26.8.10

Política nacional

A 40 AÑOS DEL CRIMEN DE JOSÉ ALONSO
El 27 de agosto de 1970 fue asesinado el sindicalista José Alonso. Era el secretario general del Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA) y una de las figuras más importantes del gremialismo argentino de aquellos años. Reivindicado por un 'Comando Ejecutivo Emilio Maza' (uno de los montoneros muertos en el copamiento de La Calera), pese a las distintas versiones, el crimen jamás fue esclarecido. Fragmentos de Alonso asesinado: otro puente que cae, publicada en la revista Panorama, nº 175 del 1º de septiembre de 1970.





"-¡Pará petiso, que estamos en llanta!
-¿En llanta? Qué raro, si vamos bien...

Como Santos Dumont es contramano, Enrique Micó había hecho lo de siempre: doblar por Ciudad de La Paz y subir luego por Matienzo hacia Cabildo; a su lado, José Alonso se desperezaba: 'No dormí anoche -le dijo-, los retortijones me tuvieron loco'. Antes, al ubicarse, echó sobre el asiento trasero un portafolios y el sobretodo. Con aire intimista, Alonso pasó después el brazo izquierdo sobre el respaldo de Micó y le dijo: '¿Sabés lo que llevo ahí? La carta para El Viejo, donde le anunciamos la unidad'. Puso la radio y se hundió en los parloteos del Fontana Show.
Al llegar a Zapata, un Peugeot se les aparea; desde la ventanilla, uno de los pasajeros inclina el pulgar repetidas veces: apuntaba a los neumáticos del Fiat 1600 de Micó quien, no obstante, siguió atento a la ruta.
-¡Pará petiso, que estamos en llanta! -le avisó Alonso.
-¿En llanta? Qué raro, si vamos bien...
Por las dudas, Micó sortea lentamente los badenes de Zapata y se estaciona en la esquina, al comienzo de la otra cuadra. Lo que sucede enseguida se precipita con la velocidad de un rayo: él desciende para inspeccionar las gomas, pero el otro vehículo se le cruza y deja caer a un muchachón armado que gatilla sobre Micó, pero al no salir el proyectil la emprende a culatazos contra el secretario contra el secretario adjunto del gremio del Vestido hasta desvanecerlo sobre el pavimento. Mientras, en la encrucijada de Zapata y Matienzo frenaba un Chevrolet del cual bajó un gigantón acompañado de otro sujeto, los dos embozados en el cuello de los abrigos, empuñando sendas pistolas en las manos con guantes. Uno, dos, tres, diez, once tiros descerrajaron contra Alonso desde la aleta derecha del Fiat: seis balazos dieron en la cabeza del dirigente -dos entraron en un solo punto, muy cerca del oído- y otros cinco se enterraron en el tórax. En pocos segundos los delincuentes ganaron sus coches y huyeron a velocidad normal. Eran las 9,12 del jueves último y -satánico albur-, el crimen se consumó a pocos metros de Zapata 315, el primer domicilio del capitán Juan Domingo Perón.
Alonso había embarcado a las 9,01 en el Fiat de su lugarteniente, quien pasó a buscarlo por su casa de Santos Dumont 2540. 'Un individuo joven detuvo el vehículo', dijo a la policía Isolina Quintán, que presenció el delito. 'Sí, era joven el que se bajó del choque', corroboró Leonardo Fernández, un carnicero que salió a la puerta al escuchar los disparos: aparentemente, los testigos se concentraron en el bandido que aporreaba a Micó, y sólo vieron de espaldas a quienes pulverizaron a Alonso.
Esa mañana -como el 30 de junio de 1969, cuando Augusto Vandor cayó asesinado, como el 29 de mayo último cuando raptaron a Pedro E. Aramburu- el país entró en un éxtasis de perplejidad. El gobierno, en cambio, creyó enloquecer. Nicanor Saleño -el subsecretario de Trabajo que representa en el gabinete la tendencia 'alonsista'- se enteró de la tropelía la cruzar la avenida General Paz, desde la provincia, en dirección a sus oficinas: apagó la radio y enfiló hacia el chalet de Alonso.
(...)
