9.11.09

Periodismo

HACE DIEZ AÑOS MORÍA JACOBO TIMERMAN
El jueves 11 de noviembre de 1999 falleció el periodista Jacobo Timerman. Había nacido en Ucrania en 1923 y llegó a la Argentina cuando tenía cinco años. Se inició en la revista Correo Electrónico y trabajó en los diarios Noticias Gráficas, El Mundo y La Nación, entre otros medios. En 1959 debutó en televisión con Qué pasó en siete días, programa que recibió el primer Martín Fierro otorgado a periodistas. En 1962 fundó la revista Primera Plana y en 1971 el diario La Opinión. Secuestrado en 1977 (ver de qué se trata) fue expulsado del país por la dictadura. Con el regreso de la democracia dirigió el diario La Razón, al que transformó en un matutino.



Lo que queda pendiente, nota de Eduardo Blaustein, en Trespuntos nº124 del 18 de noviembre de 1999.

“El asunto consistía en impostar acento yiddish, aunado con un cierto gesto de desprecio, y decir: 'Esto es una porquería. Escríbalo de vuelta'. Se supone además que la frase había que acompañarla con el ademán de hacer de la nota un bollo y arrojarla al cesto. El relato se ha repetido así una y otra vez.
La pequeña anécdota no alcanza a rozar la densidad histórica del personaje, acertadamente resumida en el titulo de tapa de Página/12 al día siguiente de su muerte: 'Un hombre, un país'. Por su parte, la necrológica de La Nación, en el marco de lo que alguien del círculo íntimo de Timerman definió como 'fastidioso respeto', citó en forma más que ambigua algo que fue más que una simple anécdota. Ocurrió en octubre de 1981, cuando Timerman recibió el premio Moors Cabot. Aquella vez unos cuantos directivos de diarios argentinos unieron sus voces en unánime repudio a la entrega del galardón. 'Oportunista político, portavoz del terrorismo marxista y socio del estafador internacional David Graiver', decía la carta de Diana Massot (1). 'La noble casa de estudios a la cual usted pertenece fue sorprendida en su buena fe por los agentes de una operación internacional en la que el señor Timerman juega un papel sobresaliente', escribió Bartolomé Mitre (2) a la Universidad de Columbia.
En lugar de tirar un par de cañitas voladoras sería interesante debatir en serio aquella sociedad en la que periodistas montoneros participaban del staff de La Opinión, o desentrañar por qué, dependiendo de la publicación y la época, Timerman llegó a convenir acuerdos con diversas facciones militares. O por qué tres días antes del golpe en la tapa de La Opinión se reiteró una 'reflexión' que no era más que la versión '76 del famoso canto a la espada de Lugones en el '30. O indagar hasta dónde La Opinión intentó frenar el golpe. O saber cómo fue que durante un año intentó batirse en un sordo duelo simultáneo contra la guerrilla, los que denunciaban las violaciones a los derechos humanos desde el exterior y los responsables más fanáticos de esas mismas violaciones, hasta que fue secuestrado y bárbaramente torturado.
Cuando le quitaron la ciudadanía y lo expulsaron a Israel, el avión que lo llevaba hizo una parada en Italia, donde vivían exiliados Pablo Giussani y Julia Constenla, sus amigos de toda la vida. Pese al supuesto compromiso de no ver a nadie, Timerman pasó una noche con esos amigos. Julia Constenla guarda esta imagen de aquel encuentro. 'Recordaba a un muchacho de 20 años sin un mango, a un empresario próspero y a menudo irritante, a un periodista brillante. Lo que vi entonces fue simplemente a un hombre que había sufrido mucho. Hay un Timerman antes y otro después del secuestro'.
Con la llegada de la democracia Timerman retornó a una sociedad asustadiza. Hubo quienes aplaudieron su prestigio ganado como denunciante de la dictadura y otros no creyeron que fuera oportuno enrostrarle sus errores. Ese pudor acaso se fundamente en el hecho de que se cuentan por legiones los argentinos que cometieron errores que fueron de fieros a horribles, dentro de una historia azotada por todo tipo de vendavales.
Lo que es particularmente triste en la muerte de Timerman es que todavía cueste tanto sincerar los aspectos más desgarradores de esa historia y que cada cual deba procesarla en la misma soledad en que Timerman pasó sus últimos años. Julia Constenla dice que la soledad de Timerman no fue sólo consecuencia de la muerte de su mujer, Risha, sino que remitía todavía a la experiencia de su secuestro. Tal como él mismo dijo en la última entrevista, concedida a Cristina Mucci: 'Todo lo que tenía que ser, ya fue'. Murió y las despedidas no alcanzan a compensar esa sensación de vacío. Es como si se lo siguiera despidiendo con las mismas curiosas palabras que el diario usó para referirse a su secuestro, el 16 de abril de 1977: 'El trato dispensado al director de La Opinión fue sumamente correcto y el oficial sugirió al señor Timerman que llevase consigo los medicamentos que necesitase, así como cigarrillos y algún abrigo'”.

(1) Directora del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca
(2) Director del diario La Nación


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