30.4.10

Periodismo

EL REGRESO DE TIEMPO ARGENTINO

El domingo 2 de mayo aparecerá en los kioscos porteños un nuevo diario, Tiempo Argentino. El flamante emprendimiento se llama como el matutino publicado por la editorial Dos de Abril, perteneciente al grupo Bridas de Carlos Bulgheroni y con la participación minoritaria de los hermanos Tomás y Carlos Leonhardt. El antiguo Tiempo Argentino fue dirigido por Raúl Burzaco, salió a la calle el 17 de noviembre de 1982 y cerró el 27 de septiembre de 1986. Lo recordamos con Un mes para que el mundo juegue, nota de Osvaldo Ardizzone sobre el Campeonato Mundial de México publicada en Tiempo... el 31 de mayo de 1986.



"Hoy se inaugura la pausa que los hombres de toda la tierra se procuran para juntarse en la gran coincidencia que se celebra cada cuatro años según el calendario que fija una fiesta expresada en todos los idiomas, admitida por todas las religiones, confraternizada por todas las razas y todos los credos políticos... Por treinta días nos olvidaremos de todo lo trivial, de la mesa de dinero, de las cotizaciones de la Bolsa, de los odios... Por treinta días seremos pibes...


Y, al cabo, me quedé. Con el pasaporte en regla, con un pie en Ezeiza, no pude volar. Es que el tordo, después de un par de piques en Palermo, me midió la capacidad de oxígeno y me diagnosticó, con frialdad inapelable, fayo al clima de altura. Mucho faso, me dijo. Y así, con más pena que bronca, me enfrenté a la necesidad de iniciar las gestiones para alcanzar la resignación después de tanto sueño y tanta esperanza de acariciar el penúltimo mundial... Pero, tordo -si yo no estoy en los veintidós de Bilardo, ¿o voy a andar por la calle haciendo piques?- le imploré. Y el recurso de hábeas corpus no prosperó. ¡Qué vas a hacer, hermano! -me dije para mí... Lo llamé a Adolfo para mangarle consuelo y salí ganando... Pero, ¿usted qué se cree, que si no va al Mundial se suspende? ¿Y yo que no jugué ni uno?- redondeó Pedernera. Y me contó que estaba invitado por el pibe Brascione, aquel que jugaba en Atlanta y que en México echó buena con un par de restaurantes... Le agradecí mucho, siguió Adolfo, pero me quedo aquí, junto al ortiba que tengo en casa, que además, me la centa en colores. ¿Para qué quiero más? -se terminó preguntando el Maestro...


Y admito que me hizo bien la austera reflexión de Adolfo... Cuando Diógenes se dio cuenta de que podría tomar agua con la mano tiró la escudilla al diablo... ¿Para qué la quiero? -habrá dicho el viejo. Además pensándolo bien, uno tiene el ortiba que, además, te la bate en colores, como dice Adolfo. Pero también disponés de todas las organizaciones para no perderte ni la más minúscula información, ni el comentario más 'obvio', como suelen expresar los hombres de la radio; ni tampoco el chisme, la bronca, la polémica, la denuncia, la declaración más inédita como esa del grupo humano que en los últimos días mejoró mucho -según Maradona- y se tornó más sólido, según el vasquito Olarticoechea... Y vuelvo a reconocer que, acudiendo a otro vocablo muy en boga en boca de los comentaristas políticos, estoy más distendido, ya casi tengo gestionado el certificado de radicación sentimental para mejicanear por mi cuenta en Corrientes y Esmeralda, para sentarme a la mesa de un boliche y disfrutar de toda la fiesta, de treinta días de la mejor fiesta del mundo, chamuyada en todos los idiomas, admitida por todas las religiones, confraternizada por los grones y los blancos, por los derechos y los zurdos...


