A 10 AÑOS DE LA RENUNCIA DE 'CHACHO' ÁLVAREZ
El 6 de octubre de 2000 el vicepresidente de la Nación, Carlos Chacho Álvarez, renunció a su cargo. En los meses anteriores el líder del Frente del País Solidario (Frepaso) mostró su desacuerdo con la gestión del presidente Fernando de la Rúa. Las diferencias en la Alianza UCR-Frepaso crecieron tras las denuncias de pago de sobornos a legisladores de la oposición para aprobar una ley en el Senado. La dimisión de Chacho, en fragmentos de Estaba escrito, nota de Javier Calvo en la revista 3puntos, nº 171 del 8 de octubre de 2000.
“Se mira al espejo y se toca el rostro intentando disipar las ojeras. Se hace el mundo en el pañuelo que lleva al cuello. Suspira profundo. Pasa su mano derecha por la cabeza, tratando de domar un mechón que no es tal. Es la mañana del sábado 7 en Olivos. Fernando de la Rúa vuelve a ser el que es y elige una de sus actitudes más características: 'La víctima soy yo'. Años antes, las culpas habían sido de Raúl Alfonsín y luego de Carlos Menem. Ahora es Chacho Álvarez. ¿Mañana quién?
'Todo esto es una cagada. Así no va.' Mezcla de enojo y frustración, Chacho Álvarez empezó a pensar hace un mes su salida del gobierno. Se acababa de enterar de la noticia a la que sintió como un puñal: Fernando de la Rúa había recibido secretamente a Carlos Menem en Olivos. El hecho se transformó en el inicio del último tramo de la línea de tensión que el Presidente y su ahora ex vice recorrieron, casi a cara descubierta, en los últimos tiempos. El escándalo de las coimas y la discusión sobre la política económica fueron instrumentos para el combate de fondo. Apenas hacía falta algún chispazo para el final anunciado.
Los dos agitaron el fuego todo lo necesario. Álvarez yendo contra personajes y, sobre todo, contra un sistema que De la Rúa conoce y en el que sabe moverse. El Presidente, rodeándose por emblemas del odio chachista: Alberto Flamarique, Fernando de Santibañes y Enrique Coti Nosiglia. Estos tres escuderos no fueron apariciones mágicas, sino que se convirtieron en los sostenes ideológicos y prácticos de una música celestial para los oídos presidenciales, como la necesidad de la reafirmación de autoridad.
Por eso suena a broma macabra que desde ese sector, con la batuta del Coti, se lance que los cambios ministeriales se hicieron para conformar a Chacho. O que el vice fue avisado de los reemplazos y no dijo ni mu -de ahí la publicitada sorpresa e indignación presidencial- como pretendió instalar el inefable Darío Lopérfido, siempre más rápido que efectivo a la hora de proclamar verdades supuestas.
No es un descubrimiento que De la Rúa y Álvarez fueron, son y serán distintos. Casi opuestos en aspectos de la personalidad o de estilos, lo que sería un detalle anecdótico. Lo que resurgió -y que había sido tapado en nombre de las urgencias políticas y mediáticas de mostrarse como tortolitos- fue que políticamente son como el agua y el aceite. Y no habrá alianza o acuerdo que pueda disimular hasta la eternidad esas diferencias.
Los dos supieron siempre de estas brechas. Sin embargo, la necesidad tiene cara de hereje y deslizarlas hacia un costado les permitió desalojar al peronismo del poder después de una década. Estar en campaña y ganar elecciones es una cosa, lo que les pasó en varias oportunidades a De la Rúa y Álvarez. Pero el ejercicio del poder es otra, y eso sí que resultó una experiencia nueva para los dos. Ejercer el poder es tomar decisiones todo el tiempo -aun no tomarlas es una forma de decidir- y desnudar lo que uno es y lo que quiere hacer. En eso, pocas veces el Presidente y su (ex) vice fueron uno solo, son que uno u otro sintiera que se estaban traicionando a ellos mismos.
Acaso ésa sera la explicación de por qué, a pesar de la angustia por lo que vendrá, uno y otro lucen en la intimidad hasta cierto alivio por el desenlace. Uno y otro ya pueden dejar de disimular. Hasta las formas que adoptaron en ese final los refleja tal cual son. Incluso suena poco creíble e ingenuo cuando sus entornos relatan ahora la sorpresa que significó este divorcio, cuando los dos dieron acabadas muestras en su círculo más cercanos -y últimamente también en público- o de sus marcados contrastes.
