28.4.12

Derechos Humanos

A 35 AÑOS DE LA PRIMERA RONDA DE LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO
El 30 de abril de 1977 las Madres de Plaza de Mayo realizan su primera ronda. Por iniciativa de Azucena Villaflor de De Vincenti, catorce mujeres denuncian la desaparición de sus hijos en la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional. Testimonio de Marta Vásquez, presidenta de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora en Círculo de amor sobre la muerte, libro de Matilde Mellibovsky.






   “'Cuando fui por primera vez a entrevistarme con las Madres, todavía se reunían en el atrio de la Iglesia de San Francisco, a dos cuadras de la Plaza; de allí partimos a la editorial Atlántida y al Buenos Aires Herald, y había un grupo de unas veinte o treinta mujeres que firmaron una carta, y de ahí en más comenzamos a reunirnos en la Plaza. Y como nos reuníamos en una de las rotondas, donde siempre se firmaba alguna carta, la policía empezó a notar nuestra presencia y a decir que no podíamos estar ahí, porque ya era un grupo de treinta o cuarenta Madres, que era un poco notorio. Ellos no sabían todavía quiénes éramos, pero algo les inquietaría y empezaron a decir que circuláramos, que no podíamos estar ahí, y eso nos dio la idea de caminar siempre. Ellos nos decían: '¡CIRCULEN!; CIRCULEN!'. Y entonces nosotras empezamos a caminar, pero en esa época todavía caminábamos de a cinco o de a seis tomadas del brazo.
   Un día, alguien dijo 'de a dos', y desde entonces empezamos a caminar así y nos dimos cuenta de que así se notaba más, era más notorio, y caminábamos. No podíamos parar, cuando queríamos parar ellos nos hacían caminar...
   Los uniformados nos enseñaron a dar la vuelta. Los primeros años la vuelta era alrededor del cantero que llega hasta el monumento de Belgrano. Después, rodeábamos la pirámide y el cantero, hasta que ellos empezaron a ponemos los cercos y ya no pudimos pasar más, entonces la vuelta quedó siempre, como está actualmente, alrededor de la Pirámide de Mayo.

Del brazo y en la Plaza

   En las primeras vueltas tenía mucho susto, más que susto tenía miedo y una emoción muy profunda. Cuando estaba dentro de la Plaza me decía: 'Bueno, ya estoy acá', y hasta me sentía segura, a pesar de que me daba cuenta de que estábamos muy controladas, vigiladas por gente joven, por chicos muy jóvenes que venían en jeans, que aparentaban ser transeúntes. Nos dábamos cuenta pero, a pesar de eso, no teníamos sensación de temor estando dentro de la plaza; lo que nos costaba mucho era llegar a la Plaza, era una emoción increíble. Como en las primeras veces yo no le advertí a mi marido que iba a ir -en este momento no creo que él me lo hubiera discutido-, me sentía más tranquila. Entonces sí era una emoción muy grande entrar a la Plaza, hasta tal punto que algunas veces me decía: 'Bueno, vengo este jueves, total no sé qué va a pasar acá, vengo este jueves pero después no vengo más', y a medida que iba avanzando me aseguraba a mí misma: 'No, no vengo más. El jueves que viene no vendré'. Pero, claro, llegaba el jueves siguiente y desde temprano no pensaba en otra cosa que ir a la Plaza, realmente no pensaba en ninguna otra cosa.
(...)
   Una vez que estamos adentro de la Plaza, el hecho de estar tomadas del brazo o de caminar juntas, nos compromete a volver. Tenemos muchas ganas de que pase la semana y podamos estar otra vez juntas. Algo muy importante, y esto no se puede discutir, es que al habérsenos cerrado todas las puertas, todos los caminos, todas las posibilidades, y también, al comprender que incluso aburríamos a nuestros parientes y a nuestros amigos hablando siempre de lo mismo y llorando, descubrimos que tal vez ése fue el gancho de la Plaza, que ese lugar preciso, era el único sitio donde podíamos hablar cada una de lo que nos tocaba sin ningún problema, sin miedo y, que la persona que estaba al lado nos escuchaba con mucha, mucha atención, y después nos decía: 'Ahora te voy a contar yo'. Incluso me di cuenta muy pronto de que entre las mujeres nos contábamos cosas que no les decíamos ni a nuestros maridos. Y bueno, las primeras vueltas de la Plaza tenían eso de atractivo pero también de inquietante: la conciencia de que había que ir y también el temor.
   En general, las Madres cometíamos montones de errores, actuábamos a veces de una forma tan inocente e incoherente... Por ahí, delante de un policía nos citábamos y decíamos: 'Nos encontramos el jueves que viene en Cabildo para comprar una malla'. Estábamos seguras en nuestra inocencia de que la policía iba a creer que en realidad nos encontraríamos para comprar una malla...
(...)
   Igualmente nos sentíamos observadas, espiadas y también burladas. Nos llamaban las locas. Entonces ni podíamos soñar que esa Plaza iba a ser un lugar en el que todo el mundo tendría puestos los ojos los días jueves; a tal punto que en muchas ciudades de Europa se empezó a hacer una ronda solidaria.
   Conocí a las mujeres que lideraron el movimiento de Madres de Plaza de Mayo prácticamente desde el comienzo, y muchas de ellas me causaban admiración y, sin proponérmelo, constituían de cierta forma un ejemplo, sobre todo por su tenacidad y la claridad con que visualizaban sus objetivos. Azucena Villaflor, María Adela de Antokoletz, Hebe de Bonafini, Rosario Cerrutti, Elida de Galetti...
   La figura de Azucena Villaflor, a quien no he conocido personalmente, es una evocación del recuerdo que me traen las otras Madres. A veces pienso que estuve junto a ella, a veces no. Tal vez fue Azucena esa mujer que me dijo con mucha firmeza: 'Ahora que yo bajo, no me sigas. Bajá sola en la otra parada', al salir de una de mis primeras rondas de la Plaza. Habíamos tomado casualmente el mismo colectivo. Por la descripción que me han hecho de ella, creo que se trataba de Azucena: inteligente, decidida, visionaria. Fue la primera en liderar el grupo de Madres.
   Después del secuestro de Azucena, comienza a perfilarse la figura de Hebe de Bonafini, cuyo nombre se ha vuelto sinónimo de lucha en todo el mundo. Esta mujer me pareció de un temple poco común; su personalidad imprimió un sello de enorme fuerza al movimiento y también el movimiento imprimió su sello en Hebe de Bonafini.
   Otra de las Madres que demostró una gran iniciativa y coraje es María Adela, cuya vehemencia y serenidad han constituido uno de los pilares del movimiento.”

Imágenes de una antigua marcha de las Madres


Nota relacionada:
Diciembre de 1984: A 25 años de la revista de las Madres





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