El jueves 20 de septiembre de 1984 la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas le entregó su informe al presidente Raúl Alfonsín. La Conadep fue creada por el nuevo mandatario y dirigida por el escritor Ernesto Sabato y recopiló información del secuestro, tortura y desaparición forzada de casi diez mil personas cometidas en la última dictadura. El día de la entrega del informe “Nunca Más” se realizó una marcha en la plaza de Mayo. La crónica de El Periodista, nº 2 del 22 de septiembre de 1984.
AHORA, LA JUSTICIA
“Como señaló el presidente Alfonsín, el informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, suscitará controversias, pero nadie podrá negar su valor. Uno ante todo; en la Argentina se practicó el terrorismo de Estado. Esto el Presidente no lo dijo, pero está claramente señalado en el informe. ‘…los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no de manera esporádica, sino sistemática (…) ¿Cómo puede hablarse de excesos individuales? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, general Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980. «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes estrictas de los Comandos Superiores»’.
Excedida por el horror, la Comisión tuvo el coraje de ir más allá y señaló los delitos comprobados como incursos en ‘la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad’. Para certificar este juicio, allí están ahora, en manos del Presidente de la República, decenas de miles de folios que contienen los testimonios, la descripción y las pruebas ‘de la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje’.
La democracia, el país, se encuentran ahora en la encrucijada decisiva. El 10 de diciembre de 1983 se recuperaron las instituciones, que, comenzaron entonces el lento y trabajoso proceso de reconocerse a sí mismas en una sociedad que ha perdido el hábito de tenerlas como referencia de respetar su ritmo y contradicciones, de creer en su eficacia, a la fuerza de violarlas o dejar que las violaran. En medio de la crisis política, económica, social y moral más profunda de nuestra historia, los argentinos bregamos ahora por recuperar, al menos, un marco referencial desde el cual aspirar a una sociedad libre, justa e independiente, solidaria y legítimamente orgullosa de su identidad.
El informe de la CONADEP brindó a esas instituciones recuperadas la oportunidad de ejercerse a sí mismas, y a la democracia la de consolidarse. Lástima que muchos no lo hayan comprendido el todo. Algunos radicales, por pretender que la manifestación del jueves se convirtiera en un acto de apoyo a la política global del gobierno en materia de derechos humanos. Muchos dirigentes peronistas, por cálculo político. La CGT, por olvidar que los trabajadores son siempre las principales y primeras víctimas del fascismo. Las Madres, esas ‘Madres Coraje’ que fueron el nervio y motor de la lucha contra la dictadura en los peores momentos de la represión –cuando muchos de los que concurrieron a la plaza escondían la cabeza-, porque no percibieron que el contenido del informe excede al gobierno, a la Comisión y a los dirigentes políticos y sindicales, que aún no aprendieron a poner las consignas de todos por encima de las propias.
Pero allí estaban, en la plaza, decenas de miles de argentinos que se asomaron a verificar, por primera vez en nuestra historia, cómo desde la más alta jerarquía de las instituciones se pone en el banquillo de los acusados a quienes violan sistemáticamente, desde 1930 , el orden constitucional, la justicia y los derechos humanos. Esta concentración fue a la vez la prueba de que no todo está perdido y de que aún queda un inmenso camino por recorrer.
(…)
Porque ahora el gobierno tendrá que hacer justicia, quiera o no quiera. No es sólo, aunque sea fundamental, un problema ético. Está en juego la posibilidad misma de consolidar la democracia. ¿Podría acaso, ser de otro modo? ¿Podría el pueblo volver a creer en las instituciones, si fuera de otro modo? ¿Podrían las Fuerzas Armadas volver a formar parte del pueblo si no fuera así?
El presidente Alfonsín debe haberse sentido más solo que nunca, cuando en la noche del jueves 20 puso la cabeza en la almohada. Como las hojas de un calendario, las del Informe de la CONADEP deben haberse desgranado en el sueño de sus preocupaciones, oscilando en los vientos encontrados del deber imperioso y el deber posible.
¿Pero qué tarea grandiosa se realizó jamás sin una pizca de utopía y un mucho de coraje? Para los adversarios de la democracia, el ‘realismo’ es hoy olvido, subterfugio. Para quienes luchan por consolidarla, es justicia. En la simbólica primavera del 21 de septiembre, al despertarse, el Presidente tiene que haber tomado una decisión. El informe de la CONADEP y, mucho antes, el trabajo de todos los luchadores por los derechos humanos, le facilitaron los instrumentos para adoptarla.
Ahora, la justicia. Será duro, pero el Presidente no estará solo y la democracia habrá dado un gran paso.
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