Claro que esto no se limita a una simple riña de gallos en la cúspide del poder. En la práctica, hay además un gobierno que tiene que hacer frente al urgente reclamo social de soluciones concretas a problemas dramáticos. Y hay una coalición de partidos sin la cual la gobernabilidad se parecerá demasiado a una entelequia. Pero en el fondo, más allá de renuncias y denuncias, lo que queda en el aire es que el cuerpo del sistema político está enfermo, muy enfermo. A veces da la sensación de que se encuentra en estado terminal. En otras, parece que la agonía no tiene fin.
Sabor a incógnita
Lo cierto es que se inicia una nueva etapa, aun más políticamente imprevisible que hace un año, cuando la alianza se alzaba con el triunfo electoral. En el escenario se multiplican las incógnitas:
Pese a las declaraciones conjuntas en contrario, el gobierno definitivamente ha dejado de llevar cierta impronta aliancista. La única sobreviviente frepasista, por unos días, es Graciela Fernández Meijide. Y el efecto catarata sería imprevisible: 'Si arriba ya no hay Alianza, ¿por qué habría abajo?', resulta ser la llamativa coincidencia entre los sectores del Frepaso más satisfechos con la ruptura y el radicalismo antialiancista.
Según el cristal con el que se mire, De la Rúa espera que el Senado vuelva a ponerse en marcha y el Congreso sancione algunas leyes que demanda la Casa Rosada. Para Chacho, se viene la consagración de la impunidad, aunque por las dudas desde el gobierno se agita la decisión de que en los próximos días rodará la cabeza del presidente provisional del Senado (y ahora segundo en la escala sucesoria), José Genoud.
Como nunca antes, parece hacerse fuerte en Balcarce 50 la fracción más antialiancista de la UCR, con Nosiglia y Santibañes a la cabeza. Es allí, a partir de una reciente reunión en una quinta de Pilar vecina a la del Presidente, desde donde ya comenzaron a partir algunas señales para que la ofensiva no se detenga y se intente cobrar una nueva víctima: nada menos que el ministro de Economía, José Luis Machinea.
El Frepaso tendrá que encontrar su lugar en el mundo. No sólo porque su líder abandonó el gobierno, sino porque además esta crisis volvió a mostrar sus limitaciones de estructura para pensar siquiera en qué puede pasar con la fuerza si la Alianza muere. (…)
Raúl Alfonsín volverá a intentar el ejercicio del patriarcado. Los dos principales protagonistas de esta historia le desconfían y recelan. Y él de ellos. Igual, sabe que su ganancia es el equilibrio de fuerzas. Por eso ante este desajuste, sale con rapidez de reflejos a no matar a Chacho y a ofrecerle que coordine una especie de Comité Nacional de la Alianza.
La mesa parece quedar servida para el PJ. Menem se alió tácticamente con Carlos Ruckauf en la embestida oficial anti-Chacho, con la idea de que sin la Alianza queda despejado el camino para que el peronismo vuelva a marcar la agenda. De todos modos hay algunos claroscuros. Eduardo Duhalde se puso más cerca de Álvarez (con quien está en contacto) que De la Rúa y mucho más aun lo hicieron Gustavo Beliz y Domingo Cavallo, que podrían resultar aliados convenientes del flamante ex vicepresidente en un futuro no muy lejano.
La estrategia en la soledad
En su discurso del viernes a la noche, y más claramente el sábado, el Presidente comenzó a mostrar algunas de sus cartas para lo que vendrá. Su idea principal es la de mostrar que Álvarez lo dejó solo, con todo lo que hay que hacer por delante. Que le consultó todo, que lo informó de todo, pero que abruptamente el jefe frepasista lo abandonó. Esta estrategia no está exclusivamente apoyada en la capacidad delarruista para instalarse con éxito en el lugar de la víctima. También tiene estrecha relación con las primeras encuestas que arribaron el viernes mismo al gobierno, que registran un nuevo envión de la imagen positiva que cosecha el ex vicepresidente y una nueva recaída del respaldo al jefe de Estado.
Pero además los números recibidos en lo alto del poder reflejan que Chacho no recibe tantas adhesiones en el momento de evaluar si hizo bien en irse. Están repartidas a favor y en contra de la renuncia, lo que en el gobierno se interpreta como un punto a explotar, en especial cuando en los próximos días pase el 'efecto ola' de la dimisión, según especulación oficial.
