El lunes 15 de octubre de 1984 Sueños de una noche de Belgrano ganó el II Premio Internacional "España" de radiodifusión, organizado por Radio Nacional de España (RNE). El programa conducido por Jorge Dorio y Martín Caparrós -en Radio Belgrano de la ciudad de Buenos Aires- se hizo acreedor por unanimidad en esta primera distinción en la categoría de programas. La nota Premio para un sueño cooperativo, publicada en El Periodista, nº 7 del 27 de octubre de 1984.
"Un programa radial que se resiste a los encasillamientos. Sueños de una noche de Belgrano, que va por esa emisora porteña de martes a sábados de 0 a 2 de la madrugada, obtuvo el premio internacional 'España' de Radiodifusión, una distinción que la Radio Nacional Española (RNE), concede a la mejor emisión de habla hispana en el mundo.
Sus creadores y conductores, Jorge Dorio, 26 años, periodista y poeta, y Martín Caparrós, 25 años, también periodista y próximo a editar su primer novela, ya enarbolaban un reconocimiento no menos apreciado: 300 de sus oyentes formaron una cooperativa que, junto con el aporte de Radio Belgrano, les financian el programa.
Para alzarse con la estatuilla de un escultor catalán que próximamente acudirán a recibir en Madrid, Dorio y Caparrós envasaron una síntesis de sus delirios noctámbulos en un cassette que fue preferido por la RNE entre cientos de concursantes de decenas de países, entre otros Estados Unidos, Inglaterra, Suiza, Suecia y Japón.
El programa gustó a los españoles porque, sin proponérselo, se acerca a una fórmula que hoy tiene los mayores ratings en la península. Dorio y Caparrós conforman con su modo radiofónico una versión nativa de la corriente libertaria que acuña aquella juventud española que no está políticamente encuadrada en las alternativas partidarias, ya sean parlamentarias o extraparlamentarias. En España, todo lo situado a la izquierda del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) prácticamente desapareció sumido en las contradicciones y el desencanto. Pero los vitalistas, los jóvenes de cualquier edad, siguen reivindicando la utopía, presagiando un futuro creador, con ilusiones. En cualquier caso, el paraíso existe en tanto no se lo puede alcanzar; en otro caso, dejaría de ser paraíso.
Los españoles, seguramente, se quedaron prendados de una manera de hacer radio que no reconoce esquemas previos y se estructura en base al chisporroteo verbal, al encabalgamiento de ideos o vocablos que van progresando caprichosamente hacia el disparate o la reflexión. La aceptación de Dorio y Caparrós tiene un presupuesto: la existencia de una juventud real -a pesar de los muertos y desaparecidos o precisamente por eso- que se abre a la búsqueda de mil caminos, que crea y experimenta. Para ellos, como para todos, ha muerto Cortázar, pero mantienen viva a la Maga y a Rocamadour y quieren tanto a Glenda y a sus últimos gritos sandinistas. Ambos fueron de los que nunca olvidaron a los presos políticos en las cárceles de este país democrático; también sufrieron amenazas por su programa 'Nunca más' e, incluso, un comando fascista los asaltó la noche del 2 de abril pasado, cuando hablaban de Malvinas con cartas no marcadas por la complacencia.
Cuando alrededor de la tabla redonda de la radio parten las vibraciones espontáneas y semiconscientes de sus ingenios y la botella de ginebra cercana al micrófono comienza a bajar, se despliega otro ritual, el de la amistad: numerosos jóvenes, parejas y viejos los acompañan en el estudio y participan con aplausos y risas.
Se percibe en el programa una nostalgia del futuro, un deseo de apurar el trago. quizás porque sus protagonistas se han tomado el trabajo de desaprender, de borrar parámetros y leyes inamovibles. El principal ejercicio que practican es el de la constante duda, lo que significa, ni más ni menos, pensar también en contra de sí mismos. En resumen el primer paso es pensar. Aunque también la pareja de Sueños mantiene un romance algo promiscuo con la elocuencia: por ese orificio pierden fuerza y ganan en tilinguería. Es parte del juego de competencia que alienta en ambos -ellos lo admiten- y que constituye quizás la faz más neurótica de la emisión.
Desafecto a los encuadres, Martín Caparrós, sin embargo, aproxima el siguiente: 'Somos unos bastardos -proclama-. No tenemos definiciones, pero si hay algo que reinvidicamos es el derecho a la incoherencia; la negación total de la línea recta'".
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