El presidente Levingston y el titular de Trabajo Juan A. Luco fueron sorprendidos por la noticia cuando celebraban -alrededor de las 10- una conferencia en la Casa Rosada. A esas horas, el jefe de Policía, Jorge Cáceres Monié, ya estaba en el local de las 31. luego, en la capilla ardiente de la calle Santos Dumont, el drama hizo presa de todos: 'Los asesinos -acusó César Perini, administrador del gremio- son los mismos que pagaron la campaña contra Alonso: (Juan Carlos) Vidal y su gente; lo hicieron porque no tenían chance electoral'. La injuria golpeaba al petrolero Adolfo Cavalli, quien protege a la boleta opositora. Le tocó a Lorenzo Miguel (metalúrgico) desvirtuar la especie: 'Si Alonso tenía adversarios, existían otros métodos para discutir las discrepancias; ningún sindicalista pudo llegar a algo semejante'.
Sobre el catafalco la viuda musitaba 'Papá, papito, voy a seguir en tu lucha'. En cambio, José Luis Federico -su hijo, de 14 años- conservaba una patética serenidad: 'No llores -calmó a su madre- , que mañana los trabajadores querrán mucho más a papá. Ahora él pasa a la historia'.
Allí flotaba la certeza de que si el asesinato de Vandor fue el primero en conmover al país, el suplico de Aramburu hace sospechar que la muerte de Alonso no será la última. En las primeras horas de la tarde el infaltable 'comunicado' llegaba a las redacciones de los dos vespertinos porteños: 'Hoy -rezaba- José Alonso fue pasado por las armas de acuerdo a la lista del 4 de agosto, donde afirmamos que los traidores serán ejecutados-. Lo suscribía el 'Comando Ejecutivo Emilio Maza', una sigla nueva. Por la tarde en una fonda de la plaza Once apareció un texto distinto: 'Ajusticiamos a Alonso -explicaba- por traidor a la Patria, a la clase obrera y al movimiento peronista; por agente de un régimen cipayo, asesino y hambreador. Jamás reconquistaremos el poder con una dirección en manos de los tránsfugas'. Esta vez la rúbrica decía 'Comando Montonero Emilio Maza del Ejército Nacional Revolucionario'.
(...)
Muerte a los negociadores. José Alonso muere -dijo Levingston a las 21, por radio y TV- porque 'su prédica era escuchada y comprendida, porque su conducta era seguida, porque su ejemplo era imitado: él era un obstáculo para la desunión y un peligro para los enemigos de la Nación'. El esquema presidencial era compartido por la mayoría de los asistentes al velatorio: 'Estos hechos sirven para echar leña al fuego y se vislumbra que podrían promoverlos quienes buscan interrumpir un proceso que puede tomar una senda positiva', opinó Piero Ugo Fontana -el intérprete Hugo del Carril-. Según El Cronista Comercial del viernes, Alonso era el candidato a vicepresidente de una fórmula de coincidencia encabezada por Alejandro Lanusse.
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Para nadie había dudas de que el terrorismo golpea a los negociadores, a quienes están dispuestos a encontrar una solución de aveniento: Vandor sucumbió cuando intentaba acercar a Onganía junto a Perón. Aramburu, a su vez, fue secuestrado mientras intentaba subir al poder en brazos de una insólita coalición liberal-peronista. De Alonso, por fin, se esperaba que lograra la unidad del gremialismo para intentar por enésima vez, aliado con los militares populistas, que el gobierno cambiara de signo, se afiliara a una línea 'peruana'.
Vida, pasión. El viernes por la mañana hubo un paro general de 15 minutos en homenaje a Alonso; el sábado, el cortejo recorrió todos los lugares que él rozara con su acción: la vieja casona de Maipú al 200, antigua sede del gremio sastreril; el Congreso, donde fue diputado entre 1951 y 1955; La Prensa, que no se dio por aludida (Alonso perteneció a su directorio luego del avasallamiento de enero de 1951), la CGT -cuya secretaría general ocupó en 1963 y 1965- para terminar en la Chacarita hasta donde lo siguieron unas 5.000 personas."


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