31.8.12

Política internacional

CUANDO DETUVIERON A SENDIC
Raúl Sendic, fundador y líder del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), fue detenido por militares uruguayos el 1 de septiembre de 1972. Al momento de su captura era el último jefe guerrillero que permanecía libre. Sendic quedó prisionero hasta su liberación en 1985 tras el fin de la dictadura en el Uruguay. Había comenzado su militancia en la juventud en el Partido Socialista, y luego fue organizador de sindicatos de trabajadores rurales. Texto de La segunda caída de Raúl Sendic, nota de Emilio Morales en la revista Panorama, nº280 del 7 de septiembre de 1972.




   “En la madrugada del 1º de setiembre, una patrulla de las Fuerzas Conjuntas uruguayas cercó, en una vivienda de la parte vieja de la ciudad, a tres Tupamaros. Los tres se negaron a rendirse y se entabló un tiroteo. Superiores en número y en capacidad de fuego, los efectivos militares lograron reducir a los tres revolucionarios. Uno de ellos tenía una fea herida; un balazo de calibre 45 le atravesaba las dos mejillas. El herido se llama Raúl Sendic, oriental, de 47 años, y suele usar dos nombres de guerra: Rufo o El Bebe.

   La caída de ese líder del Movimiento de Liberación Nacional constituye la más significativa victoria obtenida por las fuerzas de seguridad en la ofensiva que, desde abril de este año, desarrollan contra la subversión. Ningún jefe militar, sin embargo, consideraba que el apresamiento de Sendic pudiera interpretarse como el símbolo de la derrota completa de la organización. De todas maneras, los observadores políticos coinciden en que los Tupamaros enfrentan ahora el momento más difícil de su historia.
   El curriculum de Sendic está indisolublemente ligado al de la más poderosa guerrilla urbana de América latina. Fue uno de los 6 integrantes del comando semiarmado que asaltó, hace 10 años, el club de Tiro Suizo, primera acción militar tupamara. Ya en ese entonces Sendic había dejado atrás un pasado de dirigente político del Partido Socialista, una trunca carrera de Derecho y una larga etapa en la que se convirtió en líder de los peones rurales del Norte uruguayo: él había formado su sindicato y fue así como su nombre adquirió por primera vez dimensión nacional. Durante meses, los cañeros emprendieron huelgas en procura de mejores condiciones de vida bajo su dirección. El gobierno pretendió encarcelarlo, pero él pasó a la clandestinidad y continuó al frente del sindicato. Fue la época en que los cañeros comenzaron a organizar marchas de protesta sobre Montevideo. Las columnas de trabajadores cruzaron a pie el país y llegaron a la capital con carteles en los que se leía: 'Por la tierra, y con Sendic'.

DOS AÑOS ATRÁS. Desde su ruptura con el Partido Socialista, el líder guerrillero detenido la semana pasada había empezado a poner en duda la viabilidad de los métodos políticos tradicionales en el Uruguay. La dura represión que el régimen ejerció contra los peones rurales, a los que él había contribuido a organizar, parecen haber decidido a Sendic a intentar el camino de la lucha armada.

   Los éxitos espectaculares logrados por los Tupamaros durante los primeros años de su existencia, elevaron a Sendic, de quien se sabía que era uno de los principales dirigentes, a la categoría de mito. Para la opinión pública, era el único capaz de planear y ejecutar con precisión y aun con buen humor el asalto al casino de San Rafael, el secuestro de Ulysses Pereira Reverbel, la expropiación del Banco de Empeños.
   El 7 de agosto de 1970, Sendic fue apresado por la policía: entonces no pudo ni siquiera resistir, porque la casa en que se hallaba, y donde se desarrollaba una reunión de mandos tupamaros, fue copada y asaltada por los uniformados en escasos minutos. 'Me considero un prisionero de guerra y exijo ser tratado como tal -dijo a sus captores-. Lo único que voy a decirles es mi nombre: me llamo Raúl Sendic.' En ese momento, la mayor parte de los observadores se inclinaba a pensar que su caída equivalía al fin del Movimiento. Tuvieron que rectificarse muy pronto, cuando la organización clandestina no sólo no desapareció del escenario político sino que lanzó una espectacular escalada, que incluyó el secuestro del embajador inglés Geoffrey Jackson, a quien se mantuvo oculto muchos meses.
   El 6 de setiembre de 1971, los Tupamaros cumplimentaron una fuga que casi no tiene parangones en todo el mundo: 107 de sus combatientes, recluidos en la cárcel de Punta Carretas, consiguieron fugar a través de un túnel. Entre ellos estaba Raúl Sendic, que reingresó de inmediato a la acción.
   Su nueva detención se produjo en un momento en que las Fuerzas Conjuntas han logrado, luego de siete cruentos meses, destruir parte de la infraestructura guerrillera. Los métodos a que la policía y el ejército han recurrido para estos fines, convirtieron a Montevideo en una ciudad ocupada y llenaron las cárceles de todo el país con hombres y mujeres sobre los que, en su mayoría, pareciera no haber sospechas razonables de que alguna vez hayan tenido contacto con los guerrilleros. Las denuncias de torturas y ejecuciones sumarias de detenidos se han multiplicado; todo esto ha echado sombras sobre la actuación de los uniformados, pero parece haber resultado bastante eficaz.
   Entre otras bajas graves, los Tupamaros deben contar ahora con el descubrimiento de un refugio rural subterráneo muy importante; el de dos hospitales clandestinos y, sobre todo, el de la 'Cárcel del Pueblo' donde las Fuerzas Conjuntas pusieron fin al segundo cautiverio de Pereira Reverbel y al de Frick Davie. Es evidente que los Tupamaros han quedado debilitados por estos y otros golpes, entre los que hay que mencionar la muerte de varios de sus cuadros militares de primera línea y la defección y ulterior traición de uno de ellos, Héctor Amodio Pérez, que luego de ser detenido se sumó a las fuerzas represivas y delató a centenares de militantes del MLN.
   Sin embargo, desde el punto de vista psicológico, ninguno de esos tropezones es comparable al efecto que tiene la nueva detención de Raúl Sendic: de tal manera su figura se confunde con la suerte de todo el Movimiento a los ojos de sus conciudadanos.”

8ª parte del documental "Raúl Sendic Tupamaro", de Alejandro Figueroa



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