11.4.13

Periodismo

A 35 AÑOS DE LA MUERTE DE DANTE PANZERI

El 14 de abril de 1978 falleció Dante Panzeri. Nacido en Las Varillas (Córdoba) en 1923, se inició en el periodismo gráfico en el diario La Voz de San Justo, en la ciudad de San Francisco, y comenzó a colaborar en El Gráfico en 1942, revista que dirigió hasta 1962. Además de otros medios gráficos, también se desempeñó en radio y televisión. Periodista de sólidas convicciones, fue uno de pocos que se opuso en la última dictadura a la realización del campeonato mundial de fútbol de Argentina’78. Breve perfil, en fragmentos de Recordando a Panzeri, nota de Tomás Sanz en la revista Humo®, nº 33 de mayo de 1980.

“Hay en nuestro país una especial prevención a recordar a los muertos. Una cierta urgencia, presidida por vagas ideas acerca del futuro, de la necesidad de 'actualizarse', de 'estar al día', inhiben a algunos de mirar hacia atrás -¿y por qué hacIa atrás, en realidad?- para ver quién, de los que quedaron en el camino, valía verdaderamente la pena. (...) Y en esa confusa realidad se enancan los que proclaman la muerte de 'los recuerdos'. Lo que debe sepultarse es la mediocridad, no el ejemplo de quienes la combatieron.
Con tal criterio es que recordamos a Dante Panzeri, que murió hace dos años, el 14 de abril del 78. Y a las muy superficiales semblanzas que de él se hicieron por aquellos días, queremos agregar algo hoy, para tratar de corregir algunos puntos de mira que, entendemos, muy a menudo andaban, y andan, errados.
Para quienes no resulta fundamental la lucha contra lo mediocre —e inclusive contra lo deshonesto— Panzeri fue inentendible. Dado que aquella actitud crítica, cuando es coherente, se desarrolla siempre a partir de una posición muy definida que se coteja con la realidad, con los hechos, con lo que pasa, con las actitudes ajenas, el no percibir —o no compartir— esa posición hace incomprensible la crítica, la opinión o las actitudes de un periodista, de un escritor, de un músico, de cualquiera con posibilidades de expresión pública. Y lo valioso de Panzeri era eso: referir las cosas, graduar sus opiniones en torno a una toma de posición.
Es lo que les falta a la mayor parte de los periodistas deportivos. Siempre es más cómodo el picoteo convencional, el rozar la superficie de las cosas, el enfoque vulgar y aséptico. Lo otro requiere un esfuerzo intelectual que muchos no quieren o no pueden hacer. Sobre todo no pueden. Porque quizás la causa de ciertas actitudes no es un asunto de hipocresía sino de vulgaridad. Panzeri era, sin discusión, un tipo inteligente.
De aquella posición que los irreflexivos entendían rígida y sistemática, provienen apresuradas conclusiones tales como 'Este se cree que tiene toda la verdad', 'Es pedante', 'No le gusta nada' y otras simplezas. Simplezas que tampoco evitaban algunos que creían coincidir con Panzeri pero que se quedaban en la elemental admiración de decir: 'Mirá cómo le da a todo el mundo', 'No deja títere con cabeza' y otras observaciones que reducían sus juicios a la categoría de un conventillero arremeter a ciegas contra todas las paredes.
Ni una cosa ni la otra. El hombre a quien 'no le gustaba nada' fue el que relataba su emoción —nada sensiblera para quienes gozan con el fútbol— aplaudiendo, 'hasta romperse las manos', partidos como Brasil-Hungría (Mundial del 66, fútbol 'moderno' para quienes ya en esa época inscribían a Panzeri como admirador del 'antiguo'). Fue también el que se entusiasmaba —hasta el extremo de la demostración práctica— contándonos la jugada de la 'media masca', complicado juego de habilidad para iniciados que ejecutaba su admirado Walter Gómez. Era también quien comentaba por televisión un gol de Madurga (jugador 'moderno' para los simplificadores de ideas) que 'lo había hecho levantar del asiento para aplaudirte'.
