6.8.10

Boxeo

A 50 AÑOS DE LA MUERTE DE LUIS ÁNGEL FIRPO
El 7 de agosto falleció Luis Ángel Firpo, uno de los pioneros del boxeo en la Argentina. Había nacido en Junín (provincia de Buenos Aires) en 1894, y fue el primer púgil nacional en disputar un título mundial. El 14 de septiembre de 1923 combatió con Jack Dempsey -a quien arrojó del ring-, y entró en la leyenda del deporte nacional pese a su derrota. En su homenaje, ese día se conmemora en la Argentina el "Día del Boxeador". Tras su retiro se dedicó a la actividad agropecuaria. Recordamos sus inicios en Vida y combates de Luis Ángel Firpo, libro de Horacio Estol.



"Corrían los primeros días del mes de diciembre de 1917, y la exhibición se combinó para la semana siguiente en el ring del Internacional; serían cinco rounds de dos minutos, y se usarían guantes de doce onzas.
Aquel famoso día, el local del Internacional se vio concurrido como si se tratase de un combate sensacional.
Se acuerda de que al iniciarse la exhibición, (Frank) Hagney, hombre de indudable experiencia en el ring, comenzó a boxearlo haciendo alardes de velocidad y picardía. El hábil australiano punteaba a Firpo con la izquierda larga, mientras los lentos golpes del aficionado no alcanzaban a llegar a su destino. Cada acierto de Hagney era coreado con risas y bromas de la 'barra' de ingleses, hasta que, sobre el final del round, el clima de burla comenzó a hacerse pesado.
Sobre la segunda vuelta pareció que Hagney quiso hacer otra clase de chistes, y después de puntear varias veces con la izquierda, sorprendió a Firpo con un recio derechazo donde los ochenta y ocho kilos del australiano se cargaron con alma y vida...
-Entonces -sigue Firpo- me di cuenta de que estaba pegando de veras, y ya no tuve por qué andarme con vueltas...
Y así fue. Sobre el golpe de Hagney, se desató el contenido huracán de los brazos del muchachote criollo, y una lluvia de golpes acorraló al australiano, en medio del griterío del público, hasta que de pronto un impresionante uppercut lo hizo rodar por el suelo...
Hubo un momento de conmoción y desconcierto. Firpo, como los demás, recordó que era una exhibición, y rápidamente ayudó a levantarse al caído. Se produce un cuerpo a cuerpo confuso que aprovecha Hagney para reaccionar, y luego, súbitamente, la derecha cerrada de éste se descarga sobre la mandíbula de Firpo como un ariete.
¿Otra vez? ¿No había escarmentado?
Los golpes de Firpo vuelven a llover sobre su rival y, nuevamente, tomado éste por un largo swing, cae al suelo. Sobre el instante en que el temible aficionado aquel ayuda a incorporarse al adversario, suena el gong apaciguador.
De ahí en adelante, sí fue una exhibición...
-¡Dos knock-down con guantes de doce onzas! ¡Dos knock-down con guantes de doce onzas!- repetían asombrados los aficionados.
Y así sucedió entonces que un día, alguien se acercó a Luis Ángel, para hacerle una proposición:
-Oiga..., ¡si usted quiere, puede ganar una buena cantidad de dinero peleando!
Firpo lo miró entrecerrando los ojos. ¿Ganar dinero peleando? Eso no se le había ocurrido nunca. Ciertamente, si otros lo hacían, ¿por qué no podía hacerlo él también?
-¿Qué le parece?
-¿Qué me parece? Bueno, si. ¿Peleando con quién?
-Con un uruguayo... A lo mejor, se gana mil pesos argentinos.
-¿Un uruguayo, dice?... ¿Quién?
-Rodríguez... Sería para hacer una pelea en Montevideo.
De golpe, y cuando quiso acordar, si vio comprometido a pelear con Angelito Rodríguez, así como un año y medio antes se había visto comprometido a aprender a boxear.
-No podés pelear con Rodríguez, todavía. Rodríguez es un boxeador...
-Esa pelea con Rodríguez...
-Rodríguez...
-Rodríguez...
Todo el mundo trató de disuadirlo para que anulara el compromiso contraído para aquella peligrosa pelea, en la que él, un aficionado que prácticamente no había combatido nunca, había de enfrentarse con el mejor hombre de la categoría en Sudamérica.
Pero Firpo había dicho que iba a pelear, y pelearía, pasara lo que pasase. No tenía fortuna, ni fama; pero tenía palabra.
Y un jueves se embarcó para Montevideo, solo, sin otra despedida que el escepticismo de sus amigos, para correr una gran aventura. Y le serviría más adelante esta experiencia, porque también años después habría de embarcarse así, solo y desamparado de confianza amistosa, para una aventura mucho más arriesgada que aquella de 1918...
