11.11.09

Política internacional

A 20 AÑOS DE LA MUERTE DE DOLORES IBARRURI
El domingo 12 de noviembre de 1989 falleció en Madrid Dolores Ibarruri Gómez, La Pasionaria. De origen obrero, participó desde niña en la lucha de los mineros vascos e ingresó al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1917. Comenzó a utilizar su seudónimo en 1919 al firmar una nota en el periódico El minero vizcaíno. En 1920 intervino en la fundación del Partido Comunista de España (PCE) e integró el Secretariado de la Internacional Comunista junto a Georgi Dimitrov, Palmiro Togliatti y Maurice Thorez, entre otros. Pero su figura está ligada a la guerra de España.



Murió "La Pasionaria", nota de Jorge Ariel Madrazo publicada en Clarín del 13 de noviembre de 1989.

"Nieta, hija, mujer y hermana de mineros, nacida en Gallarta, Vizcaya, el 9 de diciembre de 1895 -cinco años después de la primera y famosa huelga general de los trabajadores de la industria minera de aquella región-, Dolores Ibarruri estuvo signada desde el primer minuto de su vida para un destino de lucha y de inflexible militancia política: el mismo que le valdría el mote con que se la distinguió en todo el planeta: La Pasionaria.
Alta, siempre vestida de negro, el pelo partido al medio y el rodete aplastado en la nuca, la presidenta vitalicia del Partido Comunista Español fue el único mito de carne y hueso que le quedó a la península con forma de cabeza de toro tras la sangría de la Guerra Civil de 1936-39, que culminaría con la toma del poder por el generalísimo Francisco Franco.
Esta hija, la octava de un grupo de 11 descendientes, de Antonio, 'El Artillero' (así llamado por su oficio en las minas), se crió en medio del fragor de los combates de los obreros vascos en 1903: cuando solo tenía ocho años participó ya activamente en el tercer paro masivo de los mineros vizcaínos. Más tarde aspiró a ser maestra, pero no tuvo tiempo ni dinero para ello. Sólo pudo ganarse la vida con tareas menos prestigiosas. Fue, sucesivamente, sirvienta de un rico comerciante de su pueblo, vendedora de pescados, costurera, camarera en bares de poca categoría.
El mito recién cobraría cuerpo en 1934. En aquel año, mientras los mineros de Asturias proclamaban en esa provincia un 'Estado revolucionario', luego cruentamente reprimido, la voz y la figura de La Pasionaria llegaron a todos los rincones de España. La insurrección asturiana dejó un tendal de más de cuatro mil mineros muertos.
(...)
De todos modos, las aristas más míticas de Dolores -también, las más cuestionables, a juicio de diversos sectores dentro y fuera de su partido- se gestaron durante la Guerra Civil española desatada tras la insurrección del destacamento militar que encabezaba Franco en Marruecos, que habría de triunfar por el apoyo de Alemania e Italia, y con posterioridad durante el largo ostracismo de La Pasionaria en la Unión Soviética, desde fines de 1939 hasta 1977.
El mismo 18 de julio del 36 en que comenzó la guerra, Ibarruri habló por radio a su pueblo pronunciando uno de sus más célebres discursos, cerrado por la exhortación '¡No pasarán!', la que se erigió desde entonces en consigna irremplazable de los combatientes republicanos. Durante la contienda visitó en forma constante los diversos frentes de batalla, creó batallones femeninos y arengó a los milicianos con vibrantes alocuciones radiales, además de buscar ayuda en el exterior y de crear brigadas populares de defensa.
Poco antes de la derrota republicana en 1939, huyó a Francia, y a fines de ese año a Moscú; allí se reunió con sus dos hijos varones, uno de los cuales, Rubén, murió en 1942 en el frente de Stalingrado; al fin, sólo la sobrevivió su hija Amaya. Eran los frutos de su matrimonio con Julián Ruiz, uno de los fundadores del sindicalismo minero y del Partido Comunista vasco. En 1915, cuando se casaron, la veinteañera Dolores era una mujer de enorme inteligencia, pero semianalfabeta; pronto superaría en arrojo y combatividad política a su marido -muerto en 1977-, el primero que le hizo conocer los textos de Marx y Engels tras auxiliarla en su instrucción general.
(...)
Su extremado heroísmo en los años aciagos de la guerra que tajeó a España en dos, su indeclinable lucha antifascista sintetizada en su formidable desafío: 'Mejor morir de pie que vivir de rodillas', no impidieron las críticas. Los anarquistas, se sabe, la estigmatizaron como agente de Moscú; para muchos demócratas moderados fue responsable de no haber aceptado el dato de que Franco triunfaría, pese a todo.
El acre sabor de la polémica siguió escoltándola a lo largo de su dilatada estadía en la URSS: su incondicionalidad hacia un régimen soviético aun bajo el sello del stalinismo y sus herederos -pese a su sonada discrepancia cuando la ocupación de Checoslovaquia, en 1968, por las tropas del Pacto de Varsovia- la convirtió en una guardiana celosa de la orientación del Kremlin respecto de la línea ideológica del comunismo español. Después del 13 de mayo de 1977, cuando su apoteótico retorno a la patria y su consagración como diputada el 15 de junio de ese año, cobró estado público su sorda disidencia con Santiago Carrillo, por entonces secretario general de aquel partido aireado por los vientos del eurocomunismo y refrescado por la flamante prosperidad de una España regida por un rey democrático.
(...)
La mujer-mito que acaba de morir había sufrido en la pasada década varias crisis cardíacas, incluida una operación de implantación de un marcapasos: su corazón había vivido con excesiva intensidad todas las alternativas de una época que habría desanimado, mucho antes, a cualquier otra persona".

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