ABRE EL PRIMER CIBERCAFÉ DE BUENOS AIRES
Cuando en la actualidad son innumerables los locales con wi-fi, apenas 15 años atrás la apertura de un cibercafé en Capital Federal era toda una noticia que aparecia en los medios. Fragmentos de Por favor, mozo, tráigame un cortado y un diskette, nota de Andrés Osojnik en Página/12 del 30 de noviembre de 1995.
“‘Un cortado y un diskette, por favor.’ El hombre lleva media hora frente a la computadora. La moza -jeans y remera negra de lycra- trae el pedido. ‘¿Azúcar o edulcorante? -pregunta mientras observa la pantalla- ¿Encontró el archivo que buscaba?’ Desde ayer, Buenos Aires ya tiene su primer café cibernético. En Belgrano, un mortal cualquiera puede desayunar o comer un sandwich mientras navega por la interminable Internet, la red informática de comunicación al instante con 60 millones de computadoras en el mundo entero. Todo, con la ayuda de las camareras-asistentes, quienes además de atender las mesas están entrenadas para darles una mano a los clientes novatos en cuestiones informáticas.
‘Coffee and food. Full access Internet and E-mail’, dice la vidriera en el lugar donde los bares tradicionales promocionan las especialidades de la casa. El flamante American Cyber Café, en Maure al 1800 -casi en la esquina de Luis María Campos-, tiene por ahora siete terminales abiertas en forma casi permanente. A diez pesos la hora y con descuentos para estudiantes, los clientes pueden meterse en la red, hurgar en todo tipo de información, llevarse una copia de lo que necesitan o publicar sus propios archivos y lanzarlos al instante a todo el planeta.
‘Los entendidos van a caer por una cuestión de lógica. Pero nosotros apuntamos a toda la gente. Los estudiantes que quieran información sobre un tema del colegio, un abogado que necesita sacar jurisprudencia o simplemente alguien que quiera pasar el rato navegando en la red’, explica Jorga Avaca, quien lleva seis años en el rubro gastronómico y ahora decidió repetir la experiencia de los bares cibernéticos que funcionan, con éxito, en Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros países.
Rodrigo Campos tiene 15 años, vive a dos cuadras del café y al descubrir la novedad no pudo resistir la tentación. ‘En mi vida me metí en una cosa de éstas’, confiesa mientras busca en el catálogo la dirección del primer lugar elegido: la MTV, el canal de música y videoclips. Entre los archivos, encuentra a Beavis y Butthead, los dibujos animados del canal. Enciende el parlante y los muñequitos empiezan a dialogar en inglés. Rodrigo se queda con las ganas de saber qué dijeron.
El boliche funcionará desde las ocho de la mañana ‘hasta la hora que haya gente’, explica Avaca. ‘No pensamos echar a nadie y si tenemos que estar las 24 horas, lo vamos a hacer’.
(...)
El café, ese lugar por excelencia para el encuentro y el contacto con la gente, ya inició el camino para adecuarse a los tiempos que corren. Ahora también se pude ir a tomar café y quedarse mudo frente a una pantalla.”
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“‘Un cortado y un diskette, por favor.’ El hombre lleva media hora frente a la computadora. La moza -jeans y remera negra de lycra- trae el pedido. ‘¿Azúcar o edulcorante? -pregunta mientras observa la pantalla- ¿Encontró el archivo que buscaba?’ Desde ayer, Buenos Aires ya tiene su primer café cibernético. En Belgrano, un mortal cualquiera puede desayunar o comer un sandwich mientras navega por la interminable Internet, la red informática de comunicación al instante con 60 millones de computadoras en el mundo entero. Todo, con la ayuda de las camareras-asistentes, quienes además de atender las mesas están entrenadas para darles una mano a los clientes novatos en cuestiones informáticas.
‘Coffee and food. Full access Internet and E-mail’, dice la vidriera en el lugar donde los bares tradicionales promocionan las especialidades de la casa. El flamante American Cyber Café, en Maure al 1800 -casi en la esquina de Luis María Campos-, tiene por ahora siete terminales abiertas en forma casi permanente. A diez pesos la hora y con descuentos para estudiantes, los clientes pueden meterse en la red, hurgar en todo tipo de información, llevarse una copia de lo que necesitan o publicar sus propios archivos y lanzarlos al instante a todo el planeta.
‘Los entendidos van a caer por una cuestión de lógica. Pero nosotros apuntamos a toda la gente. Los estudiantes que quieran información sobre un tema del colegio, un abogado que necesita sacar jurisprudencia o simplemente alguien que quiera pasar el rato navegando en la red’, explica Jorga Avaca, quien lleva seis años en el rubro gastronómico y ahora decidió repetir la experiencia de los bares cibernéticos que funcionan, con éxito, en Estados Unidos y Gran Bretaña, entre otros países.
Rodrigo Campos tiene 15 años, vive a dos cuadras del café y al descubrir la novedad no pudo resistir la tentación. ‘En mi vida me metí en una cosa de éstas’, confiesa mientras busca en el catálogo la dirección del primer lugar elegido: la MTV, el canal de música y videoclips. Entre los archivos, encuentra a Beavis y Butthead, los dibujos animados del canal. Enciende el parlante y los muñequitos empiezan a dialogar en inglés. Rodrigo se queda con las ganas de saber qué dijeron.
El boliche funcionará desde las ocho de la mañana ‘hasta la hora que haya gente’, explica Avaca. ‘No pensamos echar a nadie y si tenemos que estar las 24 horas, lo vamos a hacer’.
(...)
El café, ese lugar por excelencia para el encuentro y el contacto con la gente, ya inició el camino para adecuarse a los tiempos que corren. Ahora también se pude ir a tomar café y quedarse mudo frente a una pantalla.”
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