HACE 15 AÑOS FALLECÍA NINÍ MARSHALL
El 18 de marzo de 1996 murió la actriz Niní Marshall. Nacida como Marina Esther Traverso, debutó en radio como cantante antes de dedicarse al humor. Trabajó en teatro, televisión y cine en la Argentina, España y en México, donde residió en los años ‘40 y mediados de los ‘50. Fragmentos de 'No me enojo; y, si me enojo, callo', entrevista de Blanca Rébori en el diario La Razón del 9 de octubre de 1986.
“-¿Se preguntó alguna vez en sus comienzos profesionales acerca de la condición femenina?
-No, no.
-¿Los movimientos feministas coincidieron en algo con su estilo de vida?
-No, no. Al principio de mi carrera había una especie de resistencia. Tan es así que cuando empecé, en la década del 40, Valle -que era el director de Radio El Mundo- me dijo que mis libretos eran muy graciosos pero que yo no era una escritora conocida, por tanto iba a actuar con los que hacían los escritores de la casa. Empecé así y no me aprovechaban. Me hacían hacer cosas tan estúpidas... Como aquello de 'la mesa está servida' y cosas así. Yo me cansé y no quise hacerlo más. ¡Mire que pretenciosa! Pero realmente me sentía capaz de hacer mejor los libretos. Como no me conocían, los libretistas se apoyaban más en las figuras. Fue entonces cuando le dije a Valle: 'Mire, yo no quiero hacer esto porque no me luzco nada, ni tengo papel. Lo que me hace decir es cosa de nada. Yo me voy de El Mundo y seguiré cantando'. Le pareció bien. Sin embargo, insistí en escribir los libretos. Me escuchó y dijo que me daba cinco minutos para que hablara por radio. Era en un programa que hacía Canaro. Ya el primer día se tuvo un gran éxito. Al día siguiente me dijo que hablara cuanto quisiera. Y así empecé. Aunque sí, al principio me resistían. En ese tiempo no había ninguna mujer que escribiera libretos humorísticos.
-¿Desde los inicios existía la preocupación de Niní Marshall por reflejar personajes típicos de la sociedad argentina?
-Sí, si. Justamente en ellos me apoyo. Soy muy observadora.
-¿Improvisaba en aquel entonces?
-Cuando alguna cosa me gustaba, pero siempre pedía permiso al director.
-Aparte de divertir a la gente, de practicar su oficio, ¿el humor era para usted una buena defensa personal?
-Sí. Cuando era más alegre, cuando era más joven, en casa se reían mucho conmigo. Y se nos fue de repente, lo tenía arrumbado para hacer reír en casa. Ni pensaba hacer humor negro, y menos en aquella época en que estaba casi prohibido. Era un poco peligroso hacer chistes con los muertos. Yo los escribía y los guardaba para mi casa. Todavía guardo programas que hacía en la casa de la calle Guido.
-Esos momentos fueron felices, parece. Hacía reír al otro cercano.
-Ah, sí. Eso sí. Me llenaba de satisfacción, de alegría. Sobre todo ver reía a la gente con las cosas que decía o hacía. A veces estaba en el escenario y me tentaba. Se reía la gente y me reía yo. No era pedantería reírse de los chistes propios. El escenario permite más el 'morcilleo'. Con Jorge Luz me tiento de risa porque los dos macaneamos.
(…)
-¿Son realmente caricaturas sus personajes?
-Lo son. Yo les cargo las tintas. Y les pongo de mi cosecha un montón de disparates, pero siempre dentro de lo que harían o dirían esas personas. Tengo muchísimo cuidado en eso. Me molesta mucho cuando dicen 'mirá que lindo chiste para Catita'. Generalmente contesto 'muy bueno el chiste pero no le va a Catita. Ella no sería capaz de reaccionar así'. También cuido muchísimo los acentos. Por eso son auténticos los personajes, no inventados. Creo que Catita sigue siendo el más querido de todos.
-¿Tiene usted buen humor, lo que se llama buen carácter?
-Muy buen carácter. No me enojo. Y si me enojo, callo. Aun me levanto con ganas de hacer cosas.”
Imágenes de un programa en Canal 13 de Buenos Aires de 1979
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