EL INICIO DE UNA DÉCADA DORADA
Bajo la dirección técnica de Carlos Bianchi, el 21 de junio de 2000, Boca Juniors venció como visitante a Palmeiras (Brasil) en la definición de la Copa Libertadores de América y volvió a adjudicarse el título luego de 22 años. El héroe del partido fue el arquero colombiano Oscar Córdoba, quien atajó dos remates en la definición por penales. Aquel logro fue el primero de los once que conseguiría el club argentino en el marco internacional durante la década siguiente.
Nota publicada en la revista El Gráfico, nº 4211 del 23 de junio de 2000.
“Cuando el paraguayo Epifanio González pitó el final, Oscar Córdoba agarró la blanca toalla que siempre cuelga de la red y lentamente comenzó a caminar hacia la mitad de la cancha en busca de sus compañeros. Llegaba el momento en que más sufre el corazón de un arquero. Definición por penales para Boca. Definición por penales para Córdoba.
Carlos Bianchi sostenía el papel con la lista de ejecutadores y buscó a su arquero. Durante dos minutos le dio indicaciones. Las manos de Bianchi se movían de izquierda a derecha, como explicando hacia qué lado iba a ir cada penal, cada sufrimiento.
Córdoba intercalaba su mirada entre el cielo y los ojos del técnico. Luego se fue rumbo al arco, con un tormento que lo perseguía desde 1996. Aquella Copa que se llevó River cuando era arquero del América de Cali.
Esta vez le tocó atajar primero y no pudo contener el remate de Alex. Luego del penal convertido por Guillermo, aparecía frente a él la figura del Tino Asprilla. Una sencilla sonrisa se vio en su rostro. Y el remate de Asprilla rebotó en las manos del arquero. `No fue una ventaja para mi que haya pateado Asprilla. Yo había estudiado a todos los potenciales ejecutores del Palmeiras en video, no lo conozco por todos los momentos que compartimos en la selección colombiana. Conozco su estilo´, aseguró Córdoba.
Después de esa atajada, Riquelme se encargó de convertir su penal y llegó el turno de Roque Junior. El brasileño eligió mandar la pelota hacia la izquierda y Córdoba otra vez acertaba. Esta vez sí, lo festejó como si fuese el último. Córdoba sentía que ya estaba todo dicho, aunque faltaban dos penales. Y se arrodilló para pegar un grito hacia el cielo.
`Finalmente se nos dio. Esto que hemos logrado es emocionante. Esto que hemos logrado es un premio por haber aguantado en los momentos difíciles. Uno escuchó durante este tiempo que algunos decían que en los momentos cruciales no rendimos. Bueno, esos seguirán pensando que no soy el arquero para Boca´. Sus palabras, como las de buena parte del plantel, iban de la emoción a la bronca hacia `esos críticos´, a los que nadie les puso nombre y apellido. Eran las mismas palabras que llevaron a Bianchi a utilizar su más fina ironía. Pero también el técnico reservó unas palabras para la figura de la noche: `Córdoba demostró que podía atajar todos los penales que tenía que atajar´.
Y se fue a recibir las medallas. El amarillo y el negro de su buzo cedió su lugar ante la cinta roja que sostenía la medalla. Pero también se encontró con otro premio: el auto Toyota, modelo Corolla, al mejor jugador. Mientras recibía el símbolo de la distinción (una enorme llave simbólica), Córdoba era el centro de todas las gastadas de sus compañeros que le reclamaban que compartiera semejante trofeo. Y el colombiano no lo dudo: `Este auto será para todos mis compañeros porque se lo merecen´.
La vuelta olímpica y el festejo duplicaron. Todos se metieron en el vestuario pero la fiesta pedía más. Volvieron a la cancha cuando las tribunas del Morumbi solamente eran para los hinchas de Boca que viajaron a San Pablo. Y entre abrazo y abrazo con sus compañeros, le dedicó el triunfo a su familia: `Esto es para mi mujer Mónica y mis hijas Tatiana y Vanessa. Nuestras familias son las que siempre estuvieron con nosotros en todo momento y por eso se merecen este logro´.
Con la misma tranquilidad que analizaba el partido, minimizaba su actuación. `No me siento el héroe ni el principal protagonista de esta noche tan especial. Me tocó a mi disfrutar de este momento pero atrás hubo una historia de 90 minutos en el que todo el equipo de Boca fue superior al Palmeiras´, aseguró el colombiano.
Fue un 26 de junio de 1996 cuando Córdoba pisó el Monumental con la camiseta del América de Cali. Su equipo había vencido el partido de ida en Colombia por 1 a 0. Pero esa noche River les ganó 2 a 0. Regresaba a Colombia sin Copa.
Y fue en el gigante Morumbí que Córdoba se sacó la espina. Antes de los penales, un partido excelente. Un arquero que demostraba afuera lo que ya demostró aquí. A los 29 minutos, Alex llegó con pelota dominada y como no encontró a ningún compañero libre, decidió pegarle. El colombiano respondió con una espectacular atajada. En el segundo tiempo, a los 11 minutos, un violento tiro cruzado de Alex parecía imposible de detener, Córdoba no pensó lo mismo, levantó su brazo izquierdo como para darle un cross a la Penalty y acertó. Boca salvado. `Tenemos un coloso en el arco´, le dijo Macri en el final.
Poco menos de tres años pasaron desde su debut en Boca el 27 de agosto de 1997 cuando empataron con Independiente 1 a 1 por la antigua Supercopa. Poco menos de cuatro para cicatrizar la herida del Monumental en 1996.
Ahora habrá una nueva fecha en la vida deportiva de Oscar Córdoba: el 21 de junio de 2000. El día en que levantó la Copa Libertadores por primera vez para seguir soñando con más: `Esto todavía no terminó. Falta la Intercontinental en diciembre´.”
LAS IMÁGENES DE LA DEFINICIÓN DEL TÍTULO
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