5.5.10

Policiales

LA MASACRE DE BUDGE

En mayo de 1987 tres jóvenes fueron asesinados en la localidad de Ingeniero Bugde, partido de Lomas de Zamora, en uno de los más recordados casos de gatillo fácil en la provincia de Buenos Aires. Oscar Aredes (19 años), Roberto Argañaraz, (24) y Agustín Olivera (26) fueron acribillados por policías que luego 'plantaron' armas para simular un enfrentamiento. Recién después de dos juicios y casi veinte años los responsables fueron encarcelados. Texto de Fusilar primero y preguntar después, nota de Alejandro Margulis y Alejandra Traverso publicada en la edición nº 141 de El Periodista de Buenos Aires, del 22 de mayo de 1987.



"Cuando el viernes 8 de mayo a eso de las 19 horas una nutrida partida de la policía de la provincia de Buenos Aires, encabezada por el suboficial mayor Juan Ramón Balmaceda y el cabo Jorge Alberto Miño, disparó sobre tres jóvenes que tomaban cerveza en Ingeniero Budge, una modalidad operativa brutal quedó a la vista sin atenuantes. Allí, en la esquina de las calles Guaminí y Figueredo, quedaron muertos Agustín Antonio Olivera y Oscar Aredes; más zigzagueante fue el destino de Roberto Argañaraz: baleado en las piernas, su cuerpo sería colocado en una camioneta policial; sin embargo, unas horas después ingresó muerto, como cadáver "NN", a la morgue del hospital de la zona, el Ricardo Gutiérrez. Múltiples detalles oscuros rodearon inmediatamente al episodio. Que ni bien apagados los tiros en Ingeniero Budge un corte de luz en toda la localidad favoreciera la retirada, en medio de feroces amenazas a los vecinos, de la partida policial. Que la exhumación de los restos de Argañaraz por órdenes del juez actuante, Carlos Armando Luis Rousseau, de Lomas de Zamora, evidenciara que el muchacho falleció por tres disparos en la cabeza y no de una 'perforación cardíaca', como sostuvo el primer informe forense (indudablemente falso). Que a los tres muchachos no se les hicieran las pruebas de parafina, procedimiento de rutina para determinar si habían accionado armas de fuego, con lo cual también surge como muy dudoso el informe policial de que cayeron en un 'enfrentamiento'. Finalmente, debe considerarse el testimonio de los muchos vecinos que observaron atónitos los acontecimientos y luego se movilizaron indignados, acompañando a los familiares de los jóvenes que se animaron a librar una batalla legal contra los responsables.
Balmaceda y Miño se dieron a la fuga y esto terminó de destapar la olla nada edificante en que se llevó a cabo el triple homicidio. Por lo pronto, del suboficial mayor Juan Ramón Balmaceda no se recogen flores precisamente. Todos los jóvenes de Ingeniero Budge desean que nunca más vuelva por allí, pues recuerdan los innumerables atropellos sufridos de sus manos bajo el pretexto de que buscaba drogas. Una vecina de la localidad sostiene que su hijo fue fusilado por dicho policía en situación muy semejante a Aredes, Olivera y Argañaraz. En sus antecedentes cuenta haber actuado en el Pozo de Banfield durante la dictadura militar, además, en la zona sur de la provincia de Buenos Aires se le conocen no menos de diecisiete procesos por diversas causas. También se encontraría registrado en las listas de represores recabadas por las Madres de Plaza de Mayo. Se afirma que por encontrarse comprometido en la venta de tierras fiscales, y por la excesiva brutalidad de sus métodos, fue trasladado de Ingeniero Budge un tiempo, aunque después retornó a la zona. Una versión más (no comprobada) sostiene asimismo que Balmaceda sufrió la muerte violenta de un hijo que colaboraba con la policía de Lanús, y eso acrecentó aún más su estilo. Sin embargo, en esta trayectoria hay que computar otro elemento, aportado por un testigo en Ingeniero Budge: 'Acá la policía mata sólo a los delincuentes que le conviene, y los comerciantes por cuidar sus negocios se hacen cómplices'. Agregó ese testigo que después de su traslado, los propios dueños de negocios en la zona pidieron el retorno de Balmaceda y que el suboficial percibía de ellos un plus económico en carácter de protección.
El encargado del almacén y despacho de bebidas de los Basile, la familia que denunció a los tres jóvenes muertos por haber cometido desmanes en su local la tarde del 8 de mayo, dijo: 'Fue el hijo de don Basile quien hizo la denuncia, pero nadie pensó que esto iba a terminar así. Yo creo que Balmaceda, que los tenía marcados desde hacía rato, aprovechó la volada para terminar con los muchachos'. Según este encargado -de apellido Paredes- Aredes, Olivera y Argarañaz compraban con asiduidad bebidas y alguna vez se les vio una jeringa, pero nunca emplearon violencia ni exhibieron armas.
Pedro Pablo lannatone es un ciudadano que sufrió la muerte de su hijo Hugo, el 7 de abril de 1985, cuando un informante civil y un patrullero policial lo confundieron con un delincuente en Morón. Como el de Ingeniero Budge, fue aquél un crimen propio de una práctica acostumbrada al gatillo rápido, sin control alguno. Es decir, al fusilamiento ante cualquier atisbo de delincuencia, aun bajo denuncias imprecisas. lannatone muestra un estudio de la Asamblea Permanente de loa Derechos Humanos sobre la violencia policial en el país, donde se observa que entre diciembre de 1983 y mayo de 1985 murieron 632 civiles en la Argentina por enfrentamientos con la policía. Durante igual lapso, en un país como Alemania Federal con 60 millones de habitantes, y en Estados Unidos con 215 millones, fallecieron por esa causa 283 y 412 civiles respectivamente. Si caben las conclusiones a partir de una estadística macabra, la APDH demuestra que acá por un civil fallecido en enfrentamiento cae sólo la 0,05 parte de un policía. Tan peligrosa situación indica que los hábitos del Proceso planean sobre datos que no ocultan el horror."

Video sobre un mural al cumplirse 20 años de la masacre:



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