Hace como dieciséis años viví el mejor mundial de mi vida, de toda la vida con ese Negro inolvidable que ahora lo critica a Maradona como periodista. ¡Pobre Diego! Hasta César Luis Menotti, también como periodista, lo humilla llamándolo barrilete... Dale, Diego ¿para qué tenés vos también la columna de los papeleros...? Pero, ¿qué me importa aquella Guadalajara? Esta vez me siento como todos los porteños, como todos los esquimales, como todos los japoneses... Mundial, nada más que Mundial, no pienso vivir para otra cosa a lo largo de estos treinta días que se vienen... Es que ya estoy concentrado, ya me hice el bocho nada más que para el Mundial porque todo lo demás se te vuelve minúsculo, insignificante, intrascendente... Es que ya no tengo tiempo para razonar el hundimiento del 'Chil Fe VII'... ¿Tenían que haberlo hundido, no tenían que dispararle? Y si entra Borghi por Almirón, ¿qué puede pasar? ¿Qué quiere que le diga, mi estimadísimo doctor Troccoli... ? Habrá que dejar la interpelación para después porque por ahora, hay que ver cómo andará Batista si juega a la bilardiana... No, no es que no me importa, pero el clima es Mundial, todo es Mundial, el aire, la espera, la tensión, la distensión, el país, el Congreso, el SIDE, la Plaza de Mayo, el cine, el teatro, la calle Corrientes, la esquina del Obelisco, Boca, River, Valdivieso, La Chaqueña, el Ministerio de Agricultura, Isaura, 'Las mil y una noches', Stefano, el dólar, los jubilados, la democracia, el Plan Austral. ¿De qué puede hablar uno? De Mundial, sólo de Mundial. A las cinco de la tarde del martes dos de junio no habrá nadie en el país que no sepa cómo salió Argentina. Nadie. Ni el vocero presidencial José Ignacio López, ni Ubaldini, ni Borges allá en su luna de miel suiza.


Y, entonces, es cuando uno se pregunta, ¿no vale el Mundial para -al menos- distenderse y ya se me pegó a mí también la palabreja para expulsar las distintas variedades de angustia existencial, los problemas de la senectud; para olvidarse de la mesa de dinero, de la deuda externa, de Khadafy, de Los Violadores que escriben leyendas procaces en las paredes... Un mes Mundial, una tregua que el mundo se procura por propia y fraternal decisión... Un seductor y turbador narcotizante que nos sumerja en un mundo de olvido para todo lo baladí, para todo lo trivial, para todas las mezquindades humanas, para todos los odios... Nada más que un pequeño y gracioso pájaro blanco es quien logra la gran coincidencia mundial para que los adultos se tornen otra vez pibes, para que todos jueguen, para que todos sueñen el mismo sueño que iguala, que junta a despecho de las latitudes geográficas, de los credos políticos, de las creencias religiosas, de las distintas lenguas... Todos juntos y a la misma hora, con la misma esperanza, Cristo, Buda, Mahoma de la mano y un Maradona griego y un Platini ruso y un Boniek iraqués y la tía Eulalia y Salvador Dalí, Barrionuevo y Ubaldini...

¿Sabe, tordo? Me quedo nomás por Corrientes y Esmeralda. Total, lo que importa es esta tregua de treinta días, este descanso para olvidarse de todos los balurdos, de todas las broncas... Como dice Adolfo, el ortiba que le bate en colores en todas partes, en el ultimo rincón, en el bloque de los peronistas y en el de los radicales, en el Ministerio de Trabajo y en la CGT, en la oficina del banquero y en el bulín del seco que, en una de ésas, quién te dice que el lunes Argentina se entrevera y después de las diecisiete nos encontremos todos en la esquina de Corrientes y Esmeralda para gritar la coincidencia más allá de la bronca, más allá de Bilardo, de Menotti, de Maradona, de Bochini... Quería decirle, tordo, que ya me gestioné el certificado de radicación sentimental... Hoy arranco con la fiesta y por treinta días minga de mesa de dinero, minga del valor del Bonex y del dólar paralelo... Ya soy pibe, bien pibe, por treinta días seré mundialmente pibe, así que basta de mesa de noticias. Sólo Mundial, nada más que correr detrás del pájaro blanco, allí, en la esquina de Corrientes y Esmeralda...

Lo espero, Adolfo."

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