28.4.10

Internacionales

LA CAÍDA DE SAIGÓN
El 30 de abril de 1975 las tropas de Vietnam del sur se rinden incondicionalmente. Tras la retirada estadounidense en 1973, continuaron los combates entre las fuerzas del gobierno pro occidental de Saigón y el de Vietnam del norte y el Frente Nacional de Liberación. Con el triunfo del vietcong finaliza la guerra que dividió al país durante tres décadas, y que significó la derrota de Francia en la década de 1950 y luego las de los Estados Unidos.



Fragmentos de Perdedores que no entienden, nota publicada en la revista Cuestionario, nº25 de mayo de 1975.


"La de Vietnam fue, para los Estados Unidos, mucho más cara que las dos guerras mundiales. Fue además, motivo de un amargo fracaso: la caída de Saigón acaba de rubricar esa derrota que los norteamericanos habían admitido tácitamente cuando retiraron sus tropas. En los Estados Unidos, la 'gente decente' no entiende ni que la mayor potencia del mundo haya sido vencida, ni que le sea imposible evitar que el comunismo se apodere del sudeste asiático. Una antología de las cartas de lectores que se publicaron durante las últimas semanas en las más importantes revistas norteamericanas muestra la desazón y el desconcierto de quienes, sintiéndose omnipotentes, comprueban que ya no lo son.


Un año antes de ser asesinado, el presidente John F. Kennedy decidió que los Estados Unidos debían intervenir organizadamente en Vietnam. Primero llegaron 'instructores' que acompañaban en vuelo a los pilotos de Diem en incursiones de bombardeo sobre zonas neutrales. Después, las Special Forces, creadas por Kennedy tras el episodio de Bahía de Cochinos.

Por fin, con los años, la intervención militar directa de 500.000 soldados, el bombardeo de Hanoi, el minado del golfo de Tonkín y la política de tierra arrasada.

El epílogo de esa inconcebible empresa que duró trece años se desarrolló en abril último, con la caída del dictador Thieu, la toma de Saigón por las fuerzas del Frente de Liberación del Sur y la huida de los norteamericanos de su principal enclave asiático.

Desde 1963, los Estados Unidos invirtieron en Vietnam (sin posibilidad de recobrarlos) 150.000 millones de dólares, lo cual equivale a casi ocho Alianzas para el Progreso, o a casi cuatro veces lo gastado por el país en la Primera Guerra Mundial, o a tres veces y media el monto de la ayuda de guerra proporcionada por Washington a 39 naciones durante la Segunda Guerra Mundial.

En Vietnam, murieron 56.400 soldados norteamericano (o sea, 6.400 más de los caídos en combates durante la Primera Guerra). La intervención militar en Indochina provocó además, directa o indirectamente, la anulación política de dos presidentes —Johnson y Nixon—, la división de ambos grandes partidos, una honda crisis de identidad nacional y un desprestigio mundial como nunca había experimentado el país, que en amplios sectores de la opinión internacional ha pasado a sustituir el modelo de agresión y genocidio detentado hasta ahora por la Alemania de Hitler.

La derrota indochina no ha sido la de Lon Nol en Camboya o la de Van Thieu en Vietnam del Sur, sino la de sus manipuladores, los Estados Unidos, que inventaron en esa área tres guerras localizadas, con utilización de todo su poderío militar y científico (a excepción de las armas termonucleares) contra una sociedad agraria subdesarrollada que en algunas zonas no supera la tecnología del arado de madera.

Analistas y técnicos del mundo occidental han calificado esta semana el acto de Vietnam como la mayor derrota militar de los Estados Unidos en toda su historia. Las consecuencias de ese fracaso no se limitarán —como ocurre con toda guerra perdida— al drama circunstancial de la evacuación de tropas intervencionistas o de agentes diplomáticos y de inteligencia. Repercutirán, en los meses y años subsiguientes, sobre la sociedad, la economía y la política interna norteamericanas quizás con más hondura que la alcanzada por las querellas sobre la guerra misma.

¿Entiende el pueblo norteamericano adonde lo ha llevado la guerra indochina? No hay modo cierto de saberlo a la distancia, cuando los intermediarios de la imagen son medios informativos encargados, precisamente, de manipular esa imagen y deformar su realidad. Un indicio, sin embargo, reside en la habitual sección de cartas de lectores que publican Time y Newsweek, los dos semanarios de noticias de mayor circulación en los Estados Unidos.

(...)

