“La base de la justicia occidental es que los tribunales son quienes condenan a los acusados y no la policía. Cualquier transgresión de este sistema pone, en peligro no solamente las relaciones entre el individuo y la comunidad a la cual pertenece: destruye la esencia misma de la justicia, Lamentablemente, abundan los casos en que la policía decide pasar por encima de los tribunales, inclinar la balanza según su capricho.
Quizá haya que agregar a esos casos uno muy reciente, uno demasiado trascendental como para esfumarse en las estanterías de un archivo; el asesinato del presidente de USA ocurrido en la tarde del viernes 22 de noviembre. La lista prosigue: porque 48 horas después de expirar en el hospital Parkland, de Dallas (estado de Texas), una bala de revólver ponía fin a la vida de Lee Harvey Oswald, hasta ese momento acusado por la policía del homicidio de John Fitzgerald Kennedy.
Cuando el domingo 24 las teletipos comunicaron al mundo la desaparición de Oswald, todas las especulaciones y las dudas originadas por la muerte de Kennedy crecieron con abrumadora —y lógica— rapidez. Crecieron aún más cuando la policía de Dallas anunció que el fallecimiento de Oswald, a manos de un dudoso vengador, el empresario de cabarets Jack Ruby, permitía clausurar la investigación sobre el asesinato del presidente.
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Muy poco, se sabe sobre Oswald, quién era o qué era. El tiro de Ruby fue demasiado preciso: alejó la posibilidad de quebrar el misterio, tornó más oscuro el desgraciado episodio,
¿La justicia se hallaba en su sitio, cumplía su papel? La mejor respuesta parece estar en un editorial que el severo The New York Times publicó el día 27 de noviembre, bajo el título 'Toda la verdad' y donde señala que 'la historia completa del asesinato y su asombrosa secuela debe ser puesta ante los ojos del pueblo norteamericano y del mundo en una forma responsable y por una fuente responsable del gobierno de Estados Unidos'.
'Este es un asunto nacional, no solamente de la policía de Dallas —concretaba el diario—. Se nos debe informar, después de una completa investigación, acerca de todas las pruebas contra Lee Harvey Oswald, el acusado de asesinato. Se nos debe informar de sus móviles, actividades pasadas, viajes y afiliaciones. Y se nos debe informar cómo y por qué rifles y revólveres pueden ser adquiridos y ocultados tan fácilmente en este país.'
The New York Times opinó que el deceso de Oswald no cerraba la causa. 'En realidad, suscita preguntas que deben ser contestadas si alguna vez hemos de sondear las profundidades de la muerte del presidente y sus consecuencias. Una objetiva comisión federal, si es necesario, con miembros del Congreso, inclusive, debe ser informada de todo e informarnos de todo. Aunque deseemos cancelar en la memoria el más desdichado fin de semana de nuestra historia, una clara explicación debe aparecer. No con espíritu de venganza, no para disimular lo sucedido, sino en nombre de la información y la justicia y para restaurar el respeto a la ley.'
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Primero se afirmó que los tres balazos —dos impactaron en Kennedy y el restante en el gobernador texano Connally— se dispararon en 5 segundos. Al día siguiente, el campeón de tiro Hubert Hammerer manifestaba en Viena que ese lapso no era suficiente. En Copenhague, con un fusil igual al que había empleado Oswald, se hizo centro tres veces seguidas en una silueta inmóvil, en 4 segundos y 8/10. El diario Corriere Lombardo, de Turin, aseguró que el fusil supuestamente accionado contra Kennedy —calibre 6,5, con mira telescópica, de origen italiano— no es automático y por lo tanto no puede funcionar a la velocidad que exigió el crimen.
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Los 14 cargos acumulados por Wade, el fiscal del condado, son, a primera vista, endebles. Su lectura, de acuerdo con el informe que divulgó el propio procurador, no arroja demasiada luz sobre el atentado en sí (causas, responsabilidades).
El asesinato de Oswald no está menos rodeado de tinieblas. Jack Ruby —confidente de la policía— pudo aproximarse tan cerca del ex infante de marina 'como si fuera a estrecharle la mano', narra la revista Time. Tan cerca que pudo abrir fuego a mansalva y argumentar luego que su crimen pretendía vengar a Jacqueline Kennedy. La policía de Dallas y los agentes secretos no preservaron la vida del presidente: como si eso fuera poco, descuidaron la vida del prisionero número uno del momento. Ni Kennedy ni Oswald tuvieron la protección que se presta, actualmente, al mafioso Joseph Valachi; nadie, salvo las autoridades pueden acercarse al delator de Costa Nostra.
Finalmente, las revelaciones de una mecanógrafa enrarecieron el panorama: la señorita Paulina V. Bates contó a la prensa que Oswald estaba escribiendo un libro donde atacaba a la Unión Soviética y cuyos manuscritos ella pasaba a máquina; recalcó que si bien Oswald nunca le dijo que era agente secreto de USA, 'daba la impresión de serlo'. Sin embargo, la policía de Dallas puso especial cuidado en insistir sobre la orientación castrista-comunista del acusado ¿A quién hay que creer?
Estas contradicciones y lagunas son apenas unas pocas en el complicado affaire Dallas. Lo indudable es que hasta que no se aclaren, hasta que no se expliquen, nadie estará en condiciones de saber si el homicidio de Kennedy fue la obra de un paranoico o el corolario de un golpe de estado. De saber si (el vicepresidente) Lyndon Johnson tomó el poder como consecuencia de un accidente o a raíz de una conspiración.
El Departamento Federal de Investigaciones (FBI), cuya eficiencia pregonan el cine, la televisión, los expedientes y el holocausto de sus hombres, empezó a trabajar en el atentado, por orden de Johnson, después del 22 de noviembre. Reconstruyó el crimen y se dedicó a preparar un reportaje minucioso; sobre el fin de la semana pasada, sus voceros anunciaron que ese mensaje no contendrá 'grandes sorpresas' y 'con toda probabilidad señalará a Lee Harvey Oswald como asesino del presidente', a fin de que 'no se dude de que Oswald, actuando solo, y no como parte de una conspiración, disparó las balas mortales'. De tal manera, el FBI concluirá la labor y sus resultados no serán presentados ante ningún tribunal, porque la causa quedó cerrada cuando expiró Oswald.
A la justicia de Dallas —una ciudad que esperó al presidente con carteles que llevaban su foto y la leyenda Buscado por traición— le basta con las pruebas del fiscal Wade y la argumentación pasional de Jack Ruby. Aunque, como expresó el Philadelphia Evening Bulletin en un artículo: 'Casi ciertamente, la evidencia señala a Oswald como al hombre que mató a un querido presidente, Pero ese 'casi ciertamente' no satisface a la ley norteamericana, que sabiamente requiere la demostración de que el asesino es culpable.'
SHOCKING: Video unreleased JFK assassination
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