El 3 de septiembre de 1940 nació en Montevideo Eduardo Germán Hughes Galeano. Periodista y escritor, a los 14 años comenzó a publicar dibujos que firmaba Gius, por la dificultosa pronunciación de su apellido paterno. De larga trayectoria en el periodismo uruguayo, en 1974 debió refugiarse en la Argentina, para luego exiliarse en España. Sus últimos libros son Patas arriba (1999), Bocas del tiempo (2004) y Espejos (2008). Tramos de El Treinta y cuatro Oriental, entrevista de Ariel Cuch publicada en la revista Lea, nº 7 de octubre de 2000.
"El 'Brasilero'
-¿Por qué?
-Porque éste es el último sobreviviente de los cafés que me hicieron. Soy hijo de los cafés de esta ciudad. En ellos me formé. Yo no estudié nunca nada, no alcancé a terminar segundo año de secundario. Y de los viejos cafés montevideanos, el único que queda vivo es el 'Brasilero'. Tiene 120 años. Y lo amo, porque aquí todavía se puede conversar, encontrarse con otros, dejar pasar el tiempo. El 'Brasilero' es el último de los mohicanos, tan distinto de esos nuevos templos del plástico y de mala comida, en los que no me siento cómodo. Será que uno, en el fondo, pese a ser un hombre de izquierda, también es muy conservador. No hay que ponerles bandera de remate a las cosas más bellas que tenemos.
La charla, por momentos, sufre fugaces interrupciones. 'Hola Galeano', 'Cómo anda, Galeano', 'Qué tal, Galeano'. Y él saluda con el mismo respeto con que lo trata cada persona que va ingresando en el viejo bar. En una de las paredes se exhibe una foto de Galeano posando en la entrada, con una dedicatoria de su puño y letra: 'En mi otra casa'.
El fuego
En El libro de los abrazos, Galeano cuenta que un hombre pudo subir al cielo y contemplar la vida humana. Y a la vuelta, dijo que somos un mar de fueguitos, que cada persona brilla con luz propia, que hay fuegos chicos que apenas alumbran y otros que arden con tantas ganas que encienden a quien se acerca. En Montevideo hace frío y el cielo anuncia una lluvia inminente. Será por eso que tantos hombres y mujeres se apresuran en busca de un refugio. No sea cosa que el agua los apague.
-¿Y usted, Galeano, qué fueguito es?
-Un fuego bastante loco, creo. Yo formo parte de todos esos fueguitos que tienen la capacidad de brillar con luz propia, de dar calor a los demás. Porque fueguitos somos todos. Lo que pasa es que hay una organización del mundo que se ocupa más en apagar que en encender.
-En su último libro, Patas arriba, escribe: 'Nunca ha sido el mundo tan escandalosamente injusto'. ¿Cómo se hace para mantener viva la llama?
-El problema del mundo de hoy es que está disfrazado de destino. Y el gusto de vivir está en cambiar y en ayudar a cambiar. Pienso que hay dolores inevitables, como la certeza de la muerte. Pero hay otros dolores evitables, como el poder que rige al mundo, que agrega dolor al dolor. Y contra eso debemos luchar, porque estamos pagando impuestos al dolor agregado. Una cosa es la fugacidad de la vida y otra es la fugacidad del empleo.
La memoria
-Para muchos, Memoria del fuego es una suerte de manual de la historia no oficial. Déjeme decirle que más que un manual usted creó una nueva Biblia.
-Bueno, esa es una palabra demasiado grande para que uno pueda siquiera imaginarse la posibilidad. La Biblia es un librazo, más allá del contenido religioso que se le atribuya o se le niegue. Se puede leer como una novela espléndida. Pero tiene un gravísimo defecto: no te hace reír nunca. Y sin el humor estamos fritos. Con Memoria del fuego quise profundizar Las venas abiertas de América latina, reconstruir la vida viva, esa especie de gran abanico, como cuando el pavo real abre la cola. Yo digo que la memoria americana está llena de colores, de belleza. Y quise desplegarla a través de historias chiquitas, porque la única manera de asomarse al universo es por el ojo de la cerradura. (...)