Arriba de esa misma ola, Álvarez piensa recorrer el país,y que sus futuros proyectos comiencen a tener, de una vez, dimensión nacional.
En apenas diez meses, De la Rúa y Chacho cumplieron con las profecías más apocalípticas sobre la perdurabilidad de su sociedad política. Pero, sobre todo, fueron fieles a sus naturalezas opuestas.”
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“Se mira al espejo y se toca el rostro intentando disipar las ojeras. Se hace el mundo en el pañuelo que lleva al cuello. Suspira profundo. Pasa su mano derecha por la cabeza, tratando de domar un mechón que no es tal. Es la mañana del sábado 7 en Olivos. Fernando de la Rúa vuelve a ser el que es y elige una de sus actitudes más características: 'La víctima soy yo'. Años antes, las culpas habían sido de Raúl Alfonsín y luego de Carlos Menem. Ahora es Chacho Álvarez. ¿Mañana quién?
'Todo esto es una cagada. Así no va.' Mezcla de enojo y frustración, Chacho Álvarez empezó a pensar hace un mes su salida del gobierno. Se acababa de enterar de la noticia a la que sintió como un puñal: Fernando de la Rúa había recibido secretamente a Carlos Menem en Olivos. El hecho se transformó en el inicio del último tramo de la línea de tensión que el Presidente y su ahora ex vice recorrieron, casi a cara descubierta, en los últimos tiempos. El escándalo de las coimas y la discusión sobre la política económica fueron instrumentos para el combate de fondo. Apenas hacía falta algún chispazo para el final anunciado.
Los dos agitaron el fuego todo lo necesario. Álvarez yendo contra personajes y, sobre todo, contra un sistema que De la Rúa conoce y en el que sabe moverse. El Presidente, rodeándose por emblemas del odio chachista: Alberto Flamarique, Fernando de Santibañes y Enrique Coti Nosiglia. Estos tres escuderos no fueron apariciones mágicas, sino que se convirtieron en los sostenes ideológicos y prácticos de una música celestial para los oídos presidenciales, como la necesidad de la reafirmación de autoridad.
Por eso suena a broma macabra que desde ese sector, con la batuta del Coti, se lance que los cambios ministeriales se hicieron para conformar a Chacho. O que el vice fue avisado de los reemplazos y no dijo ni mu -de ahí la publicitada sorpresa e indignación presidencial- como pretendió instalar el inefable Darío Lopérfido, siempre más rápido que efectivo a la hora de proclamar verdades supuestas.
No es un descubrimiento que De la Rúa y Álvarez fueron, son y serán distintos. Casi opuestos en aspectos de la personalidad o de estilos, lo que sería un detalle anecdótico. Lo que resurgió -y que había sido tapado en nombre de las urgencias políticas y mediáticas de mostrarse como tortolitos- fue que políticamente son como el agua y el aceite. Y no habrá alianza o acuerdo que pueda disimular hasta la eternidad esas diferencias.
Los dos supieron siempre de estas brechas. Sin embargo, la necesidad tiene cara de hereje y deslizarlas hacia un costado les permitió desalojar al peronismo del poder después de una década. Estar en campaña y ganar elecciones es una cosa, lo que les pasó en varias oportunidades a De la Rúa y Álvarez. Pero el ejercicio del poder es otra, y eso sí que resultó una experiencia nueva para los dos. Ejercer el poder es tomar decisiones todo el tiempo -aun no tomarlas es una forma de decidir- y desnudar lo que uno es y lo que quiere hacer. En eso, pocas veces el Presidente y su (ex) vice fueron uno solo, son que uno u otro sintiera que se estaban traicionando a ellos mismos.
Acaso ésa sera la explicación de por qué, a pesar de la angustia por lo que vendrá, uno y otro lucen en la intimidad hasta cierto alivio por el desenlace. Uno y otro ya pueden dejar de disimular. Hasta las formas que adoptaron en ese final los refleja tal cual son. Incluso suena poco creíble e ingenuo cuando sus entornos relatan ahora la sorpresa que significó este divorcio, cuando los dos dieron acabadas muestras en su círculo más cercanos -y últimamente también en público- o de sus marcados contrastes.
Claro que esto no se limita a una simple riña de gallos en la cúspide del poder. En la práctica, hay además un gobierno que tiene que hacer frente al urgente reclamo social de soluciones concretas a problemas dramáticos. Y hay una coalición de partidos sin la cual la gobernabilidad se parecerá demasiado a una entelequia. Pero en el fondo, más allá de renuncias y denuncias, lo que queda en el aire es que el cuerpo del sistema político está enfermo, muy enfermo. A veces da la sensación de que se encuentra en estado terminal. En otras, parece que la agonía no tiene fin.