Las cartas citadas a continuación fueron tomadas de Time y Newsweek, en las ediciones aparecidas desde el 24 de marzo hasta el 21 de abril de este año. Su clasificación en esta reseña es, naturalmente, provisoria. Pero ellas reflejan, con bastante exactitud, un dato: la incomprensión —a veces dolorosa, a veces frívola— de lo que le ha ocurrido en Vietnam a la sociedad norteamericana y, sobre todo, de lo que le espera, en su funcionamiento mundial, como nación derrotada.


Los patriotas

—Es simplemente correcto enviar a Camboya más armas y materiales para combatir y expulsar a las fuerzas comunistas. Si ello no ocurre, en el año 2000 los historiadores examinarán retrospectivamente la toma del poder por los comunistas y se preguntarán: '¿Cómo fuimos tan ciegos ?'.

JEFF GELBURD

York, Pennsylvania. TIME, abril 14


—El Imperio Romano cayó porque su pueblo había perdido la voluntad de combatir. Creo en verdad que, como nación, hemos perdido nuestra voluntad de combatir y detener la expansión del comunismo. Al rehusar ayuda a los países del Sudeste asiático o en cualquier otra parte del mundo, estamos estableciéndonos como una potencia de segundo o tercer orden.

H. W. KELLER

Fairborn, Ohio. TIME, abril 14


—La Historia recordará que en la batalla por los corazones y las mentes de los infortunados del Sudeste asiático, a los Estados Unidos le faltaron redaños.

ROBERT RICE, Coronel USMC (R)

Fallbrook, California. TIME., abril 21
(...)

Los pragmáticos

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—Si el régimen de Lon Nol estuviera derrotando diariamente a los rebeldes, palabras como 'corrupto' y 'dictatorial' hubiesen desaparecido del vocabulario del Congreso, y los muelles de Camboya estarían gimiendo bajo el peso de las armas norteamericanas.

JOHN H. FOX

Tullahoma, Tennessee

NEWSWEEK, marzo 24

(...)

—Uno no puede considerar válidas las promesas hechas por cualquier político norteamericano. ¿Por qué tendríamos que creer en las promesas del Khmer Rouge, de perdonar 'virtualmente a todos'?

STANLEY A. BOWES

Savannah, Georgia. TIME., abril 7

(...)


La incomprensión en la Argentina (recuadro)

Cuando los norteamericanos empezaban su guerra en el sudeste asiático, el entonces canciller argentino, Miguel Ángel Zavala Ortiz, realizó una fugaz gira por Vietnam del Sur, Taiwán y Filipinas: los pivotes de la línea de defensa anticomunista erigida por Washington en esa parte del mundo.

Al regreso de su viaje aquel canciller declaró que la intervención de los Estados Unidos en Vietnam estaba 'fundada en las necesidades de la defensa del mundo libre'.

Por la misma época, un comentarista argentino escribía en la revista interamericana Visión acerca de 'los muchachos que luchan por la libertad en Vietnam'. Y una delegación militar argentina, invitada por los norteamericanos, visitaba Vietnam para escuchar, en el lugar de aplicación, clases sobre esa tecnología bélica que —se comprobaría luego— no era sino un conjunto de refinadísimas técnicas de genocidio.

Un joven showman argentino viajó, también, a Vietnam del Sur, donde, además de reportear a los miembros de la misión argentina, tuvo ocasión de fotografiarse sonriente en las calles de Saigón, todavía despreocupada y bulliciosa.

Entonces, en la Argentina, quien pronosticara la derrota de los Estados Unidos o exhibiese su respeto por el legendario Ho Chi-minh, era invariablemente sospechado de comunismo. Quizás podría alegarse que, recién planteado el conflicto, era difícil situarse correctamente. Pero ya un viejo católico apegado a las tradiciones como lo era Charles de Gaulle, había pedido ver claro; ya muchos, como él, habían advertido, en todos los rincones del mundo, que la del Vietcong era 'una guerra de liberación nacional'. Mentes libres de prejuicios habían predicho en diversas partes que el poderío militar de la nación más fuerte del mundo sería inútil para doblegar a los nordvietnamitas.

Entender las necesidades de liberación; saber que la fuerza nunca es superior a la voluntad de los pueblos; advertir que los imperialismos no son omnipotentes: ésos eran —y siguen siendo— los requisitos para integrarse, efectivamente, al tantas veces invocado Tercer Mundo y para dotar a ciertos vocablos independentistas de un significado cierto."
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