El 30 de octubre de 1974 en Kinshasa, Zaire, el boxeador estadounidense Cassius Clay (Muhammad Ali) venció en una épica pelea a su compatriota George Foreman, que sólo retuvo el título mundial pesado hasta el octavo round. El choque quedó en la historia por la grandeza de los púgiles y por el nocaut de Clay, que luego del combate sostuvo: "Me imagino que ahora nadie dudará sobre que soy el más grande de todas las épocas". La cobertura de El Gráfico.
Texto extraído de El Gráfico nº 2874, publicado el 6 de noviembre de 1974
CASSIUS, EL MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS
"A las cuatro menos cuarto de la mañana me di cuenta que todo era cierto. Que las 40.000 personas en las tribunas existían y palpitaban, que el frenético ritmo del baile lingalo me ubicaba en África, que la transpiración que nos bañaba simbolizaba el clima de este misterio tropical, que Cassius estaba en el ring esperando a su rival y la expectativa del mundo entraba en su periodo de agonía. Cuando apoyó la espalda sobre las cuerdas donde yo clavaba mis ojos, sentí miedo. Temí que semejante prodigio se desplomara ante la fuerza bruta. Y preparé la frase `póstuma´: `esta noche el boxeo se quedó sin Clay, pobre boxeo´.
Todo el show previo no significaba nada: que Muhammad luciera confiado, que hiciera gestos burlones demostrando su fe, que sonriera e incitara a la tribuna a gritar: `Muhammad mátalo, Muhammad mátalo´, formaba parte de su programa. En frente había un oso seis años más joven, lleno de salud y con el hambre recién saciada. Un campeón con la vitalidad salvaje de su virginidad a quien nadie le había pegado y muy pocos le habían aguantado. Era opinión unánime que Clay tampoco podría hacerlo. A esta altura, luego que el mundo vio el combate por televisión, muchos dudarán de cuanto vieron. Les parecerá mentira que Foreman haya hecho “tan poco” y que Clay haya hecho `tanto´. No es difícil explicarlo. Acaso alcance con plantear algunas diferencias: para Foreman la energía, la potencia y la pegada. Para Muhammad todo lo demás.
Y esto quiere decir mucho. Durante las siete semanas que Clay estuvo en Zaire trabajó pensando cómo anular el golpe de Foreman. Su tarea abarcaría todas las áreas: la táctica, la técnica y, fundamentalmente, la sicología. Foreman, en cambio, subió sin pensar más que en meter una mano. Total y absolutamente confiado. Tanto o más que quienes ahora dudan de la limpieza del combate.
LA DEFINICIÓN
El golpe final -una derecha cruzada a la mandíbula- no fue ni fuerte ni sorpresivo. Muhammad tiró esa mano terminando una combinación que había iniciado con la izquierda en directo. Foreman perdió pie, trastabilló hacia adelante y cayó. Ya en la lona, su cuerpo cambió la posición y quedó mirando el cielo con los brazos y las piernas abiertas. No estaba ni dormido ni conmocionado; estaba destruido moral y físicamente. Su fatiga no le permitió ponerse de pie. Tenía la íntima convicción, además, que no valía la pena. Y se resignó a dejar la corona mundial porque sabía que nada podía hacer ya por retenerla. Cuando el referí llegó al out, el estadio se puso de pie. El frenesí era incontrolable y hasta el mismo Cassius sufrió un colapso. El boxeo le había devuelto a su rey la corona. Era el momento de pensar que aquella madrugada de irrealidades se completaba con el acto `menos sospechado´.
Cuando digo irrealidades no me refiero sólo al resultado de la pelea. Fue la primera vez en mi vida que me levanté a las doce de la noche para `llegar tempranito´ al estadio. También la primera vez que vi una tribu bailando sus danzas. También, la primera vez que entré de noche a ver una pelea y me fui cuando salía el sol. También, la primera vez que todo un pueblo celebraba la victoria de un extranjero como si se tratara de un ídolo local.
Acaso esto sea lo menos contrastante: Clay demostró que es el mejor en una noche inspirada. Una noche como no tenía desde su primera época, cuando era imbatible.
Y ahora, de regreso, pienso que valió la pena viajar 20 horas de ida y otras 20 de vuelta; que valió la pena aguantar los 38 grados de temperatura y las incertidumbres organizativas; que valió la pena toda la aventura; he visto el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza, he visto la recuperación de la corona del campeón más grande de todas las épocas".
EL VIDEO DEL NOCAUT
EL DISCURSO DE ALÍ
*Los periodistas creían que Foreman me sacaría la cabeza. Sé que algunos de ustedes -y no quisiera identificarlo- hizo una broma con el que otorgó las entradas a la prensa pidiendo que lo colocaran más atrás para no tener que salpicarse con mi sangre. Pues bien: el mundo necesita que triunfe la inteligencia; Foreman es la fuerza. Yo soy un rey, él es apenas un bastardo.
*Dije que ganaría y gané. Dije además como lo haría, y lo hice. Pronostiqué que el animal se caería solo, y así fue: les aseguro que el golpe de derecha fue bueno, pero no muy potente. Es que él tenía el nocaut en el alma y yo el triunfo en la sangre.
*Me imagino que ahora nadie dudará sobre que soy el más grande de todas las épocas. Si tienen dudas pregúntense qué campeón antes que yo recuperó la corona. El único fue Floyd Patterson contra contra un gordo sueco -se refería a Ingemar Johanson- y sin dejar para nada el boxeo. Yo fui proscripto tres años, volví, nadie creyó en mí y ya ven: me han devuelto la corona que siempre fue mía".
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