Mientras se derechizaba el gobierno de Isabel Perón y su ministro de Bienestar Social, José López Rega, la organización Montoneros anunciaba su pase a la clandestinidad. En medio de los primeros crímenes de la Triple A, la decisión fue adoptada “porque era evidente que los grupos que cercaron al General en vida, se lanzarían a la ocupación del poder y no habría más remedios que enfrentarlos con las armas”, según explicó Mario Firmenich. Así reflejó la noticia la revista Panorama, en su edición nº 376 del 10 de septiembre de 1974.
¿QUÉ PASA CON LOS MONTONEROS?
“Al cierre de esta edición, en la madrugada del sábado 7 (de septiembre de 1974), los Montoneros habían logrado transformarse en el tema obligado de la política nacional: pocas horas antes, en una conferencia de prensa montada en una unidad básica porteña, habían declarado la ‘guerra popular integral’ contra el gobierno Justicialista de María Estela Martínez de Perón.
Los párrafos más importantes del documento –dos carillas en total- suponían que en el gobierno se había afianzado ‘un grupo de aventureros sedientos de poder personal que tienen como única base de sustentación a los intereses monopólicos, aliados una vez más con la oligarquía y con sectores del gran empresariado nacional’. Semejante diatriba caracteriza a la cúpula actual –presumiblemente a la presidente de la Nación y al ministro de Bienestar Social- como ‘aliados’ de los monopolios, pero no como expresión directa de esos centros de poder. Se trata de una sutileza, que no carece de importancia, como se verá más adelante.
Para los Montoneros la gestión oficialista tendría un ‘contenido antiperonista, antipopular, represivo y pro monopólico’, ante el cual, ‘nos vemos obligados a asumir una nueva etapa de resistencia, tal como se hiciera luego del golpe gorila de 1955’.
LOS PASOS PREVIOS
La escalada había principado el martes 3, cuando el semanario La Causa Peronista anunció en su portada: ‘Mario Firmenich y Norma Arrostito cuentan cómo murió Aramburu’. Obvio: esa edición de la revista se agotó en pocas horas y desencadenó una ola de indignadas reacciones.
¿Qué fue lo que empujó a la Tendencia Revolucionaria a adoptar una posición semejante? Para encontrar una respuesta, resulta imprescindible rastrear los editoriales de La Causa Peronista, desde su número 1, inmediatamente posterior al fallecimiento del teniente general Juan Domingo Perón. Los primeros pasos de Montoneros hacia el flamante gobierno de María Estela Martínez de Perón fueron cautelosos; incluso se supone que buscaron contactos con la cúpula gubernamental. Además, sostuvieron intensas conversaciones con sectores ‘aliados’, como el alfonsinismo y la Alianza Popular Revolucionaria.
El gobierno desestimó entrar en negociaciones, ya que consideraba que la Tendencia ‘usa la camiseta peronista’, y que no se correspondía establecer puentes con su conducción. Así y todo, el oficialismo descartó ilegalizarlos luego de las muertes de David Kraiselburd y Arturo Mor Roig, dos hechos que sindicaban a Montoneros como autores materiales.
Las relaciones con el elenco de Isabel Perón se deterioraban rápidamente: en agosto, Roberto Quieto, ex líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y uno de los jefes montoneros, coincidió con Norma Arrostito en una definición lapidaria: ‘Se acabó la verticalidad’. La ruptura formal entre Montoneros y la conducción del Movimiento llegaba a un punto sin retorno.
(…)
EL CASO ARAMBURU
Esa edición de La Causa Peronista también contenía un relato minucioso del secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, el primer operativo golpista de la organización Montoneros en mayo de 1970. La nota pretendía hacer olvidar los enfrentamientos entre Montoneros y Perón, sugiriendo que el líder había apoyado a Firmenich.
Era totalmente previsible que el reflotamiento de la muerte de Aramburu provocaría enérgicas reacciones. ¿Qué objetivo perseguía entonces la publicación de una nota tan polémica? En esferas gubernamentales se hablada de ‘provocación’. Se especulaba, además, con que los Montoneros, previendo una inminente proscripción, elegían que el gobierno los ilegalizara por rescatar como hecho positivo la muerte de Aramburu. En esa hipótesis el elenco oficialista podría quedar defendiendo a Aramburu y presuntamente descolocado, por ello, ante la ciudadanía peronista. (…)
Así, la ofensiva montonera apunta contra Isabel y López Rega y parece dirigida a crear una situación golpista, a corto o mediano plazo. Además, en el seno del gabinete, es el sector dialoguista de (el ministro del Interior) Alberto Rocamora el que ve restringido su campo de maniobra. Porque si se intensifica la acción guerrillera serán los sectores más duros los que, por imperio de los hechos, reforzarán su posición.
EL AISLAMIENTO
Por otra parte, no es descabellado que los Montoneros reviven su diálogo con el ERP. Para ello, resignará otros aliados: la Alianza Popular Revolucionaria, incluido el Partido Comunista, y el alfonsinismo. Además, la Coordinadora de Juventudes Políticas, últimamente paralizada, probablemente se extinga. Y de ese modo el peronismo de izquierda se quedará sin expresiones ‘de superficie’.
Esto conduce a otro interrogante: ¿Hay acuerdo entre los distintos núcleos de la Tendencia? Porque si bien Montoneros nunca abandonó su característica de organización ‘política-militar’, no es menos cierto que la Juventud Peronista, JTP, JUP, Agrupación Evita, UES y Movimiento Villero Peronista intentaron desarrollarse a la luz pública, en el llamado ‘frente de masas’. Parece improbable que estos sectores puedan ‘clandestinizarse’. Por las características de su accionar no es seguro que consideren correcta la resolución extrema anunciada el viernes por Firmenich. Así, la cohesión de la Tendencia será puesta a prueba en los próximos días”.
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