30.8.12

Ajedrez y Guerra Fría

A 40 AÑOS DEL MATCH FISCHER-SPASSKY
El 1 de septiembre de 1972, luego de más de veinte años de supremacía soviética, Robert “Bobby” Fischer se convirtió en el primer estadounidense en ganar el campeonato mundial de ajedrez. Fischer venció al campeón soviético Boris Spassky tras 21 partidas, con siete victorias, tres derrotas y once tablas. Más allá del deporte, estaba de por medio la competencia entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. El nuevo campeón, en La era de Bobby Fischer, nota de César Amil Meilan en la revista El Gráfico, nº2761 del 5 de septiembre de 1972.




   “Robert James Fischer es ya campeón mundial de ajedrez.

   Ahora más que nunca se utilizará para nombrarlo, ya que pasará a ser el membrete de su fama, el apodo 'Bobby', que antes sólo era el privilegio de sus escasos amigos.
   El triunfo de este indiscutido genio del tablero, representa la culminación de la carrera de un niño prodigio que, ya a los quince años de edad, obtuvo el título de gran maestro internacional y mereció el respeto de los grandes ajedrecistas de los Estados Unidos, sobre los que ya había conquistado -a los catorce- el título de campeón nacional.
   Terminan así 24 años de supremacía soviética en el ajedrez mundial.
   El match por el campeonato, a 24 encuentros, finalizó después de jugarse 21 partidas, cuando Fischer completó ios doce y medio puntos que necesitaba para ganar. Reunió siete victorias contra sólo tres de Spassky (una por incomparencia del norteamericano) y se registraron once tablas.
   En Reykjavic, pese a sus excentricidades, protestas y caprichos -que tanto afectaron al caballeroso campeón soviético- Fischer demostró su genialidad desplegando un juego heterodoxo que sorprendió no sólo a su rival sino también a los expertos de todo el mundo.
   En cambio, la carrera de Spassky -que a partir de ahora tendrá que acostumbrarse al aditamento de ex- quizá entre en un eclipse con más pena que gloria, ya que en el campeonato cometió errores nada usuales para un campeón de su talla. Aunque, en alguna medida, pueden ser justificados por sus nervios hechos trizas ante la presión de los cambiantes efectos sicológicos utilizados por el norteamericano.
   Con todo, no se podrá reprochar a Spassky -en el largo y difícil proceso del certamen- un comportamiento que negara su espíritu deportivo. Al contrario observó siempre una serenidad impecable que el carácter no muy correcto de su adversario contribuyó a resaltar particularmente. Entre sus méritos será recordada su decisión de proseguir el match, a despecho de las sugerencias que le fueron formuladas desde Moscú para que regresara invalidándolo por las transgresiones cometidas por su adversario.
   En medio de una tensión que fue en aumento hasta alcanzar ribetes insostenibles, el match se vio demorado por arduas disputas en torno a dinero y sedes y, cuando Fischer no se presentó en Reykjavic dentro de los plazos establecidos, casi queda cancelado aun antes de comenzar.
   Por fin, el encuentro se inició y con dos puntos de ventaja para Spassky que ganó las dos primeras partidas, una de ellas sin el tablero por medio. Pero inmediatamente Fischer comenzó una espectacular recuperación que coincidió con una alarmante disminución en el rendimiento del soviético. En la decimotercera partida el norteamericano ya había adelantado tres puntos a su favor y luego de siete empates consecutivos, obtuvo la última victoria que le dio el título por cuatro puntos de ventaja.
   Fue precisamente, en el último período del match cuando se jugó mejor ajedrez. Según los expertos, con iniciativa general de Spassky, que fue contenida por activas, precisas y hasta espectaculares defensas del nuevo campeón. Pero, en realidad, al promediar el match el triunfo ya era un hecho descontado para muchos. Casi nadie se hacía ilusiones de que Spassky pudiera remontar los tres puntos que llevaba en contra y, hasta en la Unión Soviética, sufrían el shock de comprobar que el monopolio del ajedrez mundial se les escapaba de las manos.
   Lo cierto es que jamás un campeonato de ajedrez apasionó tanto a la opinión pública. Lo único negativo de esa trascendencia puede ser que el interés -en este caso- estuviera menos relacionado con el juego que con la riqueza anecdótica que aportó la extraña personalidad de Fischer.
   Nueve aperturas con diez variantes diferentes, adoptadas por ambos maestros a lo largo de las 21 partidas, testimonian -desde el punto de vista técnico- un sustancial aporte teórico que enriquece la literatura ajedrecística.
   A los grandes maestros corresponderá explicar cómo y por qué el jugador soviético no logró retener el título. Cualquiera sea el veredicto de los expertos sobre los aspectos técnicos del match, el mundo del ajedrez, antes, apacible, no volverá a ser el mismo. El match introdujo un nuevo elemento en materia de bolsas y desencadenó un sorprendente auge en el interés por el juego que incrementará considerablemente la exigua cantidad de aficionados que lo practicaban.
   Varios de los grandes ajedrecistas que concurrieron a Islandia para presenciar la lucha, afirmaron que pasará mucho tiempo antes que surja alguien que pueda derrotar al nuevo campeón mundial, cuya intensa concentración lo ha elevado a la categoría del mejor jugador del mundo. Está dotado de una gran energía y, animado de una fuerte voluntad de triunfo, venció a todos los rivales que se le opusieron en su avance hasta conseguir la corona. Desde hace cinco años, Fischer triunfó en ocho grandes torneos internacionales y logró 100 victorias en 120 partidas disputadas. Su juego se caracteriza por un gran concepto estratégico, con claridad de planes, estilo racionalista, preciso y armonioso. Su principal fuerza radica en la rapidez con que elige sus jugadas en las situaciones más complicadas.
   Habrá que ir pensando, pues, en quién será el ajedrecista que tendrá la 'inmensa' tarea de intentar despojarlo del título. Entre los soviéticos, algunos piensan que puede ser el mismo Spassky en 1973, haciéndose eco de que Fischer alguna vez manifestó que cuando fuera campeón, revalidaría el título anualmente. Otros depositan su esperanza en el joven de 19 años, Anatoli Karpov, también soviético, que últimamente ha triunfado en grandes torneos delante -salvo Fischer- de los mejores ajedrecistas del mundo, incluidos Spassky, Petrosian, Tal, Smyslov, Taimánov, Korchnoi y otros.
   Una frase del nuevo campeón fue premonitoria. Cuando se lo interrogó, el año pasado, sobre quién era el más grande jugador del mundo, respondió: 'Sería fácil ser modesto, pero es estúpido no decir la verdad. Soy yo'.”

La lucha por el campeonato, en La guerra del ajedrez (primera parte)



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