21.12.11

Cultura

HACE 60 AÑOS MORÍA ENRIQUE SANTOS DISCEPOLO
El 23 de diciembre de 1951 falleció Enrique Santos Discepolo. Actor y director de teatro y de cine, también fue creador de tangos notables. Cafetín de Buenos Aires, Cambalache, Qué vachaché, Yira Yira, son algunas de sus creaciones más recordadas. Su recuerdo, en tramos de Enrique Santos Discepolo murió de repente una noche de diciembre, nota de Eduardo Rafael publicada en la revista La Maga, nº8 del 12 de diciembre de 1991.






   “Si no hubiera existido habría sido necesario inventarlo. Y Discepolo, Enrique Santos, habría nacido justo en el momento en que a alguien se le hubiese ocurrido crear el prototipo del porteño. Como existió, sabía y dijo que las grandes ciudades no tienen tiempo para mirar el cielo. Por eso sus hombres cazan mariposas cuando son chicos y las aplastan de grandes. Porque no las ven, porque no los conmueven. Pero también supo que ese hombre lucha y tiene hambre. Lucha entre millones de otros hombres indiferentes y tiene un hambre tan grande como la del pan. Es el hambre que da la injusticia, la falta de comprensión. Contra ese hambre, un día cansado se puso a ladrar, a escribir tangos.
   Las circunstancias lo hicieron así. Nació como hijo de un músico que Nápoles envió a Buenos Aires cuando tenía 20 años; pero lo perdió muy pronto. Ni siquiera había aprendido a escribir. Tres años después, cuando tenía ocho, murió su madre. Por eso tuvo una infancia triste y asustada, como después confesó. De esa soledad interior lo rescató Armando, su hermano mayor (13 años mayor), llevándoselo a vivir con él, abriéndole las puertas del teatro -donde él ya era una figura de cierto prestigio- y las del café. Discepolín respondió cerrando las de la Escuela Normal Mariano Acosta. Archivó para siempre el magisterio y se lanzó a vivir. Tenía dieciséis años. A esa edad debutó como actor. A los diecisiete, como autor. A los veinticinco llegó al tango y rompió todos los moldes. Le dio un contenido humano y real. 'Yo sólo he tenido el coraje de expresar en alta voz lo que otros piensan en silencio', dijo, minimizando la grandeza de su obra porque fue Discepolo el primero en inyectarle ideas a las letras que hasta entonces, y en el mejor de los casos, habían sido poesías sencillas. Con Discepolo el tango pasó a ser un pensamiento triste porque la tristeza era, para Discepolo, 'el corazón que piensa'.
(…)
   Siempre creyó que la esencia del tango es dramática. Y lo fundamentaba: 'Condice con nuestro temperamento, con nuestra psicología. A nosotros nos gusta más acompañar al amigo en las malas que en las buenas. El tipo de suerte, feliz, tiene que venir a buscamos si quiere que le acompañemos un rato. Y si lo hacemos nos da un poco de bronca que todo le vaya bien, que viva sin ningún motivo de sufrimiento'. Julián Centeya solía contar una anécdota, ésta: 'Discepolo tenía una novia y, vaya a saber por qué motivos, decidieron suicidarse. Se citaron, para ello, en la costanera. El día elegido llovió terriblemente y Discepolín, calado hasta los huesos, esperó pacientemente bajo la lluvia la llegada de su novia. De repente la ve llegar en un taxi. Ella baja con sombrero, perramus, botas y un paraguas que abrió apenas empezó a caminar. Se iban a tirar a las aguas del río y ella temía mojarse. Cuando llegó a su lado, Discepolo le dirigió una mirada de lástima y la despidió con esta frase: 'Vos no merecés morir, andá ¡viví!'.'
   El drama y la gloria de Discepolín fue pensar. O lo que es peor, presentir. En 1947, y por Radio Belgrano, hizo un ciclo explicando cómo habían nacido sus canciones. Cuando llegó el turno de Uno, tango que compuso en 1943 sobre la música de un pianista muy joven llamado Mariano Mores, confesó: 'Siempre hay un antes. Un antes que justifica todo lo que puede venir después. Somos jóvenes antes de ser viejos, para justificar el reuma. Nos enamoramos antes de casamos cuando lo lógico sería que nos enamorásemos después. Hay entre el antes y el después una relación de fuego y ceniza, de tajo y sangre, de grito y llanto. No se conciben separados. Para hablar de Uno, que llegó después, tengo que hablar de antes, de mí, de mi especial estado de ánimo en ese tiempo que precedió a su nacimiento.
(…)
   Enrique Santos Discepolo fue autor, actor y director de teatro y de cine. Sin saber música dirigió una orquesta de cincuenta músicos en el Colón. Fue un viajero impenitente. 'Tengo alma de valija', decía. Pero siempre volvía a Buenos Aires. 'Como los criminales, como los novios y como los cobradores, yo siempre vuelvo', solía ironizar. Según Tania (Ana Luciano Devis) la mujer que compartió veintitrés años de su vida, era alegre a su manera. También inapetente. Ella le marca un defecto: creía demasiado en la gente. Discepolo, alguna vez, lo debe haber reconocido . Por ahí andan los versos de Fangal: 'Fui un gil/ porque creí que allí inventé el amor/ un gil/ que alzó un tomate y lo creyó una flor'. También dice Tania que en los últimos años estaba muy cansado y se angustiaba mucho por el asunto de las charlas que daba por radio durante el gobierno de Perón (las de Mordisquito). Lo cierto es que murió de repente, un 23 de diciembre de 1951 a las diez de la noche, sentado en un sillón mirando por la ventana que daba a Callao. 'Yo no me daba cuenta de nada', afirma Tania. Seguramente fue así, como ella lo cuenta, porque Enrique Santos Discepolo murió de ganas. De las ganas de morir que tenía. Y eso Tania no lo podía presentir.”

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"Los Capos del Tango". Enrique Santos Discepolo. Parte 1


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