31.8.09

Conflictos bélicos

A 70 AÑOS DEL INICIO DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Sin declaración de guerra previa, en la madrugada del 1 de septiembre de 1939 tropas alemanas invaden Polonia, en un nuevo paso de la política expansionista de Adolf Hitler. El ataque del dictador nacional-socialista (que en los dos años anteriores había anexado su país natal, Austria, para continuar luego con el desmembramiento de Checoslovaquia), esta vez es respondido por Gran Bretaña y Francia, por lo que el conflicto se generaliza hasta convertirse en el mayor de la historia de la Humanidad.


Fragmento del texto ‘El síndrome de la guerra’, de Juan Pablo Fusi, extraído de la obra ‘Memoria de la II Guerra Mundial. 1939-1945’, publicada por el diario Página/12

El 1 de septiembre de 1939, Hitler invadió Polonia: como respuesta, el Reino Unido y Francia declararon de inmediato la guerra a Alemania. Italia se sumó al conflicto, al lado de Alemania, en junio de 1940. El 21 de junio de 1941, Alemania invadió la URSS. El 7 de diciembre de ese año, Japón –que desde 1937 había invadido China- atacó la flota norteamericana del Pacífico, en Pearl Harbour, y precipitó la entrada en la guerra de Estados Unidos. La guerra así planteada, la Segunda Guerra Mundial, se prolongó en Europa hasta mayo de 1945, y en Asia, hasta agosto de ese mismo año.
Se trató, por muchos conceptos, de una guerra total, probablemente la más amplia, intensa y destructiva de las conocidas hasta entonces en la historia. Murió en ella una cifra cercana a los 60 millones de personas. La Segunda Guerra Mundial dejó ciertamente un legado de episodios memorables (la batalla de Inglaterra, El Alamein, Stalingrado, Guadalcanal, el desembarco de Normandía, las Ardenas) y de mitos y héroes (la RAF británica, Montgomery, Rommel, MacArthur, Patton, De Gaulle, Jean Moulin, la Resistencia, Zhukov). Pero dejó también la herencia amarga y terrible del horror: las destrucciones de Rotterdam y Coventry, de Hamburgo y Dresde, de Montecassino, de Hiroshima y Nagasaki y, por encima de todo, el holocausto, la exterminación del pueblo judío, Auschwitz, Dachau, Buchenwald, Mauthausen, Chelmno y Treblinka.
La memoria de un conflicto de la envergadura y significación ideológica y moral de la Segunda Guerra Mundial no podía dejar de gravitar de forma determinante sobre la sensibilidad y la conciencia de quienes la vivieron y de las generaciones posteriores. Probablemente, no exageraba el escritor alemán Günter Grass cuando, en 1990, dijo que Auschwitz –el más grande los campos de exterminio creado por los alemanes- sería un ‘estigma indeleble’ en la historia de Alemania. Hasta 1990 se habían publicado sólo en los Estados Unidos unas 250 novelas de calidad sobre la guerra. Los filmes sobre ella se contaban también por centenares. La bibliografía histórica superaba por entonces con muchos los 50.000 títulos. El secuestro por agentes israelíes en Argentina en 1960 de Adolf Eichmann, el funcionario nazi encargado del traslado de los judíos a los campos de exterminio, y su posterior juicio y ejecución en Israel impresionaron al mundo. La audiencia alemana –unos 20 millones de telespectadores- se conmovió cuando, en enero de 1979, se proyectó por televisión el melodrama Holocausto. Francia se apasionó en 1987 con el proceso de Barbie, el exterminador nazi (y años después, con la detención y juicio de Paul Touvier, el antiguo responsable de la milicia pronazi de Lyon), y luego, en el verano de 1994, cuando el propio presidente de la República, Mitterrand, reveló sus abundantes relaciones con el régimen colaboracionista de Vichy. Gradualmente, el 6 de agosto, aniversario del lanzamiento de la bomba atómica contra la ciudad japonesa de Hiroshima, fue convirtiéndose en muchos lugares del planeta en una jornada de meditación colectiva –silenciosa y pacífica-, contra la guerra y las armas nucleares. En 1994, 50 años después del conflicto, el recuerdo de los sucesos estaba tan vivo que una película que narraba la historia de un alemán que salvó a cientos de judíos de ser enviados a Auschwitz (La lista de Schindler, de Steven Spielberg) emocionaba a los públicos de todo el mundo”.
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