HACE VEINTE AÑOS MENEM DICTABA LOS INDULTOS
El 7 de octubre de 1989 el presidente Carlos Menem indultó a 280 civiles y militares. Los decretos 1002, 1003, 1004 y 1005 abarcaron a 39 militares procesados por violaciones a los derechos humanos, a 64 ex guerrilleros o militantes de izquierda, tres ex comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas que condujeron la guerra de las Malvinas, y 174 militares que participaron en los alzamientos carapintadas. El perdón incluía a los militares Albano Harguindeguy, Leopoldo F. Galtieri, Reynaldo Bignone, Jorge Maradona y Aldo Rico; y a los civiles Rodolfo Galimberti, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Perdía, Miguel Bonasso y Juan Gelman, entre otros. La opinión de El Porteño.
Editorial de la revista El Porteño, Nº 95 de noviembre de 1989.
CREO QUE VOY A VOMITAR
"Las paredes esperan ansiosas un grafiti: 'Rosas no indultaba' (Camila O'Gorman). Tal vez empezar con un chiste sea el único modo de gambetear la angustia.
Da bronca. Porque tanto en los prolegómenos a la sanción del indulto como en los comentarios posteriores, los políticos y dirigentes del Gobierno y de la oposición civilizada hicieron gala de un cinismo sin límites. Cada cual se candidateó a su manera para el Premio Nobel de la impostura. Porque tenía razón el ministro Luder cuando afirmaba que dicha medida era un resultado natural de la amnistía encubierta de los radicales y jugaba en consecuencia, como los reyes de las tragedias griegas, a ser un simple administrador de la fatalidad.
Por su parte, Alfonsín y sus chicos diez recapturaron súbitamente el espíritu del artículo 14 y con igual desfachatez, reflexionaron sobre lo lesivo que sería para la imagen exterior del país el libre tránsito de los héroes de Malvinas y los carapintada frente a los cuales el ex presidente jamás habría cedido un tranco de pollo. El 12/10 Alfonsín, transparente como nunca, declaró que una amplia amnistía o indulto hubieran sido imposibles en 1983, ya que la gente hubiera salido a la calle a hacer justicia por su propia mano. 'Así que -concluyó- tuvimos que frenarlos por izquierda' (¡)
Finalmente, y aunque parezca demodée, porque provoca risa que The New York Times se conmueva por el cimbronazo que el indulto significaría para la estabilidad democrática.
Da miedo. Y resulta ridículo explicar por qué, engrose uno las filas del PAMI o esté sacándole punta a su primer lápiz en la primaria. ¿Acaso habría que recordar que se ha indultado a quienes debían rendir cuentas por la aplicación de la picana a un bebé de veinte días? Lo que sí se puede afirmar es que esta medida describe el modelo de nación que nos están diseñando mucho más claramente que los sistemas econométricos.
Da impotencia. Porque se hizo poco, lo que no significa que no queda nada por hacer. Y porque todo (la muerte, la tortura) termina relativizándose hasta casi perder significación.
Aquellos que gustan entender la historia argentina como una alternancia permanente entre civilización y barbarie, tienen ahora la prueba de hasta qué punto el ciclo 'civilizatorio' se limita simplemente a sentar jurisprudencia sobre los crímenes que lo preceden. Con lo cual no hace falta ser brujo para anticipar el porvenir.
Ni bien se difundió la noticia del decreto, uno se negaba a leer los diarios. ¿Para qué regodearse en las propias derrotas? Sin embargo, prolijita e impresa, el señor presidente nos tenía otra sorpresa macabra. Entre la lista de los civiles indultados figuraban entre doce muertos y desaparecidos, entre ellos la mítica María Antonia Berger, sobreviviente de la Masacre de Trelew.
Al respecto de tan terrorífica confusión podrían hacerse algunas conjeturas. En primer lugar, la forma grotesca en que una vieja conocida de los argentinos -la necrofilia- volvió a aparecer en escena. Aunque, desde los ojos del poder, tal vez se corresponda con un ademán sádico.
En segundo lugar, la opción que da Juan Gelman. Es decir, que a la hora de abultar, con brutal contabilidad de almacenero, fueron a dar el mismo ítem los vivos y los muertos.
En último lugar, la comprobación de que aun para el Gobierno los muertos que no tienen cuerpo no son muertos.
(...)
Un párrafo aparte merecen los bufones de la opereta. En todo este tiempo se ha insistido hasta el hartazgo y ha servido para amargar moralinas la comprobación de la apatía generalizada entre los más jóvenes frente a la política y las problemáticas sociales. Los hijos de los ochenta debían, de acuerdo con este enfoque, bajar penosamente la cabeza cada vez que se los comparaba con sus hermanos setentistas, tan llenos de galones ellos. Otro lugar común es afirmar que el Proceso funcionó como único obturador para que las núbiles mentes despertaran al llamado de la historia. No obstante, hoy se puede sostener que la foto de los sonrientes Vaca Narvaja y Perdía, mientras descienden del barco que los trae de regreso a la Argentina reclamando la ampliación del indulto, tiene un efecto mil veces más devastador. No hay arenga de Camps ni filósofo posmoderno que tengan la virtud de desprestigiar la militancia de manera más corrosiva. Para qué agregar a Rodolfo Galimberti obsequiando una botella de champagne al titular de la SIDE.
El presidente Menem exclamó apocalíptico pocos días antes de decretar el indulto: 'A los tibios los vomita Dios'.
La frase exige, por lo menos, dos lecturas. Una consiste en preguntarse qué suerte depara este Dios amenazante a los apasionados que no están en la vereda del señor presidente.
La otra obliga a reconocer que, sin embargo, la frase es certera. Porque, efectivamente, esto original 'pacificación' no deja lugar a las medias tintas y reduce el libre albedrío a una opción maniquea: se está a favor o en contra.
Desde su primer número El Porteño siempre tuvo una posición tajante al respecto. Esta revista ha pretendido ensanchar el campo de la discusión hasta transgredir los límites más convencionales, perspectiva que irritó a más de uno. Ya sea en política, cultura, arte y también en la evaluación del pasado más próximo se trató de esquivar prejuicios o impulsar un afán sanamente iconoclasta.
En el terreno de los derechos humanos no. Desde el vamos, El Porteño se pronunció por el respaldo irrestricto a las libertades democráticas e individuales, por la investigación y el castigo a los crímenes de la dictadura y a los que los sucedieron, en contra de la Ley de Punto Final, en contra de la Ley de Obediencia Debida. Por lo tanto y consecuentemente, esta revista repudia el indulto.
El Porteño va a seguir llamando asesinos a los asesinos, torturadores a los torturadores, genocidas a los genocidas, y bregando desde sus páginas para que regresen al único lugar donde merecen estar: la cárcel".
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