Sabor a incógnita
Lo cierto es que se inicia una nueva etapa, aun más políticamente imprevisible que hace un año, cuando la alianza se alzaba con el triunfo electoral. En el escenario se multiplican las incógnitas:
Pese a las declaraciones conjuntas en contrario, el gobierno definitivamente ha dejado de llevar cierta impronta aliancista. La única sobreviviente frepasista, por unos días, es Graciela Fernández Meijide. Y el efecto catarata sería imprevisible: 'Si arriba ya no hay Alianza, ¿por qué habría abajo?', resulta ser la llamativa coincidencia entre los sectores del Frepaso más satisfechos con la ruptura y el radicalismo antialiancista.
Según el cristal con el que se mire, De la Rúa espera que el Senado vuelva a ponerse en marcha y el Congreso sancione algunas leyes que demanda la Casa Rosada. Para Chacho, se viene la consagración de la impunidad, aunque por las dudas desde el gobierno se agita la decisión de que en los próximos días rodará la cabeza del presidente provisional del Senado (y ahora segundo en la escala sucesoria), José Genoud.
Como nunca antes, parece hacerse fuerte en Balcarce 50 la fracción más antialiancista de la UCR, con Nosiglia y Santibañes a la cabeza. Es allí, a partir de una reciente reunión en una quinta de Pilar vecina a la del Presidente, desde donde ya comenzaron a partir algunas señales para que la ofensiva no se detenga y se intente cobrar una nueva víctima: nada menos que el ministro de Economía, José Luis Machinea.
El Frepaso tendrá que encontrar su lugar en el mundo. No sólo porque su líder abandonó el gobierno, sino porque además esta crisis volvió a mostrar sus limitaciones de estructura para pensar siquiera en qué puede pasar con la fuerza si la Alianza muere. (…)
Raúl Alfonsín volverá a intentar el ejercicio del patriarcado. Los dos principales protagonistas de esta historia le desconfían y recelan. Y él de ellos. Igual, sabe que su ganancia es el equilibrio de fuerzas. Por eso ante este desajuste, sale con rapidez de reflejos a no matar a Chacho y a ofrecerle que coordine una especie de Comité Nacional de la Alianza.
La mesa parece quedar servida para el PJ. Menem se alió tácticamente con Carlos Ruckauf en la embestida oficial anti-Chacho, con la idea de que sin la Alianza queda despejado el camino para que el peronismo vuelva a marcar la agenda. De todos modos hay algunos claroscuros. Eduardo Duhalde se puso más cerca de Álvarez (con quien está en contacto) que De la Rúa y mucho más aun lo hicieron Gustavo Beliz y Domingo Cavallo, que podrían resultar aliados convenientes del flamante ex vicepresidente en un futuro no muy lejano.
La estrategia en la soledad
En su discurso del viernes a la noche, y más claramente el sábado, el Presidente comenzó a mostrar algunas de sus cartas para lo que vendrá. Su idea principal es la de mostrar que Álvarez lo dejó solo, con todo lo que hay que hacer por delante. Que le consultó todo, que lo informó de todo, pero que abruptamente el jefe frepasista lo abandonó. Esta estrategia no está exclusivamente apoyada en la capacidad delarruista para instalarse con éxito en el lugar de la víctima. También tiene estrecha relación con las primeras encuestas que arribaron el viernes mismo al gobierno, que registran un nuevo envión de la imagen positiva que cosecha el ex vicepresidente y una nueva recaída del respaldo al jefe de Estado.
Pero además los números recibidos en lo alto del poder reflejan que Chacho no recibe tantas adhesiones en el momento de evaluar si hizo bien en irse. Están repartidas a favor y en contra de la renuncia, lo que en el gobierno se interpreta como un punto a explotar, en especial cuando en los próximos días pase el 'efecto ola' de la dimisión, según especulación oficial.
Arriba de esa misma ola, Álvarez piensa recorrer el país,y que sus futuros proyectos comiencen a tener, de una vez, dimensión nacional.
En apenas diez meses, De la Rúa y Chacho cumplieron con las profecías más apocalípticas sobre la perdurabilidad de su sociedad política. Pero, sobre todo, fueron fieles a sus naturalezas opuestas.”
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