30.8.10

Espectáculos

A CINCO AÑOS DE LA MUERTE DE ELADIA BLÁZQUEZ
El 31 de agosto de 2005 falleció la cantante y compositora Eladia Blázquez. Creadora de un nuevo estilo de tango canción, propuso una novedosa temática y un lenguaje actualizado en sus canciones. Antes de dedicarse al tango había comenzado su carrera como cantante de música española, folclore y boleros. Nacida en Avellaneda, suburbio del sur de la ciudad de Buenos Aires, nos cuenta su vida en Con el corazón mirando al sur, entrevista de Jorge Ariel Madrazo publicada en la revista First, nº23 de agosto de 1988.





-¿Cómo fueron, Eladia, aquellos comienzos suyos en los que, mucho antes del tango, cultivó la canción española y melódica y también el folkore?
-Como es sabido, yo nací en Avellaneda, pero lo que no todos saben es que soy hija y nieta de españoles. Prácticamente, nací en la Argentina por un maravilloso y feliz accidente geográfico: de allí que pude abordar la canción española siendo aún muy pequeñita. Mi vocación musical se despertó cuando apenas tenía cuatro años, con una diminuta guitarra de juguete que me regaló mi papá. Lo importante es que mis padres me apoyaron, se dieron cuenta de que mi vocación era en serio...
-Tenían ellos alguna predisposición artística, además del lógico cariño hacia su hija que, es de suponer, era la 'mimada' de la familia?
-Papá, que era granadino, tocaba bastante bien la guitarra; mamá, salamanquina, entonaba con mucho gusto y tenía muy buena voz. No resulta exagerado decir que nuestra casa era una verdadera caja de música. Pero, por fortuna, nunca se propusieron que yo me convirtiera en una especie de 'niña prodigio', esas criaturas que empiezan haciendo algo en apariencia importante, y luego casi siempre se frustran.
-¿Y qué es lo que comenzó a hacer usted ya tan temprano en su vida?
-Fui lanzándome en forma totalmente autodidacta, ya que sólo cursé hasta el sexto grado de la primaria y habré estudiado teoría musical poco más de un año. Mi 'debut', si así puede llamárselo, ocurrió en un balconcito de una casa con frente de mármol y puerta imponente, un edificio de dos pisos perteneciente a un doctor, uno de cuyos hijos era amigo de un tío mío, que fue quien me guió en los primeros acordes guitarrísticos. Allí, en ese balcón y llevada por él, que le pidió el permiso de rigor a papá, canté Volver y Los ojos de mi moza.
-Por azar o no, esas eran dos canciones bien gardelianas, ¿Qué edad tenía entonces?
-Tendría cinco o seis años, no más. En mí había mucha fuerza, una necesidad de expresión auxiliada por un muy buen oído y una evidente inclinación natural, así como una gran facilidad. Claro está que para el debut en serio, tuve que aguardar un poco; fue a los ocho años que empecé por Radio Argentina, entonando canciones camperas y españolas. Cuanto tenía catorce o quince años también me gustaba mucho el jazz, pero lo español predominó cada vez más: a los trece actuaba en la matiné de Juan Manuel cantando cuplés, tonadillas, serranas y también flamenco. Y seguí cantando español hasta pasados los veinticinco: con el flamenco viajé por toda América y grabé diversos larga duración.
(...)
-¿En qué forma ocurrió su salto al tango?
-Desde mucho tiempo atrás, aun cuando yo estuviera cantando en 'El Tronio', me sentía muy motivada por músicos como Troilo y el entonces jovencísimo Ástor Piazzolla. El tango más perdurable me llegó desde un primer momento a través de los arreglos de Horacio Salgán, Héctor Artola, Argentino Galván, a quienes descubría a raíz de mi acceso a ese mundo de la mano de Pichuco, Ástor y de los 'papás' Cobián, Delfino, Bardi. En cuanto a las letras, me influenciaron sobre todo Enrique Santos Discepolo y Homero Manzi, sin olvidar la admiración por otros grandes creadores: Cátulo Castillo, Homero Espósito, y varios nombres que eran y son ineludibles.
Lo cierto es que yo me encontré, así como suena, con el tango. Al principio vivía alejada musicalmente de mi país, como casi todos los argentinos: sabía que existían el tango y el folklore, me gustaban mucho los buenos músicos del género, pero no eran lo que prefería. Cuando el tango entró de lleno en mi vida, fue algo maravilloso: me dio la posibilidad de decir tantas cosas; algo que otros géneros no me permitían. Entonces, sí: allí hice una indagación un poco más profunda. Y comprendí que, claro, la milonga es el tanguillo, y la habanera puede haber sido ese comienzo del tango que todos presumimos de una manera un tanto nebulosa, sin conocerlo muy bien a ciencia cierta.
-Sería una suerte de mezcla musical y cultural, ¿verdad?
-Claro, el tango es de algún modo el fruto de ese crisol de razas que nos conformó, y en el que a fuerza de ir diluyendo personalidad e identidad nosotros nos hemos vengado, creándonos una identidad propia que, además, no tiene parangón en el mundo: Buenos Aires es la única ciudad del planeta que atesora una música propia, el tango. Eso no sucede con ningún otro género musical, en ninguna otra parte del globo.
(...)
-¿Alguna vez se analizó?
-No, nunca. No siente nada peyorativo hacia el análisis, por supuesto, pero estoy convencida de que para mí no hay mejor analista que el espejo. Cuando yo tengo que revelarme algo interior a mí misma me lo digo en voz alta, me saco la lengua, me río sin tapujos de ese otro yo que tengo debajo de la piel.
-Precisamente, se ha hecho notar que muchos de sus temas representan una indagación psicológica del porteño. Como en su tan popularizado Somos como somos ('Miremos este espejo bruñido y reluciente,/ sin el engrupe falso de una mentira más...'), o Pazzia (locura, en italiano), hecha en colaboración con Chico Novarro.
-¡Pero si hasta se me ha ocurrido que algunos psicoanalistas creen que soy colega suyo! Varios de ellos, que como es sabido veranean por lo general en febrero, me lo preguntaron cuando hicimos con Chico una temporada en Punta del Este. Me lanzaban, a quemarropa: ¿sos psicóloga? (Ríe).
-En sus primeros tangos reconocía un sello casi discepoliano...
-En efecto: yo me inicié con una temática muy dura, muy árida y cruel si se quiere. Más tarde empecé a pulirme; también he ejercitado un poco la sátira, aunque no al punto en que lo hace a veces -y muy bien- María Elena Walsh; aun en temas como Somos como somos o Vamos en montón, donde podría haber dicho cosas muy terribles, busqué un equilibrio. Me pareció que ése era el tono justo para exhortar: 'Bueno, es hora de que nos atrevamos a autoanalizarnos, hagamos una autocrítica que no nos duela demasiado el golpe'. Y la gente aplaude eso como loca; es casi la primera vez que uno puede decirle a un porteño que es un chanta, que es esto y lo otro, y pese a ello le parece bárbaro. Es que hay muy poco tiempo que sentimos esta honda necesidad de reconocer y asumir nuestros defectos. Que es una vía para desplegar, por fin, todas nuestras virtudes".


Siempre se vuelve a Buenos Aires interpretado por Eladia Blázquez


Eladia Blázquez y Julia Zenko cantan Cuando el amor se va en el programa Badía & Cía.


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