29.11.10

Espectáculos

A 10 AÑOS DE EXPEDICIÓN ROBINSON
El viernes 1 de diciembre de 2000 salió al aire por Canal 13 el episodio final de Expedición Robinson, uno de los primeros reality-shows de la televisión argentina. Planteado como un juego de supervivencia en una isla desierta, donde los participantes competían entre sí, terminó interesando más por las peleas e intrigas de los competidores. Tramos de La isla de la fantasía, nota de Jorge Lanata en la edición nº126 de la revista Veintitrés del 7 de diciembre de 2000.



“Si usted viviera una vida editada, todo sería distinto: podría borrar definitivamente a esa novia horrenda de la secundaria, aquella discusión por un aumento que terminó con la computadora en el suelo, el choque del Citroën. Podría tener una vida perfecta, sin baches, sin acciones molestas y con las omisiones necesarias.
El problema es que usted vive 'en vivo': tiene los saltos de cámara de Cónica TV, el audio confuso del material en crudo, los tiempos muertos aún más largos que aquellos en los que Jesús Quintero clavaba su mirada de Perro Verde en los ojos del entrevistado.
(…)
La televisión volvió a jugar a ser Dios en los noventa: los reality-shows americanos con matrimonios gritándose en vivo (aunque luego se comprobó que en muchos casos su 'odio' tenía el estímulo de buenas cifras), los informes de cámara oculta y la secuencia inagotable de programas-voyeur: Survivor, la versión sueca de Robinson, se grabó en Malasia en 1997 y en su primer año tuvo un componente de morbo adicional: uno de los participantes eliminados se suicidó arrojándose bajo un tren. El ganador de la versión norteamericana reveló en pantalla su homosexualidad y el rating del programa se triplicó. En la Madre Patria todos los participantes cobraron y recibieron un bonus luego de firmar acuerdos de confidencialidad.
Expedición Robinson, la versión criolla, no iba a quedarse atrás: a pocos días de su último capítulo arrecian las versiones aludiendo a todo tipo de arreglos: mientras tanto la empresa productora, Promofilm, mantiene a los concursantes en dos cruceros alejados del país, controla todas su salidas en la prensa y dejó trascender que ya cuatro de nuestros robinsones tienen contrato para actual en Canal 13, por supuesto.

La isla de Gilligan. -No me podés preguntar eso... yo acá gano siete lucas, ¿me entendés? -le dijo una productora del programa a un redactor de Veintitrés.
La pregunta era si todo había estado arreglado.
La respuesta no fue una negativa rotunda. Tampoco una afirmación, sino un comentario salarial.
El dato referente a las últimas tres votaciones y la selección final tampoco fue comentado por fuentes de Promofilm; en las cuatro oportunidades se empató y las cuatro definieron por un solo voto, que fue, en cada uno de los cuatro casos, el último el anunciarse.
-¡Qué querés! Ese sí que es un problema de edición. Si está grabado y vos sabés que en los votos van tres a tres, vas a dejar el desempate para el final -argumentó un técnico que pidió reserva de su nombre.
Para la lógica televisiva es un argumento impecable: el plástico Julián conocía cada voto antes de emitirse y ordenó la fila hacia el cuarto oscuro, de modo de mantener la tensión del rating hasta el final del bloque. Finalmente actor devenido en conductor de entretenimientos, Weich bien podía hacer ese juego sin que se note. ¿Pero sólo lo sabría Julián? ¿Se lo habían confesado al oído? ¿Los ganadores o perdedores escucharon gracias a un cambio de viento en la isla? ¿Lloraban lágrimas de cocodrilo?
Pero empecemos por el comienzo:
En el principio hubo un casting. Allí, es obvio, se trataron de combinar personalidades diversas. ¿Adversas, dije? Bueno, todo tipo de personalidades que hicieran un conjunto atractivo.
Algo similar practicó el Dr. Pavlov con los perritos antes de tocar el timbre que les estimulaba las glándulas de saliva. Luis María Hermida se dio el lujo de criticar al programa desde las mismas páginas de Clarín y -hasta el cierre de esta edición- se encontraba en buen estado de salud. 'El perfil de los participantes (seleccionados) -escribió el lunes 5 de diciembre- revela, de movida, un criterio de realidad con determinado sesgo. El pretendido muestrario social policlasista propuesto por el ciclo no resulta tal. Irse dos meses a una isla a jugar a la aventura no está al alcance de cualquiera.' 'El único valor que sobrevivió realmente luego de cincuenta días, aunque convenientemente manipulado, fue la emoción en su estado más puro'.
Y ya que de manipulación escribimos: ¿por qué el mismo equipo que usó el concepto de casting para introducir el grupo habría de abandonarlo a lo largo del ciclo? Para decirlo de otro modo: ¿el criterio de eliminación del menos apto le cupo a Darwin o a Weich? Ahora tenemos quince preguntas. En un rato nos quedarán catorce.
Hasta un simio con daño neuronal advertiría que cuando un personaje estaba por ser desalojado, dos o tres bloques donde se lo mostraba hostil, o avaro, o miserable, eran convenientemente ubicados delante de la votación 'espontánea'. Todas las opiniones vertidas por esa especie de neonazi-punky llamado Rodrigo que aparecieron en el capítulo de su salida justificaban hasta su apedreo en plaza pública. Bien votado estaba. Bien botado.
(…)
Sebastián, que ocupó esta semana tres páginas de Caras, fue el 'bueno' por definición. En qué lugar de la isla (de edición) habrán quedado las tomas que muestran su otro lado. ¿No lo tendrá? ¿Lo votaremos para el 2003?
A esta altura todos, el muchacho bueno que gana el premio, el sindicalista que lucha hasta el final, la chica heroína que se deja ganar y la chica burguesa que se ríe mirándose al espejo, han abandonado sus trabajos.
El obrero portuario aclara en una entrevista que ya pensaba dejar hace mucho, y de inmediato rompe su máscara de trabajador presionado por la falta de ingresos, las chicas van camino del Oscar y el abogado del dolce far niente posible con una suma importante pero también agotable en pocos años.
-Todos estuvieron queriendo arreglar algo -dice ahora, en la cúspide de su enojo, el achinado Rodrigo-. Me pregunto si el ganador no habrá tenido que endulzar a alguno. Ninguno es inocente, aunque hayan salido lloriqueando en cámara...
Pero claro, Rodrigo es el malo. ¿No te acordás? Si lo vimos juntos por televisión.”



Presentación de Expedición Robinson





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