. Entretanto, el cargo había sido ocupado interinamente por el vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, que fue vicepresidente del Ente Autárquico Mundial 1978 y vicepresidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA). El nuevo mandatario, en tramos de ¿Quién es Galtieri?, nota de la revista Gente, nº 856 del 17 de diciembre de 1981.






   “Acaso, si aún vivieran, los abuelos napolitanos de escasos recursos que instalaron un almacén de ramos generales en la campaña, y alentaron a su nieto mayor para que siguiera la carrera militar, se sentirían orgullosos de él el martes 22 de diciembre de 1981. Porque ese día, Leopoldo Fortunato Galtieri -el nieto- asumirá el máximo cargo a que un ciudadano puede aspirar: el de presidente de la Nación.
   Militar del arma de Ingenieros -hizo cursos de ingeniería avanzada en los Estados Unidos- y profesor permanente de Conducción en la Escuela Superior de Guerra, Galtieri no pasó inadvertido en los distintos destinos que le tocó asumir, hasta llegar a comandante en jefe de su arma, el 28 de diciembre de 1979. Muy por el contrario: su voz potente, sus gestos expresivos y contundentes, su andar decidido y firme, su pelo canoso -desde muy joven- su físico corpulento -1,80 de estatura- y sus declaraciones a veces polémicas, a veces duras, casi siempre realistas, le valieron la fama de hombre expeditivo y amante de definiciones claras en cuanto a política se refiere.
   'Las Fuerzas Armadas necesitan intercambiar ideas con la gente que desde abajo pisa la tierra todos los días, a lo largo y ancho del país', dijo una vez. Toda una definición. En otra oportunidad -exactamente en la noche del 14 de junio de 1979-, cuando visitó la I Brigada de Caballería Blindada, en Azul, afirmó: 'Se hace necesario reiniciar la actividad política. Pero eso no significa habilitar mañana las urnas. Ello implica ir incrementando la participación de los civiles en la cosa pública'. Y aclaró en otra oportunidad: 'El problema argentino es que no hubo solución política en los últimos 50 años. Sí hubo salidas políticas, pero no soluciones políticas'. Y muchos recuerdan también sus palabras al asumir la comandancia en jefe del Ejército: 'Debemos terminar con los esquemas perimidos y con las antinomias inútiles que nos paralizan. Al término de la década del 80, los argentinos debemos constituir un ejemplo para el mundo'.
   Acaso hoy, este hombre de 55 años, nacido en Caseros, casado con Lucía Noemí Gentili, padre de tres hijos -la mayor es psicóloga- una nieta, fanático de Racing, y poseedor de amigos entrañables -tanto dentro como fuera del Ejército- piense que esa expresión de deseos al asumir su cargo de comandante, es más difícil, más ardua, más complicada de concretar que lo que él suponía. No obstante, es un hombre de gran adhesión y confianza en el Proceso que se inició en marzo de 1976, y cree firmemente en su éxito final. 'La victoria contra la subversión era el paso previo para despejar el camino hacia la grandeza del país', declaró alguna vez.
   'Es un hombre afectuoso, efusivo, cordial, igual que su mujer -confesó no hace mucho el industrial rosarino Avelino Hermida-. Para despedirlo de su cargo de comandante del II Cuerpo de Ejército, las fuerzas vivas le ofrecieron una comida en la Bolsa de Comercio: estuvo medio Rosario presente'. Sus amigos le dicen 'Leo', y algunos -lo más íntimos-, lo llaman 'Flaco' recordando todavía ese régimen estricto que hizo en 1978, y que le hizo perder 10 kilos (...) 'Rosario le debe la fisonomía de una ciudad ordenada, y le debe también un buen Mundial', recuerdan hoy no pocos rosarinos, quienes agregan que le gustaba andar siempre bien trajeado, sin corbata, y caminar sin custodia las cuadras que lo separaban de su casa, en Boulevard Oroño y Córdoba.

   Pero ya todo eso -junto con su afición por el chamamé, los largos asados familiares, y las frecuentes visitas a los museos de pintura- pertenece a un pasado al que difícilmente podrá volver: el próximo 22 de diciembre -cuando se cumplan exactamente 36 años de su egreso del Colegio Militar como subteniente- este hombre aceptará un desafío del que no se sale indemne: devolverle la credibilidad a los argentinos. Tiene todos los elementos y la experiencia a su disposición, esperamos que sepa elegir con lucidez y decisión el camino y los hombres acertados.”

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