2.12.09

Política

A 45 AÑOS DEL FALLIDO REGRESO DE PERÓN


El 3 de diciembre de 1964 Juan Perón intentó volver a la Argentina desde su exilio en España. Pero el avión negro fue detenido por las autoridades brasileñas en el aeropuerto de Rio de Janeiro por pedido del gobierno de Arturo Illia. Así, el ex presidente y sus acompañantes fueron obligados a volver a Europa. Luego, el peronismo continuó proscripto hasta la década siguiente.



Extracto de Viaje de un largo día hacia la noche, publicada en Primera Plana, nº 109 del 8 de diciembre de 1964.

La siesta en Río
"A la mañana siguiente, a las 7.35, ya el ministerio de Información español había confirmado que 'Juan Perón salió del país con su documentación en regla'; en ese instante, el avión rojiblanco aterrizaba en Río, después de atravesar las planizas nubes del primer miércoles de diciembre. Un enjambre de reporteros, contenido por soldados brasileños, formó un circulo de cien metros de diámetro, mientras todas las miradas convergían hacia su centro, donde aún silbaban los reactores del jet.
En los quince minutos siguientes se registró un agitado movimiento de azafatas, recepcionistas y funcionarios que subían y bajaban la escalerilla sin la clásica sonrisa de bienvenida. A las 8.10 apareció el primer pasajero por la puerta posterior (clase turista), y observó, indiferente, cómo un hombre vestido de negro ascendía por la otra puerta. Era el jefe de ceremonia del ministerio de relaciones exteriores, Joao Lampreira Gracie, a quien acompañaban algunos oficiales en camisa, pistola al cinto. Los demás pasajeros fueron abordados por la prensa en la sala de espera de El Galeão. 'Ahora me explico -declaró uno de ellos- por qué el compartimiento de primera clase estuvo vedado para nosotros'.
Lampreira invitó a los viajeros de primera clase a descender y a trasladarse a la base militar, que limita con el aeropuerto. 'Perón se negó rotundamente -contaría más tarde uno de los oficiales, quienes insinuó que, en caso necesario, se emplearía la fuerza- No quería someterse a la jurisdicción brasileña'. Alegó su derecho de asilado en territorio español y protestó porque se intentaba 'demorarlo' durante la escala (de una hora). Por fin, 75 minutos después accedió a bajar. Vestía un saco sport color crema, y el viento sacudía su corbata roja; en la escalerilla se quitó los anteojos y saludó con los brazos en alto a 200 personas que miraban desde el almenado edificio del aeropuerto. Nadie respondió, y Perón se detuvo un momento para esperar a Delia Parodi, la única mujer del grupo. En una camioneta de la fuerza aérea fueron conducidos a la base militar. Un empleado de Iberia refirió que Perón había solicitado una entrevista con el presidente Castelo Branco, quien acababa de llegar a Río procedente de Brasilia. Todo lo que pudo obtener fue que el embajador Lampreia hablase con el general Ernesto Geisel, jefe de la Casa Militar. 'Ejecute lo acordado', respondió lacónicamente desde el palacio Laranjeiras, el principal asistente de Castelo Branco. Tiene sangre prusiana.
'Lo acordado' era que Perón, considerado 'Persona no grata', sería devuelto a Madrid en el mismo avión, según parece, ésa fue la petición del gobierno argentino, trasmitida a Itamaraty por el subsecretario de Relaciones Exteriores, Ramón J. Vázquez, durante una discreta visita a Río, el mes pasado.
Perón y sus compañeros pasaron casi doce horas en el casino de oficiales, celosamente custodiados. El calor de la siesta carioca, apretando cada vez más los puños de las camisas, trajo una pausa, luego de la mañana febril. Después de almorzar ligeramente, Perón reposó, completamente aislado del mundo exterior: veía televisión y tomaba refrescos. Un suboficial, camarero del casino, dijo que se había reído a carcajadas cuando, transmitiendo unas vistas de su llegada a Río, el locutor recordó enfáticamente los sucesos de 1955, inclusive la quema de la bandera. Estaba de buen humor, a pesar de todo; el más contrariado era, sin duda, Vandor. Entretanto, las autoridades del aeropuerto procedían al secuestro de seis armas automáticas, embutidas en el equipaje de los argentinos.
Apenas la compañía Iberia decidió que la única solución era volver a Madrid, las linternas del personal del aeropuerto condujeron al grupo hacía 'Velázquez'. Al día siguiente, en la Torre, una voz con acento porteño seguía seguía contestando al teléfono: 'Los muchachos están afuera. Volverán a mediodía', y la secretaría de Jorge Antonio volvió a tomar citas con hombres de negocios para la tarde.
Los 'muchachos' volvieron 36 horas después de la partida, pero fueron a dar a Sevilla, por indicación del gobierno español.
Juan D. Perón subía, el jueves a la 1.30 de la tarde, a un auto de la policía española en el aeropuerto andaluz de San Pablo. Los policías españoles no parecían ya encargados de protegerlo, sino de vigilarlo: esa actitud reflejaba el cambio del criterio de Madrid ante el vuelo de la Operación Retorno. Todo el grupo estaba incomunicado. Al día siguiente, Perón abandonaba el suntuoso hotel Andalucía Palace - saliendo por la puerta de la lavandería- hacia las arenas doradas de Torremolinos, mientras Jorge Antonio volvía a Madrid con un ceño impenetrable: la aventura le había costado 32.000 dólares.
(...)
Objetivamente, cualquier análisis de los hechos debiera limitarse a señalar que un ciudadano argentino había sido detenido en viaje y devuelto a su destino por un gobierno extranjero en uso de atribuciones ajenas al derecho de gentes y a pedido del PE argentino. 'Siento el aroma de las banderas brasileños paseando por la calle Florida, luego de Caseros -declaró a PRIMERA PLANA Rodolfo Tecera del Franco-; los militares brasileños han apresado por catorce horas a un general argentino, lo que es inconcebible'. Para los radicales del pueblo, la calificación varía: 'Perón es un delincuente internacional', se espetó en el ministerio del Interior.
En lo que hace a Juan D. Perón, parece evidente que su largamente anunciado retorno fue una hábil maniobra de suspenso que duró todo un año; un suspenso destinado a presionar sobre los sectores políticos y factores de poder. 'A esta altura de mi vida tengo muy poco que perder, y antes que los políticos crean que me engatusaron, tomo un avión y aparezco en Pistarini', le dijo en 1959, en Santo Domingo, a un atemorizado Emilio Perina, de cuyo jefe, Arturo Frondizi, pretendía obtener ventajas.
Eran los preludios del retorno. ¿Qué buscaba? ¿Cohesionar a sus fieles? ¿Obligar al gobierno, a las Fuerzas Armadas, a los factores internacionales, a una definición o, quizás, a una negociación, por temor, con él? ¿Sacar de sus carriles al sistema liberal para que el gobierno sea controlado por los militares, al fin, colegas suyos?
Los propósitos de Perón no han sido explicados; si intentaba lo primero -cohesionar-, un indicio de su triunfo o de su derrota puede estar dado por la derrota o el triunfo de la asamblea que los peronistas rebeldes llevarán a cabo el sábado 12 en San Nicolás, Buenos Aires. Sí el objetivo perseguido era el segundo, parece obvio que Perón fracasó. ¿Quién puede afirmar que el tercero no está teniendo éxito?"

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