A 15 AÑOS DE LA MUERTE DE LAUTARO MURÚA
El 3 de diciembre de 1995 falleció el actor Lautaro Murúa. Nacido en Chile, desarrolló la mayor parte de su carrera artística en la Argentina, donde actuó en más de sesenta películas. También fue guionista y dirigió varios filmes, entre ellos Shunko, La Raulito y Cuarteles de invierno. Tramos de ‘No me banco el olvido', entrevista de Pablo Scholz en el diario Clarín del 16 de junio de 1993.
“No tiene la nacionalidad argentina, pero la merece. ‘Nunca me la dieron’, masculla, casi con desgano. Lo único que obtuvo desde 1955 -cuando abandonó Chile para venir a Buenos Aires a debutar en teatro con Alfredo Alcón- fue un permiso de residencia. ‘Los alcahuetes de los servicios’, sostiene aludiendo a los viejos organismos de inteligencia, se encargaron de apilar papeles en un expediente voluminoso que incluía casi primordialmente recortes publicados en... la revista Radiolandia.
Después de todo, a Lautaro Murúa también le quitaron la nacionalidad chilena de su ciudad natal, Tacna, que hoy integra el territorio peruano. ‘Y ahora estoy viviendo en España. Vivir aquí era demasiado’.
¿Demasiado qué? ‘Demasiado’, responde con un gesto que quiere ser elocuente. Demasiado incómodo. Murúa sentía el aire irrespirable, no soportaba que aquello por lo que había peleado se desmoronara sin más. ‘Este país me inquieta. Su futuro, su pasado. Qué querés... Yo lo quiero’.
Lautaro Murúa tiene 66 años, y a su edad, dice, hay cosas que ya ‘no se bancan’. El olvido parece ser la primera. La confusión de valores de toda índole, ‘los escándalos y el lupanar en que se convirtió la Argentina’, según su opinión, lo convencieron de quedarse en España en diciembre del año pasado, tras la representación de Tirano Banderas, de gira por Europa.
De la necesidad de impedir el olvido trata Un muro de silencio, la película de Lita Stantic por la que retornó a Buenos Aires, para acompañarla (él dice apoyarla) en la hora de su estreno. ‘Aborda el tema de la memoria desde un punto de vista positivo, constructivo. Esperanzado y no compasivo’. En la película de Lita Stantic él es Bruno, la conciencia persistente entre seres que prefieren negar lo sucedido durante la dictadura militar.
‘Las tragedias son perennes, no mueren con las víctimas. La Argentina ha sido violada sistemáticamente. Siempre. Es necesario que la gente sepa qué ha sucedido. Que algunos han sacado provecho, que a otros les ha gustado pactar luego con el violador. Y que también hay gente que no sabe qué hacer con su vida’, explica.
-¿Usted cree que el público quiere ver, recordar el tipo de historia que cuenta la película?
-Creo que no. Pero tiene el deber de hacerlo.
Murúa elige una experiencia que le tocó vivir para ejemplificar lo dicho. Cuando su padre murió, quiso que lo velaran como católico que era. Y él, que ni lo era ni lo es, tuvo que aceptar aquello que no le gustaba. ‘Hasta que no reconozcamos la verdad -dice-, no tendremos paz interior’.
El proyecto de Lita Stantic lo abrazó desde un principio. La directora había trabajado como jefa de producción en La Raulito, el cuarto largometraje dirigido por Murúa tras Shunko, Alias Gardelito y Un guapo del 900, y él no le quería fallar. ‘No dudé en participar en ningún momento. Me enamoro de las películas a partir de su contenido. Y el de Un muro de silencio era subyugante’.
De padre ingeniero y madre dedicada a la música, de adolescente sintió que estaba a punto de convertirse en un buen lector y en un músico frustrado. Abandonó Bellas Artes en la universidad cuando unos amigos lo llevaron a ver un grupo de teatro experimental.
(...)
Murúa debió exiliarse en España en 1976, algo que maldice en su interior. Pero cuando se le pregunta si perdonó a aquellos que lo hicieron emigrar, responde ‘Sí. Me dan pena...’”.
Lautaro Murúa y Héctor Alterio en una escena de Quebracho
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