El 29 de julio de 2000 se quitó la vida René Favaloro, uno de los cardiólogos más importantes de la historia argentina. Fue médico rural antes de especializarse en el extranjero y en 1975 fundó la Fundación Favaloro para la Docencia y la Investigación Médica. Entre otras operaciones, practicó el primer trasplante pulmonar doble en la Argentina. Fragmentos de René Gerónimo Favaloro un cirujano de corazón, entrevista de Luis F. Núñez publicada en la revista dominical del diario La Nación el 23 de agosto de 1992.
“'Hace veinte años que paso todos los días por aquí y no me canso de mirarlo; de todos los que le han dedicado es el que mejor lo expresa'.
Para el médico cardiólogo René Gerónimo Favaloro, comenzar su día con la contemplación del grupo escultórico El abuelo inmortal, de Ángel Ybarra García, emplazado frente a la réplica de la casa de Grand Bourg, es parte de su afirmación sanmartiniana y una manera de hacer más estrecha su adhesión al ideario que siempre guió sus paseos.
Nacido en La plata, el 14 de julio de 1923, allí transcurrieron sus años de estudiante, que sin duda dejaron en su espíritu una huella tan indeleble como la que le imprimieron sus padres, Juan Bautista Favaloro e Ida Raffaelli.
'Para ingresar al Colegio Nacional de La Plata, dependiente de la Universidad, tuve que rendir examen; yo venía de la escuelita de un barrio modesto del sudeste de la ciudad, tan modesto que lo llamaban el Barrio del Mondongo, pero eso no fue un inconveniente, en la Escuela 45 me habían preparado para ese desafío; en realidad, todas las escuelas eran buenas. Y no quiero contarle lo que fue el colegio secundario... una época brillante, inolvidable'.
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El amor a la tierra
Los años de estudio no parecen haber pesado en el ánimo de Favaloro, quien desde niño, y mientras iba a la escuela, también ayudaba en el taller de ebanistería de su padres, y cultivaba con entusiasmo una huerta familiar: 'Algo que me inculcó mi abuela materna, Cesárea Raffaelli, y que nunca me abandonó'. Por ello, no debe extrañar que los nombres de Thoreau, Emerson, Whitman y Hudson vuelven una y otra vez a la conversación, convocados por su amor a la tierra, a la naturaleza y a los oficios manuales.
Una vida disciplinada
También, de aquellos años de estudiante, son los madrugones que lo acompañan desde siempre. 'Invariablemente me levanto a las seis de la mañana y poco después de las siete estoy listo para salir; trabajo doce horas; no almuerzo formalmente, a veces como una manzana o tomo un té con galletitas; a las diez de la noche ya estoy en la cama después de una cena liviana y, créame, las primeras horas las duermo tipo coma cuatro, como si estuviera muerto; no sé lo que es el insomnio.' No fuma ni bebe; sin embargo, '...a un vermucito de vez en cuando, no me puedo negar, ¿no?'
Y, volviendo a sus años mozos, aclara: 'No vaya a creer que no teníamos tiempo para otras cosas, como jugar al fútbol -se confiesa simpatizante de Gimnasia y Esgrima La Plata y admite sufrimiento por la banderita- o al básquet, o ir al cine. Me acuerdo que la entrada costaba 30 centavos, o 40 con consumicion; un café y un sandwich que comíamos en la misma sala. El cine América, por ejemplo, tenía en los respaldos de los asientos un soporte para el pocillo'.
Más tarde también tendrá tiempo para los amoríos adolescentes y los paseos por el Bosque; asegura que desde muy temprano tuvo la certeza de su vocación por la medicina y la necesidad de prepararse convenientemente para ejercerla. 'Fui un traga', confiesa sin rubores, gestos heroicos o tardíos arrepentimientos; como si con tales profesores y exigencias, cupieran alternativas.
'La Universidad que nos legó la Reforma de 1918 tuvo en claro la necesidad de limitar el acceso a las aulas para obtener de los alumnos la excelencia buscada. Hoy, el ingreso irrestricto hace muy difícil la formación cabal de un profesional. Muchos médicos egresan de la facultad con una práctica deficiente, sin haber auscultado, palpado o percutido a suficientes pacientes, entre otras cosas necesarias para la formación de un médico; y sin tener con profesores y enfermos el estrecho contacto que se necesita para conocer a fondo los secretos de la medicina.'
A pesar de sus famosos arranques, no se reconoce cascarrabias; sin embargo, concede que puede explotar. 'Algo natural a mi sangre de origen siciliano', cuando las cosas no se hacen bien, especialmente en el plano profesional; pero, hombre de bien al fin, aclara: 'Si fui injusto no tengo inconveniente en pedir perdón'. Y, confiesa, sin reticencias: 'Puedo llegar a emocionarme hasta las lágrimas, que no evito que corran', algo que sin duda debe también a su carácter meridional.
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Hombre de la generación del 45, el doctor René Favaloro sufrió en carne propia las consecuencias de su irrenunciable vocación democrática y su repugnancia a imposiciones autocráticas. Fue así que, en los años cincuenta, a punto de ganar por concurso un cargo en el viejo hospital Policlínico de La Plata, se vio obligado a renunciar a la gestión y partir hacia La Pampa como médico rural: se había negado a suscribir su apoyo a la llamada doctrina nacional (un eufemismo que no ocultaba la forzada adhesión al régimen) y a presentar a dos padrinos políticos que lo avalaran profesionalmente.
Rumbo a La Pampa
'Irme fue un acierto, pese a que me pronosticaron un fracaso. En realidad, fui apenas por tres meses para complementar la tarea del médico de la localidad de Jacinto Aráuz, que se encontraba en tratamiento por una enfermedad de la que, finalmente, murió, y me quedé doce años; hice medicina general y, cuando pude construir un quirófano, me volqué dedicidamente a la cirugía -una especialidad que había elegido mientras cursaba el tercer año de la carrera- luego de fundar una clínica que no solamente cubría las necesidades del pueblo, sino de toda la zona rural.'
Jacinto Aráuz fue para Favaloro una suerte de epifanía del país que no se ve. De una ciudad hecha y derecha saltó a un pueblo perdido en la inmensidad de la llanura, con carencias suplidas por la buena voluntad de todos, y compartió sus días con hombres y mujeres entregados sin quejas a duras tareas. (...)
En Jacinto Aráuz, Favaloro se preocupó son solamente por los enfermos, se casó con María Antonia Delgado, cultivó su infaltable huerta, se hizo experto en temas agropecuarios, y no dejó de crecer intelectualmente. 'Cuando podía, me escapaba hasta Bahía Blanca para conversar con Ezequiel Martínez Estrada, un verdadero maestro y de los grandes escritores.'
El sueño se concreta
René Favaloro dejó Jacinto Aráuz, en 1962, al obtener una beca para perfeccionarse en los Estados Unidos, en la Cleveland Clinic Foundation, donde se especializó en cirugía torácica y cardiovascular. Su dedicación lo llevó al desarrollo del puente aortocoronario o bypass, hoy una operación corriente, y cuya incorporación al repertorio quirúrgico acaba de cumplir un cuarto de siglo.
Sin embargo, pese a su éxito en los Estados Unidos, Favaloro regresó al país una década más tarde y fue en el Sanatorio Güemes, cuyo equipo médico integraba, donde el 24 de mayo de 1984 realizó con éxito su primer trasplante de corazón.”
Western, canción de Attaque 77 dedicada a Favaloro
Entrevista a Favaloro en Crónica TV
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