Hubo en los viejos tiempos del boxeo, un campeón que se llamaba Ángel Rodríguez, pero a quien todos llamamos Angelito. Tocayo de Firpo, fue también un poco tocayo de destino por esa gloria -de tono menor- que le dieron en su patria el aplauso y la admiración popular. Tiene también Ángel Rodríguez su buen lugar en la historia del boxeo en esta parte de América, y figura, sin duda alguna, entre los precursores.
(...)
-Bueno, Angelito -insisto-, hablemos de aquella pelea...
-¿Qué quiere que le diga?
-Ya sabe, Firpo dice que la cuente usted... Se trata de recordar...
-Hombre -interrumpe-, me acuerdo que esa noche, en el ring-side estaba Carlitos Gardel, del que era muy amigo...
-No, Rodríguez... Esos recuerdos no. Se trata de recordar la pelea. ¿Usted lo había visto antes de subir al ring a Firpo?
-No, no lo había visto. Él era un muchacho nuevo...; y bueno, ya se sabe lo que pasa sobre el ring. Sonó el gong y usted sale a pelear...
Angelito Rodríguez, por no sé qué cosas de cordial que está en todo él, no quiere detenerse en el recuerdo de ese lejano combate.
Y tiene razón cuando dice que es un combate sin importancia en sí. Es simplemente el muchacho novato y voluntarioso, aquel que todavía no ha sostenido nunca un combate formal, opuesto al púgil recio y avezado, en lucha despareja. Los dos hombres no alcanzan a estar un round en el ring del teatro Casino; Firpo ha perdido por knock-out.
-En cambio -dice Rodríguez-, más importante es lo que ocurrió después de la pelea...
Y cuenta.
Después de esa pelea, Firpo se queda en Montevideo más de un mes. Rodríguez, que se está entrenando para pelear con el australiano Hagney, sabe que el argentino ha cruzado guantes con el próximo rival, y le pide que vaya al gimnasio para ayudarle en los sparrings. Aunque la pelea que le ganó fue breve, igual se enteró de que Firpo es recio y pega fuerte: justamente, lo que él necesita en su entrenamiento, ya que el australiano también es un hombre vigoroso.
-Me di cuenta de que era un muchacho que podía ir muy lejos -sigue recordando Angelito Rodríguez-. Tenia unas condiciones físicas magníficas, y además era un verdadero peleador; y como verdadero peleador que era, la derrota sufrida no le afectaba moralmente en lo más mínimo.
Hacen guantes y charlan después sobre el boxeo y sobre planes futuros.
-Usted le va a ganar fácil a Hagney -le dice Firpo a Angelito, haciendo un vaticinio exacto-. Yo lo he volteado dos veces con guantes grandes...
-No importa. Nunca hay que pensar que una pelea es fácil... En el ring no se deben pedir concesiones, pero tampoco se puede darlas. No hay adversario pequeño ni pelea ganada antes del último round...
En Rodríguez habla la voz de la experiencia. Y Firpo, con un claro instinto, sabe escuchar todo lo que viene bien a sus proyectos y a su modalidad personal.
Y es por eso que escucha atentamente a ese amigo, el día que le dice:
-Para mí, Firpo, que usted debe irse a Chile...
-¿A Chile?
-Sí... A Chile...
Rodríguez piensa, con certeza, que en Buenos Aires, Firpo no tiene posibilidad de continuar su carrera superándose; prácticamente, en las dos orillas del río de la Plata se hace muy poco boxeo, y menos profesional, y menos en la categoría pesado. Chile, en cambio, es, desde hace años, el centro pugilístico más importante de América del Sur y hay allí un buen plantel de pesos pesados, entre los cuales Firpo puede buscar su lugar, enfrentándose de a poco con los hombres mejores...
-Yo he estado allá, como usted sabe -dice Rodríguez a Firpo-. Conozco bien el ambiente... No sólo hay interés por el boxeo, sino que hay también mucha gente experta en pugilismo...
-Sí, claro -asiente-. Será cosa de ir a Chile, no más...
-Me parece que es lo mejor que puede hacer. Y si se decide, yo le voy a dar una carta para un amigo que tiene un gimnasio... Es un hombre que sabe mucho de boxeo y le puede ser útil...
-¿Y se conseguirán peleas?...
-Ese amigo podrá ayudarlo en todo...
-Y bien -Sigue contando-; le escribí una carta de recomendación para mi amigo don Felipe Zúñiga, y se la di... Eso fue muy poco antes de que abandonara Montevideo. Después, un día nos dimos la mano y, como en el ring, le hice un voto sincero: -Buena suerte...
Hace una pausa Rodríguez, sonríe más ampliamente que nunca ahora, y luego comenta:
-El voto se cumplió. Ahora comprendo que fue fácil hacerlo, porque en esos días yo debía tener algo así como el presentimiento de que Firpo llegaría lejos..."

Imágenes del combate Firpo-Dempsey




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