19.7.11

Copa América

ARGENTINA CAMPEÓN
Tras muchos años de espera, la selección argentina de fútbol volvió a obtener la Copa América. El combinado nacional ganó el grupo A derrotando a Venezuela, Chile, Paraguay y Perú. Y en el cuadrangular final venció a Brasil, empató con Chile y conquistó el título al superar a Colombia por 2 a 1 en el frío atardecer del 21 de julio de 1991. Con 16 goles a favor y 6 en contra, el equipo de Batistuta, Caniggia, Leonardo Rodríguez y Diego Simeone, entre otros, fue dirigido por Alfio Basile. La crónica del torneo jugado en Chile, en fragmentos de Cinco estrellas, nota de la revista El Clásico del 22 de julio de 1991.






   “Campeón por todo. Campeón por haber soportado un fuego intenso con Brasil. Campeón por haber aguantado una batalla bajo el agua con Chile. Campeón por haberse adaptado a todos los terrenos en los que tuvo que jugar. Por haber cubierto todos los flancos por los que podían atacarlo. Por no haber flaqueado a la hora de justificar la categoría de candidato que consiguió luego de superar la fase clasificatoria invicto, con cuatro triunfos, 11 goles a favor y 3 en contra. Por haber demostrado y por haberse demostrado que cada victoria era un ladrillo para el objetivo final y no una meta por sí sola. Por haber demostrado y por haberse demostrado la capacidad individual y colectiva de la totalidad del plantel. Por haber reflejado la madurez de una generación que sin tener la experiencia de otras pasadas, nunca trastabilló ante la responsabilidad. Por haber demostrado y haberse demostrado que pese a no estar Diego Maradona, este equipo tiene jugadores con talento y categoría para ganar. Después de 32 años, este título. Argentina es título. En todos los terrenos.
(…)

La batalla naval con Chile

   Las leyes del mercado otra vez privaron por sobre el juego. El partido no se suspendió por motivos económicos. Y eso no es nada desconocido. Parece una obviedad a esta altura. La Copa América llegó a 62 países y, por ejemplo, la Red O Globo pagó dos millones de dólares por los derechos, y Megavisión de Chile y Canal 9 de Argentina unos 700 mil dólares cada una. Esa fue la principal razón por la que el viernes (había llovido desde la noche del jueves sin parar) los jugadores salieron a la cancha mientras los dirigentes observaron las acciones de lo que pretendía ser un partido de fútbol cómodamente sentados desde sus butacas techadas del palco oficial del nefasto Estadio Nacional de Santiago.
   En lo deportivo quedó claro que los protagonistas buscaron sacárselo de encima de la mejor manera posible. Había que salir bien parado. Porque, como dijo Basile, el fútbol se había disfrazado, por una hora y media, de waterpolo. Y en este campo, la Selección también demostró su aptitud. Aptitud para adaptarse, plantearse y fijarse una meta concreta. Aptitud para no desesperarse ante un rival como Chile, que con diez hombres lo acorraló casi todo el segundo tiempo contra sus piolines.
   El déficit se produjo en la ofensiva. Porque si bien este equipo no había demostrado con Brasil dependencia para con Caniggia, la historia se revirtió ante Chile. Medina Bello, su reemplazante, no tuvo una mala noche. Pudo definir dos situaciones clarísimas que desperdició y lo desbordó, sobre todo en el primer tiempo, por la derecha (en la más clara, lo dejó solo a Batistuta que cabeceó débil a las manos de Toledo). La Selección extrañó la sorpresa en los tres cuartos del campo. Con un Leo Rodríguez disminuido y demasiado tirado arriba (con un terreno intransitable su talento no desequilibró), Batistuta no contó con su generador de jugadas de peligro. En ese momento, se sintió la ausencia de Caniggia. Porque pese a que Chile tuvo la pelota, nunca llegó a poner a su rival contra las cuerdas. Argentina estuvo bien parada, llegó cuatro veces a Toledo (la mencionada de Batistuta, las dos de Medina Bello apuntadas y una última de Leo Rodríguez) y soportó dos revolcones: un tiro de Ramírez y el remate de Estay en el palo.

El esfuerzo final

   Ayer se completó la historia. Mostrando dignidad, capacidad para darlo todo, y potencia, cuando pudo, el equipo argentino alcanzó la consagración, con más angustias que la merecida.
   Argentina dejó puesto, una vez más, que era el mejor, más allá del dramático final con Colombia y de cierta disminución de nivel hacia al final del certamen. Es que ni su rival de ayer -a pesar de su buen trato de pelota- ni el local -mejor que otros seleccionados chilenos pero extraño, discontinuo- ni Brasil -¡qué injusto hubiese sido este Brasil campeón!- aparecieron superando a la Argentina en ningún momento de la Copa.
   Pero estaba escrito. Esta Copa tenía el sabor de lo argentino.”


Los goles de la consagración







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