2.12.09

Música

HACE 10 AÑOS MORÍA ENRIQUE CADICAMOEl 3 de diciembre de 1999 murió Enrique Cadícamo, uno de los poetas más importantes del tango. Había nacido en Luján, provincia de Buenos Aires, en 1900 y de pequeño se radicó con su familia en la ciudad de Buenos Aires. Carlos Gardel, Agustín Magaldi, Ignacio Corsini, Rosita Quiroga, Charlo y Libertad Lamarque fueron algunos de los que interpretaron sus creaciones. Autor de varias obras de teatro y libros de poesía, también incursionó en el cine como director, guionista y actor.


´¿Cómo se hace para imponer un tema nuevo?', entrevista de Eduardo Rafael publicada en la revista La Maga, nº 7 del 28 de noviembre de 1991.

"-¿Cómo se hace para mantener las ganas de escribir a los 91 años?
-Yo le preguntaría eso a los hombres sabios. Gracias a Dios, intelectualmente estoy entero. Mi padre era longuero, mi madre también. Nunca he cuidado mi salud. Jamás le he retaceado nada al cuerpo. La vida nuestra era la noche. Pasaron muchos años antes de que pudiera tomarme en serio aquello de que había que cuidarse. Le diría que eso ocurrió recién después de que me casé.
-Y se casó ya grandecito...
-No tanto, apenas tenía 61 años. Algunos de mis amigos recibieron la noticia de mi casamiento como una hecatombe y le dieron una importancia similar a la caída del imperio romano: no lo podían creer. Ángel D'Agostino fue uno de ellos.
-Es lógico, la suya le debe haber parecido una deserción: él resistió hasta el final.
-Cierto, murió soltero el año pasado. Tenía 90 años.
-Debe ser lindo llegar al ocaso de la vida en plenitud.
-El ocaso, para los filósofos antiguos, era un espectáculo digno de los dioses.
-¿Y usted cómo vive el suyo?
-En plena eclosión literaria y musical. Corregidor me acaba de publicar el libro sobre el debut de Gardel en París. Además me siento al piano y escribo música pero es como si estuviera prohibido porque no existen intérpretes que se atrevan a estrenar obras. Eligen lo que ya está en el oído de la gente y, entonces, ¿cómo se hace para imponer un tema nuevo? Yo pregunto: ¿quién lo impone? ¿Dónde está el artista que tenga la valentía de imponer un tema?
(...)
-Si usted debiera limitarse a nombrar a cinco grandes autores de tango, solamente a cinco ¿quiénes serían esos privilegiados?
-¿Cinco? Son muchos... ¡Sobran! Sobran porque le voy a nombrar solamente a los que fueron amigos míos. Entonces le digo: Esteban Celedonio Flores; Contursi, pero Pascual, no José María; Francisco Marino, el autor de Ciruja, y el papá de todos ellos que fue De la Púa, el Malevo Muñoz. El Malevo Muñoz nunca escribió un tango pero son esencia de tango cualquiera de sus poemas de La crencha engrasada. Ellos fueron amigos míos. Sé que hubo otros buenos, pero yo no tengo por qué nombrarlos, que los nombren los demás.
-¿Y su orquesta preferida?
-La de Julio De Caro. De Caro fue la continuación de ese talento que se llamó Juan Carlos Cobián. Cobián abandonó su orquesta en 1922 para irse detrás de una chica española que era cantante. En ese momento tocaba en el Abdulla Club y Julio era el segundo violín de la orquesta. Cobián se fue pero quedaron los arreglos que él había hecho y que Julio aprovechó para prolongar el estilo. Lo hizo muy bien. Cuando Cobián volvió, cuatro años después, De Caro ya era célebre pero siempre tuvo la hidalguía de reconocer la influencia de Cobián.
-¿Por qué dejó de componer tangos?
-No he dejado nunca. Por ahí paso un tiempo largo sin hacer nada porque nadie compra lo que uno le quiere vender, pero la mano la sigo teniendo. Ahora mismo he hecho un tango de época. ¿Tiene tiempo? ¿Quiere escucharlo?
Cadícamo va hacia el piano, se sienta y lentamente, como en una ceremonia, pasa sus dedos sobre el teclado. De repente arranca y las notas delatan el tonito zumbón de un tango de principio de siglo Después se detiene y nos acerca la letra para que podamos seguir la música. 'Nací en un barrio cabrero/ de taitas y pendencieros/ en un convoy de la Boca. De pibe me divertía/ en un bar donde caía/ gente alegre y gente loca...' La letra sigue hasta llegar al infaltable estribillo: 'Cuidao, cuidao/ que paso yo/ hacete a un lao/ del veredón/ vos confundís/ che Serafín/ el pan rallao/ con aserrín'".

El único
"Cátulo Castillo lo ubicó en el exacto lugar que le corresponde cuando sentenció: 'Solamente dos o tres nombres de poetas -en el más amplio sentido del vocablo- fueron los que establecieron la verdadera latitud del idioma del tango. Dos o tres nombres solamente, pero uno de ellos y sin sospecha fue el de Enrique Cadícamo'. Autodidacto, Cadicamo se inició en la cátedra del café en el Paulista, de Flores y ya en el centro frecuentó La Meca, que estaba en la calle Cangallo donde compartió la mesa de los mayores, la de Enrique Saborido, Roberto Firpo, Manuel Campoamor, Agustín Bardi, José Razzano, Francisco Canaro, José Cafieri y Casimiro Aín, entre otros, Fue a ellos a quienes una noche, tímido y respetuoso, les pidió permiso para tomar apuntes sobre las cosas que relataban. Había despertado el cronista. Más tarde, sobre esos mismos apuntes, el poeta liberó las enseñanzas recibidas en aquellas tertulias en tres libros fundamentales: La luna del bajo fondo, Viento que lleva y trae y Los inquilinos de la noche.
Otro café -la confitería Real- y otra esquina, la de Corrientes y Talcahuano le servirían más tarde para construir, como dijo Julián Centeya, 'el mirador lírico donde la ciudad, las gentes y el amor le prestaron los ingredientes con que después armó las páginas de su prontuario sentimental'.
Cadícamo fue un poeta que manejó el lunfardo como los mejores en su primer tango, Pompas de jabón (1924) y después en Muñeca brava, Madame Ivonne y Che papusa oí. Y el idioma refinado en Nostalgias, La que nunca tuvo novio, Por la vuelta, La casita de mis viejos, Rubí, Los mareados, Niebla del Riachuelo. A veces retomó su primitiva vocación de cronista, como en Tres esquinas, El cantor de Buenos Aires, Palais de Glace o El cuarteador y se volvió implacable cuando le bastaron apenas unos meses de la gestión del general Uriburu para denunciar la incompetencia política de los militares en Al mundo le falta un tornillo. Eso fue en 1931.
Más de una vez confesó que le bastaban unas pocas horas para escribir un par de sencillas estrofas. Una noche Troilo le hizo escuchar una música recién compuesta y a la siguiente Cadícamo le alcanzó en el Tibidabo la letra de Garúa. Compuso con muchos grandes pero con ninguno alcanzó 'esa fusión integral que parece biológica' que tuvo con Juan Carlos Cobián, según al decir de Cátulo Castillo."

Homenaje a Cadícamo en 1998. El presidente Carlos Menem le entrega la mención
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Los mareados, tango de Cadícamo, interpretado por Javier Calamaro:



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