16.3.11

Política nacional

A 40 AÑOS DEL VIBORAZO
El 16 de marzo de 1971 renunció el interventor de Córdoba, José Camilo Uriburu, quien había dicho que en la provincia “anida una serpiente venenosa cuya cabeza voy a cortar de un solo tajo”. Su dimisión la causó el paro de los sindicatos en repudio del crimen del obrero Ángel Cepeda, que concluyó en una revuelta popular recordada como un segundo Cordobazo. Tramos de Córdoba: Por favor que nadie pise la víbora, nota de Osvaldo Soriano en Panorama, nº 204 del 23 de marzo de 1971.




“TODOS LOS FUEGOS. La disputa por la dirección gremial en Córdoba se mostró nuevamente el lunes, pero quedó despedazada cuando las bases obreras se unieron para marchar a la lucha. En las primeras horas de la mañana el líder de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, encabezó la toma del barrio Revol; entre tanto, en la explanada de la plazoleta Vélez Sarfield seis mil obreros se congregaban frente a sus líderes. Los símbolos de Montoneros (un trapo blanco con la inscripción PV) y tres emblemas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), cuyos integrantes -la cara cubierta a medias por un pañuelo- se mezclaban con la multitud. El pleito llegó cuando terminó el acto y hubo que disponer la marcha de las columnas; entonces, un grupo de peronistas comenzó a gritar '¡A Villa Revol!', pero fueron inmediatamente copados por los activistas de SITRAC y SITRAM (los gremios de Fiat) quienes pedían atrincherarse en el suburbio de Güemes. De esta manera, los amotinados de Tosco no consiguieron nuclear en sus trincheras al grueso de los trabajadores, quienes se distribuyeron en decenas de barricadas. Antes, Mario Bague, de SMATA, formuló un par de anuncios: que sus hombres estaban 'luchando junto al compañero Tosco', y que Alfredo Martini, integrante de la mesa directiva de la CGT había sufrido un infarto y estaba internado.
Los dos fuegos iniciales se elevaron en la avenida San Juan, cuando los integrantes de la primera columna encendieron un ómnibus en medio de la calle; pocas cuadras más adelante ardía un Torino preparado para carreras y era imposible hallar una vidriera sana. Por Vélez Sarsfield las cosas no parecían más tranquilas: los negocios habían cambiado sus tentadores escaparates por cristales destrozados y cada artículo ofrecido a crédito, y con garantía de buen funcionamiento, era minuciosamente desarmado -utilizando el pavimento como herramienta- por los más impacientes. Las columnas amenazaban llegar al centro, pero cuando arribaron al local del Instituto Cultural Argentino Americano (ICANA) se detuvieron varios minutos. Los levantiscos hicieron papilla las ventanas y luego de fatigosa tarea consiguieron violentar la puerta de acceso. El primer trofeo lució en manos de media docena de muchachones: una bandera listada en rojo y blanco, adornada de estrellas. Inmediatamente quedó en jirones y los restos fueron quemados, mientras otros hombres pintaban en las paredes del edificio leyendo poco amistosas. Entonces apareció la policía.

LA VÍBORA MUERDE. 'Vea, compañero periodista, podemos romper todo, pero cuando alguien toca esta bandera viene la represión'. La ironía el manifestante quedó allí, trunca, porque los gases inundaron los ojos de lágrimas, las bocas de rencor; un proyectil fracturó el hombro de un redactor de Crónica, mientras las puertas del vecindario se abrían para que los más serenos ganaran refugio. Una mujer cuarentona repartía pañuelos mojados para contrarrestar el efecto del humo, mientras en la calle la policía de la provincia dispersaba a los más tercos.
Cuando la avenida estuvo desierta, todo quedó al alcance de la mano: zapatos, cigarrillos, trajes, artículos para el hogar estaban a disposición de la gente, pero nadie tocó nada. Un hombre de campera marrón, con una mano ensangrentada, se agachó para levantar un par de atados de cigarrillos. 'Me quedé sin puchos y no hay otro remedio que expropiar esto', contestó a quienes lo recriminaban. El tumulto en el centro de la ciudad había terminado.
En los barrios recién empezaba. Las barricadas ardían alimentadas por palos y carteles que acercaban jóvenes y chicos. En la Casa de Gobierno, José Camilo Uriburu seguía hablando de la 'vívora' (así denomina a la subversión) y cargaba contra (el jefe de policía Julio) San Martino acusándolo de actuar demasiado tarde. En los corrillos del café Vía Veneto se murmuraba, al día siguiente, que el hecho no era casual. Suponían que el funcionario policial (a quien otros acusan de ser simpatizante del grupo derechista M.A.N.O.) había recibido órdenes de hacer vista gorda ante la acción de los obreros para desprestigiar al pintoresco gobernador Uriburu. De ser así, la táctica diseñada al parecer por los capitostes liberales resultó victoriosa. Al día siguiente Uriburu presentó su renuncia, no sin antes comentar un embargo pedido por el abogado Gilberto Zavala, del Banco de la Provincia de Buenos Aires, acusando de subversivo al letrado.
Antes de irse, Uriburu supuso que la 'vívora' agonizaba. El jueves 18 una caricatura irónica publicada en el matutino La Voz del Interior mostraba a una serpiente satisfecha, luego de haber devorado a Uriburu; una pacífica ave revolotea a su lado y desliza 'Proveeecho', un comentario mordaz.”



El Viborazo en un documental del canal Encuentro






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