1.3.11

Boxeo

ACCAVALLO CAMPEÓN MUNDIAL
Hace 45 años, el 1º de marzo de 1966, el argentino Horacio Accavallo se consagró campeón mundial de la Asociación Mundial de Boxeo. El bonaerense, tras vencer en Tokio al local Katsuyoshi Takayama, se adueñó del título mosca que estaba vacante. El desenlace de la pelea, en la nota Sueño Realizado... de El Veco (Emilio Lafferranderie), publicada en la revista El Gráfico, nº 2422 del 8 de marzo de 1966.




“Si usted pasa por el mundo impulsado por una exclusiva razón matemática, no lea esta nota.
Si usted se reconoce cerebral por encima de todo, de vuelta la hoja.
Si usted cree que en el deporte sólo cuentan los resultados, y no caben las lágrimas, siga de largo. No pierda el tiempo.
¿Por qué?
Porque ésta es la crónica del gran día de Accavallo. Porque éste es el relato de una jornada que encierra la emoción intensa de nuestra carrera de periodista. Y, de entrada, le confesamos que la objetividad tambaleó ante este impacto que nos hundió los hombros y nos ablandó el alma.
Sí, hemos llorado. Lloramos con Justo Piernes, con Ulises Barrera, con Ortega Moreno, con Tito Lectoure, con Vaccari, con Androvandi, con Florentino... Lloramos todos... Borrachos de una alegría que nos llevó a conocer las lejanas fronteras de una emoción no vivida hasta ese 1º de marzo, que quedará marcado con un circulo rojo en el calendario del recuerdo.
(...)
Sorpresa
Suena el gong y Accavallo está de espaldas al centro del ring.
-Es una costumbre de Horacio -explicaría más tarde Aldrovandi-. Pide el protector bucal simultáneamente con el toque de campana.
Takayama avanza. Salto de uno a otro extremo del ring y el golpe llega neto, pero de costado, sobre la mandíbula.
Fue reglamentario. Pero nunca lo habíamos visto antes. Tal vez, porque en la Argentina nadie pega en esta situación... Para el doctor Balbín fue ‘otro Pearl Harbour...’
Lo cierto fue que produjo una variante en el trámite de la pelea. Un Accavallo que se replegó más de lo proyectado, descontando que Takayama saldría a quemar en las primeras vueltas, a jugar allí su posibilidad de un triunfo categórico.
Accavallo acusa la sorpresa. Takayama lo persigue por todo el ring, y su zurda entra alta a la cabeza, con asiduidad. Nos miramos con Piernes. ¿Qué ocurre? Accavallo se mueve frontalmente, con los pies pegados al piso, sin intentar una vez el paso atrás, sin buscar los costados. Takayama se ciega, y en su afán por pegar inicia su larga serie de infracciones. Una sensación de miedo recorre nuestras anatomías. Pensamos entonces en algo que comentamos diez veces con Piernes, en la vigilia expectante de la noche anterior, en una siesta que no fue de ojos cerrados frente a la proximidad del gran momento: ¿es tan flojo Takayama como para descartar todas sus posibilidades? ¿No ha existido un exceso de optimismo? Un hombre que está tercero en el ranking y que es vencedor de Burruni, ¿puede ser tan poca cosa? Ahora tenemos la respuesta: NO. TAKAYAMA ES MENOS QUE ACCAVALLO PERO BUEN BOXEADOR. Y TIENE UNA MAZA EN EL PUÑO IZQUIERDO.
(...)
Al terminar la vuelta siguiente, Aldrovandi hace la primera advertencia:
-Vamos perdiendo, Horacio... Estás peleando muy atado. Tenés que soltarte. Acordate de la pelea con Chucho Hernández. Jugá, Horacio... Movete para los costados... SOLTATE...

La victoria
Y empieza el gran cambio. Las banderitas argentinas, que habían quedado quietas en lo alto, empiezan a moverse. Recordamos el pedido de Vaccari. O, mejor dicho, ahora lo podemos cumplir, en la seguridad de que puede serle útil:
-FALTAN VEINTE SEGUNDOS, HORACIO... -le gritamos cuando se acerca el fin de cada vuelta.
-Avisenle desde cualquier lugar, desde donde estén ubicados. Pero griten...- nos pidió Vaccari. La intención es clara: hacer trabajar a Takayama, un Takayama que pierde eficacia minuto a minuto, para pegar al final de cada round.
El japonés sangra por la nariz, y en el octavo recibe un golpe abajo, un derechazo que lo deja sin piernas. Un grito atraviesa el estadio:
-¡ACCAVALLO, ARRIBA!... ¡VIVA LA ARGENTINA!
Es una voz de mujer que desafió la duda nuestra. Que vino a inyectar fe a quienes todavía no lo veíamos ganador en la contabilidad de los apuntes. Un grito de mujer que llegó desde lo alto, que le hizo levantar la mirada a Accavallo, que nos juntó más, que nos templó mejor para la fase final del combate.
Ya Takayama había cumplido. Para Ulises Barrera, ‘nadie le pegó tanto a Accavallo’. Y si puede haber un paralelo, habría que buscarlo en una de las peleas que hizo con Carlitos Rodríguez, pero con la casi convicción de que Takayama sacaría ventajas...
Ya empieza el juego. Ya Accavallo está suelto, como lo quería Aldrovandi, como lo queríamos todos. Ya es el campeón sudamericano, el vencedor de Burruni, el gran boxeador de la gran espera... Ya los dedos de Piernes no se apartan de mi brazo. Ya los asientos no hacen falta... Ya pensamos en el final, aunque estemos en el 12º round. En el mejor round de Accavallo. Total dominador, entrando y saliendo, haciendo pasar de largo a su rival. La platea japonesa aplaude.
Ya vemos un ligero movimiento en las tribunas altas. Ya vemos al pequeño grupo argentino en las proximidades del ring. Ya vemos a Ortega Moreno sobre la lona, olfateándole las piernas a los dos boxeadores, en su afán por llevar mejor la versión de este triunfo... SI: TRIUNFO. Que ahora descontamos.
En el 14º round, un cabezazo de Takayama le abre la ceja derecha a Accavallo. No cambia la situación. Ya no cabe otra posibilidad que la argentina. Se van los tres minutos finales... Se fue la pelea.
Más tarde, el vestuario. Un vestuario cargado de flashes, de ojos oblicuos, de una euforia argentina con abrazos, con besos, con trajes salpicados por los restos rojos de esa sangre caliente del nuevo campeón del mundo...
Ese vestuario... Ese vestuario... La acción se diluye. La escena vuelve a perderse de mayor a menor hasta convertirse en una nebulosa... Una nebulosa que recién se disipa en el Akasaka Prince, en la secuencia final del film...”






Leer más

0 comentarios: