El lunes 15 de octubre de 1984 el argentino César Milstein -junto a los científicos Niels K. Jerne y Georges J.F. Köhler- ganó el Premio Nobel de Medicina. Nacido en 1927 en Bahía Blanca en un hogar de inmigrantes judíos, se graduó como licenciado en Química en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Entrevista al químico Oscar Roberto Burrone, quien trabajó con Milstein en Cambridge, publicada en la revista El Periodista, nº 6 del 20 de octubre de 1984.
"-¿Qué sabe usted de la evolución de Milstein en la Argentina hasta que se traslada al exterior?
-Aquí es muy poco lo que hizo. Después de aprobar en el departamento de química biológica de la Universidad de Buenos Aires su tesis doctoral, consiguió una beca, en 1957, para completar sus estudios de posgrado en la Universidad de Cambridge; estuvo allí hasta 1960. Vuelve al país y en 1962 organiza el departamento de biología molecular del hospital Carlos Malbrán (Instituto Nacional de Microbiología), que dirigía el doctor Ignacio Pirosky ; pero durante la presidencia de José María Guido, ese mismo año, llega una intervención. Ese departamento, donde trabajaba un grupo numeroso e importante de investigadores jóvenes, se desmantela, con lo cual Milstein comprende que no es aquí donde va a desarrollar su carrera científica. Se contacta entonces con quienes había trabajado en Cambridge, vuelve en 1963, y se queda para siempre.
-¿Milstein hubiera podido desarrollarse en el país de no ser por aquellas razones?
-Yo estoy seguro que la decisión de Milstein no surgió sólo a partir de lo sucedido en el Malbrán. En todo caso, eso le hizo comprender que aquí le hubiera sido muy difícil desarrollar muchas de las investigaciones que sí pudo llevar adelante en el extranjero. Con esto no quiero decir que en la Argentina no se pueda investigar en un primer nivel. Yo digo que sí se puede y que se debiera hacerlo. Pero claro, en las condiciones de los últimos años no creo que se hubieran hecho cierto tipo de investigaciones.
(...)
-Usted convivió cuatro años con Milstein. ¿Qué relación tenía con la Argentina? ¿La patria de la ciencia puede reemplazar al país de origen?
-Desarrollar ciencia en un lugar como Cambridge es una especie de sueño. Es una ciudad pequeña llena de estudiantes y centros de investigación. Para quienes nos dedicamos exclusivamente a esto, encontrarse con un mundo donde la ciencia se vive y se respira es muy estimulante. Estar en un sitio donde un científico puede desplegar toda su potencialidad plena resulta una gratificación humana especial.
-Milstein estuvo de visita en el país en abril de este año. ¿Usted estuvo en contacto con él?
-Sí. Somos grandes amigos.
-¿Qué opinión le mereció a Milstein las condiciones en las que usted está trabajando acá?
-Él conoce bien cómo son las cosas en la Argentina. La ciencia, como todo el país, ha sufrido muchísimo en todos estos años. Hay que encarar una etapa de recomposición, poner la ciencia en el lugar que merece. El desafío actual es clave porque entrar al siglo XXI sin una base científica amplia y sin un desarrollo tecnológico es absolutamente suicida. Promover la ciencia, en serio, no significa solamente estabilidad para los investigadores, están también las condiciones de trabajo apropiadas, la necesidad de comprar equipos para desarrollarla, tener -en fin- facilidades para importar un montón de cosas que hay que traer de afuera y que cuesta un triunfo acercar al país. A lo mejor es más fácil importar un Mercedes Benz que un equipo científico, aunque cuesten aproximadamente lo mismo. Mi opinión es que las autoridades están al tanto de la problemática y se trabaja con buenas intenciones. Este Nobel de Milstein, en vez de mover a orgullo nacionalista fácil, a la vanagloria del triunfo de un argentino en el extranjero debiera hacer pensar en las posibilidades que nos estamos perdiendo. Por un lado uno se alegra de que un amigo y un científico obtengan el Nobel, pero por otro, como país, hay que ponerse a trabajar para que los próximos Nobel estén aquí, en la Argentina, y eso no se logra declamando. Hay muchos Milstein que la gente no conoce y que son investigadores de primerísimo nivel.
(...)
-En los años en que usted convivió con Milstein, ¿tenía él una visión de lo que estaba sucediendo en el país?
-¿Quién no?, por supuesto que la tenía. Pero yo no quisiera hablar por César Milstein en el terreno de las opiniones políticas. De todos modos, sí puedo decirle que es un hombre sólo comprometido con las cosas buenas, con eso, para un buen entendedor, queda poco más por decir.
-¿Podría hacer un perfil de Milstein?
-Yo sólo tengo ponderaciones. Humanamente es excepcional. Cualquiera puede entablar una relación fluida con él. Es altamente profesional y lo acompaña una curiosidad permanente por todo. Él, como director adjunto de la división química del laboratorio de Cambridge, supervisaba los proyectos de los que hacíamos el postdoctorado, le puedo asegurar que se metía en todo.
-¿Cuáles son las áreas de interés de Milstein fuera de la ciencia?
-Ah, de todo. Caminar, ir al cine, al teatro, andar en bicicleta, viajar.
(...)
-Decía usted que hay muchos Milstein, muchos científicos argentinos de primer nivel trabajando fuera y dentro del país. ¿Qué última reflexión le merece que uno de ellos obtuviera el premio Nobel?
-Lo que más me interesa es que se deje de lado la vanagloria. Me preocupa que muchos estén diciendo 'tenemos un Nobel' cuando hicieron lo posible para que los investigadores científicos se fueran del país. Debemos insistir que hay que evitar la fuga de cerebros, los Milstein se van porque no pudieron quedarse a trabajar en el país". .
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