7.10.10

Literatura

HACE 25 AÑOS SE SUICIDABA LA ESCRITORA MARTA LYNCH
El 8 de octubre de 1985 se quitó la vida Marta Lynch, una de las novelistas argentinas más leídas de los años '60 y '70. Fue una de las escritoras más importantes de aquella época, junto a Silvina Bullrich, Beatriz Guido y Sara Gallardo. Autora de varios best-sellers, su obra más conocida fue La señora Ordóñez, que en 1984 se convirtió en una telenovela dirigida por María Herminia Avellaneda y protagonizada por Luisina Brando y Arturo Bonín. La recordamos con tramos de Marta Lynch, un libro abierto, reportaje de Alicia Gallotti en la revista Chaupinela, nº 4 de diciembre de 1974.



- "¿Y cómo pensás que la gente cree que sos, ahora de grande?

- Pienso que la gente cree que soy una mujer muy afortunada. Y a veces se equivocan fiero conmigo. A mí me han hecho pagar duramente todo, todo. Cada vez que quise hacer algo, pagué mi derecho de piso por tener un apellido que no es mío sino adquirido por matrimonio, porque es un apellido más o menos patricio. Me han hecho pagar una situación económica que no tengo, una facilidad de vivir que no tuve. Claro, el aire es más respirable para mí, ahora. Será que a esa altura piensan 'a esta piantada hay que dejarla correr para el lado que dispara'. O será que después de cinco novelas y dos libros de cuentos ya se han convencido de que no soy una tilinga que escribe sino una tipa que se rompe para escribir seriamente y a veces lo logra y a veces no.

- Bueno, vos sos una señora fina. ¿De qué barrio sos?

- ¿Qué señora fina? Mi apellido es Frigerio y pertenecía a un italiano desgraciado que se vino desde el Lago di Como porque se moría de hambre, una historia como tal vez es la tuya y la de casi todo el mundo. Y mi abuela era Boquintesta. Además, escucháme, yo soy de Caballito.

- Hace años Caballito era un barrio bien...

- (Riendo) Sí, pero del otro lado de donde yo vivía.

- ¿Dirías que la clase social es tu principal diferencia con mujeres que escriben, como Silvina Bullrich, Alicia Jurado o Poldy Bird?

- No, o sí en el caso de Alicia y Silvina. ¡Nuestros mundos son tan diferentes! Supongo que ellas pensarán que yo soy afortunada, buen, más que suponer Silvina siempre repite por ahí que yo soy afortunada porque tengo un tipo en la casa que me paga las cuentas. Tal vez ella no logre advertir que eso es lo que se llama una pareja y que si alguien paga cuentas, el otro retribuye con otras cosas. En el caso de Poldy Bird, no sabría decirte, casi no conozco, ah, sí, he leído dos libros de ella. Yo soy una persona muy profesional de modo que los he leído y bueno, no entiendo su mundo pero sé que hay muchísimas mujeres que se identifican con ella frente a lo cual yo no tengo nada que decir. Después de todo, ella es una persona que no le ha robado nada a nadie.

- ¿Por qué pensás que en la Argentina las mujeres pueden cometer impunemente hechos sindicados como 'literarios'?

- Creo que porque los argentinos son los hombres menos machistas del continente, se apoyan mucho en sus mujeres aunque los avergüence y eso ha hecho que posible que, dentro de todo, la mujer tenga muchas más posibilidades profesionales.
Los argentinos son capaces de reconocer los méritos de las mujeres, aunque se metan en su campo. Eso no quiere decir que no la combaten, pero se cansan más rápido de pelear y terminan siendo más justos. Aparte, ojo, no caigamos en una nueva discriminación. Aquí también hay cientos de señores que cometen literatura impunemente como vos decís, Alicia. Yo creo que no es cuestión de sexo sino de formación cultural y de dimensión de la industria editorial, así como de un gran mercado consumidor.

- ¿Y te preocupa más ser defenestrada por ese mercado consumidor que...

- (Interrumpiendo en voz alta) ¡Lo único que me importa es no ser defenestrada por el público! El día que la gente piense 'a ésta yo no le aguanto un libro más', ese día estaré muerta.
(...)
- ¿Sos tan rayada como parecés?

- Sí, para bien o para mal, ésa es la parte inevitable. ¿Ves? A mí me gustaría pasarte la mejor imagen mía, la de una tipa sincera, cálida, coqueta, espontánea pero bastante centrada, ubicada frente a toda la realidad. Pero yo no soy muy así, soy eléctrica. Soy una tipa que por un lado tiene ataques espantosos de mufa porque le parece que lo que escribe es horrible y se maravilla cuando lee una frase de Ernesto Cardenal que dice 'Donde estamos los dos, ése es el Paraíso'. Y por el otro lado soy la que tiene un ataque de tos en un taxi y el tachero que maneja se da vuelta y me dice 'Qué tos, señora, para mí que esos son nervios, usted está somatizando'. Y yo ese día quedo como transportada, me parece hermoso cómo los prejuicios se hacen añicos y la gente se trasvasa cosas. Yo odio la tilinguería y la cosa golosamente pituca pero también odio la avidez y la deshonestidad. Y a la vez soy una tipa pueril y me avergüenzo por ello y hay días en los que me parece que soy la reina de los mares y el mundo está e mis pies y otros que encuentro que todo este mosaico entreverado que soy no tiene remedio y lo único que quiero es que por lo menos algún alma buena me avise que faltan cinco minutos para que llegue la gente del Borda.

- Ahora, yo, lo que te voy a pedir es que lo que me vertiste en palabras me lo grafiques con un hecho, uno cualquiera, el que recuerdes.

- Uh, tengo un catálogo, soy temible. (...) Te digo, tengo colecciones enteras de pifios. Me acuerdo que una vez, yo era muy chica y estábamos en casa de María Rosa Oliver.
Estaba lleno de mujeres importantísimas y entre ellas estaba la jueza Margarita Argúas. La reunión iba trascurriendo y yo estaba tan cohibida que no se me ocurría nada que decir. Entonces, de golpe me dije, bárbaro, voy a preguntarle acerca de su profesión. Carraspeé, esperé un silencio oportuno y con un hilo de voz le pregunté 'Doctora, ¿desde cuándo ejerce la prostitución?'"
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