7.12.10

Derechos Humanos

A 25 AÑOS DE LA CONDENA A LAS JUNTAS MILITARES
El 9 de diciembre de 1985 la Cámara Federal condenó a los ex comandantes de la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional. Jorge Videla, Emilio Massera, Orlando Agosti, Roberto Viola y Armando Lambruschini fueron sentenciados a distintas penas. En cambio, el tribunal absolvió a Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya, Omar Graffigna y Basilio Lami Dozo. Tramos de Clima denso y un fallo que fue inesperado para muchos, nota de Sergio Ciancaglini en el diario La Razón del 10 de diciembre de 1985.




   “El frío endurece las mandíbulas. Le pasó al fiscal Ricardo Molinas al salir de la sala de audiencias de la Cámara Federal. Intentó una frase, se cortó, se acomodó los anteojos. 'Tendría que leer los fundamentos', comentó primero, mientras miraba el suelo buscando alguna respuesta. 'Y bueno -dijo después de sacudir los hombros- me parece que la sentencia es floja en algunas partes. Yo creía que podía haber condenas más fuertes. Qué quiere que le diga: por lo menos es la primera vez que el que la hace la paga. El problema no es estar conforme o no desde un punto de vista subjetivo. En fin, qué quiere que le diga', murmuró y se fue caminando despacio, sin levantar la cabeza. Adriana Calvo de Laborde -secuestrada, torturada y parturienta en un automóvil en el que la trasladaban durante los años llamados de plomo- ayer necesitó cinco segundos de sonrisa nerviosa antes de contestar: '¿Qué me pareció la sentencia? Una vergüenza. Una vergüenza'.
(…)
   Al comienzo no había existido frío. Unos 150 periodistas y casi 200 invitados esperaron en la sala de Audiencias una hora la llegada de los jueces. El episodio protagonizado por Hebe de Bonafini ocupó parte de ese tiempo. Con el pañuelo inconmovible en su cabeza, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo dijo no a un agente de policía, al subcomisario Benítez, a Marta Pérez Roler (secretaria del doctor Arslanian), a Horacio Ravenna, a Adriana Calvo de Laborde, a Luis Moreno Ocampo y al fiscal Julio César Strassera. Finalmente, accedió.
   Es bueno tener en cuenta que los únicos que celebraron con sonrisas toda esta negociación fueron los 24 defensores de los militares.
   Pero al margen de esta situación, el ambiente parecía el del 18 de setiembre, el día en el que los fiscales Strassera y Moreno Ocampo culminaron su alegato. También, murmullos, pronósticos. A las 17.48 el secretario de Cámara, Juan Carlos López, repitió la fórmula: 'Señores, de pie...', y la sala cayó en un silencio denso, emotivo, con la atención concentrada en León Arslanian. Curiosamente, las copias de la sentencia destinadas a los defensores estaban apoyadas en los dos largos bancos que ocuparon, durante el alegato, los acusados.
   Cuando Arslanian leyó la condena al almirante Emilio Eduardo Massera un hombre lloró en la penúltima fila de la sala: Ragnar Hagelin, que todavía no sabe qué pasó con su hija Dagmar. A partir de la sentencia a Massera fueron notables las miradas entre muchos de los presentes, asombrados ante las penas a los demás ex comandantes que, como después lo reconoció el fiscal Molinas, se creía que podían ser más severas. El fiscal Julio Strassera no dejaba de fumar, pero se iba inclinando poco a poco sobre su escritorio. A la segunda absolución, Hebe de Bonafini volvió a ponerse su pañuelo blanco y obligó a que el doctor Arslanian le ordenase quitárselo o abandonar la sala, cosa que hizo sonriente. Poco después la imitó Adriana Calvo de Laborde.
   Al finalizar la audiencia La Razón pudo dialogar con una de las llamadas 'altas fuentes' de la Cámara. 'El atraso en el comienzo de la audiencia se debió -explicó- a que se redactó la parte dispositiva a último momento, de forma de conservar en el mayor secreto la sentencia. Es comprensible que haya quienes no estén de acuerdo con el fallo, pero hay que entender que se juzga de acuerdo al expediente, a lo que se pudo probar.
(…)
   A las 20 el doctor Arslanian salió de Tribunales y fue aplaudido por unas 80 personas. Esto se repitió cuando salieron Strassera y Moreno Ocampo. A una cuadra de Tribunales, en un bar tranquilo, compartieron una cerveza y un tostado, calentando las mandíbulas mientras desmenuzaban con gesto serio el enigma de los próximos días: La apelación.”


Lectura de las sentencias







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