Hace más de cuatro décadas, el piloto argentino Miguel Fitzgerald (foto) viajó hasta la capital de las islas Malvinas. Ante la falta de aeródromo debió aterrizar su pequeño avión en un descampado. El motivo del viaje fue reclamar la soberanía argentina sobre el archipiélago austral, periplo imitado dos años más tarde por el ‘Comando Cóndor’, un grupo de militantes peronistas. Así relató la travesía de Fitzgerald la revista Primera Plana, nº 97 del 15 de septiembre de 1964.
DE NUEVA YORK A PUERTO STANLEY
“¡Atención! ¡Atención!... Sobrevuelo Islas Malvinas. Aterrizaré enarbolando la enseña nacional. ¡Qué éste sea el primer paso para la recuperación de nuestra soberanía perdida! La voz resonó dentro de la torre de control y quedó registrada en un par de grabadores. Era la voz del piloto sin ocupación, Miguel Fitzgerald, argentino, de 38 años, casado, padre de dos hijos. Minutos después –al mediodía del martes pasado-, descendía en una pista de carreras cuadreras, en los alrededores de Puerto Stanley, isla Soledad, con un monomotor Cessna 185, matrícula LVHUA.
Allí dejó su avión con el motor en marcha, se acercó a una valla de alambre y clavó una bandera argentina. Fitzgerald –de ascendencia irlandesa- vio que algunas personas se acercaban a contemplar sus inesperadas maniobras. Entonces, con toda calma, se dirigió a uno de los presentes, en correcto inglés, y depositó un memorial en sus manos. ‘Entréguelo a quien los manda’, explicó Fitzgerald. En el memorial reivindicaba los derechos del país sobre las Malvinas y fustigaba la política exterior de Gran Bretaña. Luego, subió a su máquina y retornó.
En ese momento, Fitzgerald se convertía en un héroe.
En la torre de control del aeródromo de Río Gallegos, donde su voz acababa de resonar, cundió el júbilo. Quizá cundió más de lo que cualquiera sospechara, porque todos los técnicos sabían desde la mañana los propósitos del navegante. Lo sabían, también, un reportero y un fotógrafo del vespertino Crónica, de Buenos Aires, que esa tarde cubrió su portada sólo con estas tres líneas de título: ‘Malvinas: Hoy fueron ocupadas’. Lo sabía, además, un corresponsal de Clarín, quien junto con otros dos colegas (uno de ellos, de la redacción de Primera Plana) llegaban a Río Gallegos para auscultar la crisis de gobierno.
(…)
La noticia del vuelo inflamó al país. Intranquilizó, además, a la corona británica. Curiosamente, mientras Fitzgerald aterrizaba en Puerto Stanley, un diplomático argentino y un diplomático inglés hablaban de las islas Malvinas a orillas del East River, en Nueva York. El centenario conflicto había llegado a la subcomisión de Descolonización del Comité de Fideicomiso, de la UN.
Cecil King, delegado británico, ofreció tratativas, aunque partiendo de esta premisa: ‘El gobierno de Su Majestad no tiene dudas en cuanto a su soberanía sobre las islas Falkland’. El consejero legal de la Cancillería argentina, José María Ruda, en un extenso mensaje documentó por qué la Argentina no tiene dudas sobre su soberanía; reclamó el restablecimiento de la integridad territorial, lo que se concreta con la devolución de las Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
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Diarios, radios, círculos políticos, económicos y gremiales concedieron a los debates de la UN tanto interés como al vuelo de Fitzgerald, del que se quejó el Foreign Office. El jueves pasado, a las tres de la tarde, una vasta muchedumbre esperó al piloto en el aeroparque de Buenos Aires, lo llevó en andas, lo cubrió de flores, lo escoltó hasta el centro de la ciudad, con una caravana de automóviles.
‘Mi iniciativa –dijo por la noche a los periodistas, en su casa del barrio de Caballito- no tiene ningún color político. La realicé a simple título de argentino. Tal vez mi acción me dé popularidad, pero no trabajo’.
(…)
En el Hotel Comercio y en varias esferas de Buenos Aires, otra versión complementaba el histórico gesto de Fitzgerald: ese viaje habría sido preparado por Aldo Comi, un piloto que años atrás intentó aterrizar en las Malvinas, sin éxito. Quien interesó a Comi en reiterar la travesía sería el vicepresidente Carlos Perette, que buscaba crear un clima interno favorable a los debates de Nueva York. Comi rechazó la oferta, pero prometió dar con el hombre idóneo para la aventura.
Fue Fitzgerald. Comi, que con su hermano Siro representa a la firma Cessna en la Argentina, adaptó al monomotor un tanque adicional de nafta en los asientos traseros, para evitar que la falta de combustible malograra los planes. Carlos Perette, siempre según la versión, se habría preocupado de que la noticia del vuelo se infiltrara en la dirección de Crónica. Lo cierto es que el diario envió a su fotógrafo y reportero a Río Gallegos, cuatro días antes de la hazaña, con el mayor sigilo”.
ENTREVISTA A MIGUEL FITZGERALD
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