El fútbol
'Yo soy muy hincha de Nacional', disipa toda duda Galeano. Pero pese a la victoria de su equipo sobre Juventud por 2 a 1, no se lo nota feliz: 'Jugamos horrible, espantoso. En Fútbol a sol y sombra digo que los resultados me importan menos que la fiesta del fútbol'.
-¿En serio no está ni un poquito contento por el triunfo?
-Claro que a uno le da alegría ganar. Pero lo que vale para el fútbol vale para la vida. Me niego a creer que una vida sin otros valores que ganar o perder.
-En Fútbol a sol y sombra también dice que el gol es el orgasmo del fútbol. ¿Cuál sería el orgasmo de la literatura: una línea genial, un libro premiado...?
-Un libro premiado seguramente no. Yo no creo en los premios ni en el farandulerismo literario. Creo en la capacidad de eco que tienen ciertas palabras que siguen resonando más allá del momento en que fueron escritas. Que otros sientan esas palabras como propias es un alto momento, un orgasmo de la literatura. Porque un orgasmo es un acto de comunión.
-Usted se confesó 'patadura'. ¿Hubiera preferido ser muñeca dura, cambiar la tarea de escritor por la de futbolista?
-Me has puesto en una situación difícil. Yo quise ser santo y no pude por mi tendencia al pecado. Quise ser pintor y no pude porque nunca logré expresar en imágenes lo que profundamente sentía. Quise ser jugador de fútbol y no pude por patadura. Evidentemente, estoy condenado a escribir. Y fervorosamente quise ser jugador de fútbol. Porque el fútbol es una pasión de casi todos, la religión que menos ateos tiene. Y esto no tiene nada de raro en un país donde todos los niños se asoman al mundo gritando gol. Cuando un bebé uruguayo nace entre las piernas de su mamá, grita gol. Por eso son tan ruidosas las maternidades.
El periodismo
Galeano fue jefe de redacción del semanario Marcha, director del diario Época, en la Argentina fundó y dirigió la revista Crisis y actualmente integra el comité asesor del semanario Brecha.
-Sus textos no tienen fronteras, son difíciles de encasillar. Por momentos parecen ensayos, artículos periodísticos, cuentos, poemas...
-No importa el envase cuando se tiene algo que decir. El problema con la clasificación literaria es que clava la mariposa contra la pared y le impide volar. Yo creo que el periodismo es una forma de la literatura, aunque no lo sepan quienes lo practican. Literatura es el conjunto de mensajes escritos que una sociedad emite, tengan la forma que tengan. Hubo en la historia periodistas de alto nivel, como Rodolfo Walsh o como un hombre que tuvo mucha influencia en mí y que me formó en mis primeros años, Carlos Quijano, el director y fundador del semanario Marcha, la publicación latinoamericana más importante en la historia. Él me enseñó que es perfectamente posible publicar sin venderse ni alquilarse.
-¿Y de sus días en la revista Crisis, qué recuerdos tiene?
-Crisis fue como la espuma de una ola, producto de una energía creadora muy fecunda. Crisis demostró que era posible hacer una revista cultural que atravesara las fronteras tradicionales del género.
-En uno de sus primeros libros, Los fantasmas del día del león, hay un cuento sobre el tema de los delincuentes argentinos que en 1965, en un edificio de Montevideo, quemaron la plata robada en Buenos Aires, episodio también llevado a la literatura por Ricardo Piglia y al cine por Marcelo Piñeyro. ¿A usted le tocó cubrir ese hecho como periodista?
-Fui como curioso. Recuerdo de ese episodio el tremendo impacto de la violencia en una ciudad poco acostumbrada a la violencia. Los bandidos quemaban la plata y le ofrecían a la policía el humito por el portero eléctrico, y les decían: '¿Sentís el olorcito, sentís?. Y recuerdo que la calle se convirtió en una feria; vendían panchos, refrescos, chorizos, en medio de la balacera. Un policía montado a caballo, al ver que yo atravesaba la barrera de contención, me dijo: 'Si te matan, no te quejés'. Siempre pensé cómo hace uno para quejarse después de muerto.
-¿Recuerda alguna de sus primeras notas?
-Recuerdo una crónica sobre una película: Doce hombres en pugna. Y la recuerdo porque hubo una errata fatal y en el título me pusieron Doce hombres en punga."
Galeano recita Instrucciones para leer el diario
Galeano en el canal Encuentro
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