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Espectaculos

HACE 20 AÑOS MORÍA VIRULAZO
El 2 de agosto de 1990 murió el bailarín de tango Virulazo. De familia humilde, debió trabajar desde niño antes de dedicarse al baile. Comenzó a realizar giras por todo el país luego de ganar en 1952 un concurso de bailarines de tango organizado por la empresa de chocolates Aguila. Llegó a actuar en Broadway con la obra 'Tango Argentino'. Fragmentos de A fuerza de corazón, entrevista de Mónica Sabbatiello publicada en la revista First en enero de 1988.



"Medio centenar de senadores norteamericanos se reunieron en un gran almuerzo para ofrecerle un homenaje y Julio Bocca dijo que le gustaría llegar a su edad bailando como él; Baryshnikov confesó que este hombre le cambió sus conceptos de la danza y los pueblos alemán, francés, japonés y norteamericano, lo consideran como un ídolo.
Entretanto, Virulazo, cuyo verdadero nombre es Jorge Martín Orcaizaguirre, con más de 120 kilos y agitándose al hablar -porque fuma más de dos paquetes de cigarrillos por día-, con lo único que sueña cuando está en el extranjero es con volver a su casa de San Justo -la de la puerta siempre abierta-, para tomar mate con sus amigos, comer asado con los vecinos y escuchar los trinos de su jilguero. Y también, es claro, seguro con la bohemia de la noche porteña, acompañado de su mujer, Elvira, que es su pareja de baile y por la que siente un apego total.
(...)
-¿De qué barrio es usted originalmente Virulazo?
-Yo nací en Haedo, pero a los 14 meses me llevaron a La Tablada, a vivir con mi abuelo, porque mis padres se habían separado. A mis abuelos les debo todo lo que tengo en la vida.
Virulazo se agita inquieto en la silla cuando su mujer, Elvira, se aleja. Precisamente 'Elvira' sería la palabra más veces pronunciada durante la tarde. 'Vení vieja, vení, quedate con nosotros', reclama, cada tanto, cariñoso.
-Cuénteme entonces cómo era su abuelo.
-Él se llamaba Rómulo Pelufo. Era italiano y capataz de ferrocarril, en La Tablaba. Mi infancia fue muy triste. (Se mantiene callado unos minutos. Sus ojos saltones parecen mirar sólo hacia adentro). Tuve que empezar a trabajar a los siete u ocho años, lustrando zapatos y vendiendo en los colectivos. Pero no me avergüenzo de eso. He llorado mucho. Pero siempre mantuve mi altura. Odio la fallutería y la mentira y el premio más grande que he recibido por mi sinceridad es el afecto de la gente. Porque todos me quieren, ¿sabe? Ahora van a colocar la baldosa con mi nombre en Los Ángeles. Fíjese: tengo segundo grado inferior, pero soy doctor en los Estados Unidos. (Se ríe).
-¿Cómo conoció a Elvira?
-Ella fue mi primera novia. Después la vida nos separó. Entonces me casé con otra mujer y tuve tres hijos. Mi primera esposa murió. Me casé más tarde con Elvira y tuvimos dos hijos. Formamos un núcleo familiar muy lindo. ¡Todos nos queremos mucho!. Y yo siempre trato de ayudar a los que tienen problemas, por eso digo que la gente va a la iglesia a orar, pero que yo siento que Dios está en mí. Yo no creo que exista gente mala, sino gente equivocada, que es diferente.
-¿Cuáles fueron sus primeras relaciones con el tango?
-Dicen que mi papá bailaba muy bien el tango y mi mamá también. Y mis tíos. Yo me crié en una familia tanguera. Yo los veía bailar a todos ellos y comencé a imitarlos, pero durante mucho tiempo seguí trabajando en otras cosas.
-¿En dónde trabajó?
-Trabajé en el matadero, primero como pintor y luego como capataz y comprador de hacienda. Fue por esa época, cuando tenía alrededor de 17 años cuando mi padrino, Celedonio Flores fue a La Tablada a verme bailar. Él me dijo, muy convencido: 'Vos no podés bailar gratis, pibe, porque lo hacés muy bien'. Entonces comencé a tener ilusiones. Me llevaron a 'La Armonía', en la calle Corrientes y ese fue mi debut profesional.
(...)
-En el tango hay mucho de llanto. ¿Cree que hace bien llorar?
-Yo lloro de emoción. Cuando veo una película de Gardel lloro como un loco. No hay caso, no puedo evitarlo. Mire: llorar no es algo sólo para las mujeres. Los hombres lloran. Hay hombres que lloran de impotencia o de dolor. Hay hombres que lloran por un desengaño. O porque en un momento dejan de comprender su propia vida. Hay muchas cosas por las que los hombres pueden llorar.
(...)
-¿Le gusta a usted sentarse en los bares a filosofar?
-Me encanta, y hablar sobre todo del tango, de su filosofía que es sabia y sincera.
-Nómbreme sus amores en el tango, compositores, cantantes...
-Bueno... Gardel. Mire, no puedo ni hablar de Gardel, porque me pongo a llorar. Pregúntele a Elvira: yo no puedo oírlo, porque lloro. También otros amores hay en mi vida, todos amigos íntimos, como Fiorentino, que Dios lo tenga en la gloria. Alberto Castillo, Floreal Ruiz, Angelito Vargas, Roberto Rufino, Nelly Omar, Elba Verón, Nelly Vázquez. Para mí el summun fue Lepera, porque fíjese lo que dice: 'Tus ojos se cerraron y el mundo sigue andando, su boca que era mía, ya no me besa más'. También Cadícamo, Manzi, Expósito...
-¿Y cuál es el tango que más le gusta?
-'Berretín'.
(...)
-¿Cómo crea usted las coreografías de su danza?
-Las creo en la cama.
-¿En la cama?
-Sí, en la cama, tranquilo, tras hacer una especie de repaso de mi día, algo así como un estudio de conciencia con la almohada. Entonces pienso cómo podría poner las piernas en tal tango, cómo levantar la otra, qué figura podría lograr. Entonces me levanto y mi señora también, a las dos o tres de la mañana y en la pieza, atrás de la cama, ensayamos la figura dos o tres veces. Luego nos acostamos y al otro día la practicamos. En la cama encuentro la inspiración. Es el mejor lugar que existe.
(...)
-¿Qué piensa de Julio Bocca?
-Lo quiero mucho, porque habló muy bien de mí. A él le preguntaron en un reportaje por televisión hasta cuándo pensaba bailar y respondió: 'Yo conocí en Broadway a un hombre que es de otro planeta que pesa 120 kilos y que es Virulazo. Baila como los dioses. Yo -agregó Julio Bocca- tengo la esperanza de poder bailar como Virulazo a su edad'. Este pibe es genial, bailando digo. Los soviéticos lo premiaron y los norteamericanos lo contrataron porque es genial. Ellos saben mucho de ballet.
-¿Hay algo que lo asuste?
-Sí, la muerte. Le tengo pánico. Siempre fue así, desde pibe. Porque los pibes que se acuestan bien alimentados y que cuando se levantan tienen a su madre, los que salen bien vestidos creo que no deben pensar en la muerte, porque para distraerse tienen su bicicleta o su monopatín... pero a mí, el balero de latón no me permitía olvidarme de la muerte."

Berretín, de Laurenz y Cadícamo, por la orquesta de Leopoldo Federico


Virulazo y Elvira bailando La cumparsita en Grandes valores del tango


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