(...)
Pasa que la mediocridad y Panzeri siempre se dieron de patadas. En esa larga pelea sufrió aparentes derrotas —como suele suceder muy seguido— pero acrecentó incuestionablemente su dignidad. 'Perdió' en El Gráfico, cuando una línea editorial que reclamaba 'los cambios que exige la época' lo desplazó de su dirección en momentos en que era considerada por muchos como modelo de revista deportiva. Y no fue —por supuesto— a causa de que Panzeri quedó 'fuera de época'. Sucedió que la 'época' salió de los cauces de rectitud y decencia por los que él transitaba. En este caso, el 'triunfador' fue Carlos Fontanarrosa, activo gestor del reemplazo luego de llegar a 'El Gráfico' gracias a Panzeri.
'Perdió' también en Canal 11, por defender en cámaras la actitud del periodista José María Suárez, cuya menos que mediana contextura física sufrió la agresión de energúmenos tales como Dante Zavattarelli —el segundo de (José María) Muñoz— y Fernando Niembro, autores del brutal ataque denunciado por Panzeri. Como resultado, le fue impedida la entrada al canal, su lugar de trabajo. Un despido muy peculiar, para concretar el cual se movió, entre otros, el inefable Oscar Gañete Blasco.
Y 'perdió', finalmente, en La Prensa, a la que llegó para dirigir la sección deportes. Aquí, la espesa mediocracia interna apeló a recursos de lo más innobles: el saboteo a su tarea tomó la forma de anónimos revulsivos, sustracción de originales, trabas de todo tipo y movidas de piso intolerables. Más que su voluntad, se doblegó su salud, que venía mal barajada desde tiempo atrás. Ese fue, prácticamente, el fin de su actividad. Estábamos a mediados de 1977. Culminaba una vida inquieta, fructífera, a través de la cual su oficio periodístico fue galardonado con variados planteos, juicios y querellas en los que puede decirse que nadie de veras decente tuvo motivos para pleitear con él. A los tipos derechos, más bien, los iba juntando por el camino y se los llevaba pegados por el afecto y por esas inequívocas señas que intercambian los iguales. Esa sí era una 'cuestión de piel'.
Y casi nada más. Como esto corre el riesgo de ir pareciéndose a un panegírico de circunstancias, remitámonos a unas líneas escritas por Panzeri como parte de una nota publicada en la revista Chaupinela, en abril de 1975. Sabemos que no estamos incluidos en esa actitud que preveía para el momento de su muerte. Y aclaremos también que su entierro fue digno, silencioso, verdaderamente doloroso para los que fuimos, sin show ni noticiosos. Un homenaje sin discursos. Él debía haberlo imaginado:
'...Otro curro que hemos inventado los hombres para ejercer la despótica dictadura de nuestra inteligencia, es el de hacer doctrina en cuanto a la prohibición de hablar 'mal' de los muertos. Es un invento de los vivos que viven trampeando, para que sus familiares no tengan que devolver, una vez muertos ellos, lo que esos familiares heredaron. Para eso se inventó la condición de buen tipo de todo aquel que se muere, cosa bastante difícil de entender recordando que en nuestra inmensa mayoría, mientras vivimos, somos unos bichos ultraperversos. Debo aclarar que, si cuando a mí me entierren en algún cementerio, me dieran la chance de salir el cajón durante cinco minutos (con el compromiso de volver) para pronunciar el discurso de despedida de mi vida, estoy seguro de que también tendría que hablar mal de mí. Y mucho más seguro de que les diría cretino y mentirosos a los que me precedieran en el uso de la palabra. Por ejercer la prohibición de hablar mal de los muertos.
O bien les exigiría que repitan lo que dijeron de mí en vida...'”.

Notas de Dante Panzeri:


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