A 20 AÑOS DE LA MASACRE DE WACO
El lunes 19 de abril de 1993 agentes policiales asaltaron la sede de una comunidad religiosa en la localidad de Waco, en el sur de los Estados Unidos. Los davidianos, liderados por David Koresh, eran sospechados de portación de armas y cometer abusos sexuales a los niños de la misma comunidad. Luego de 51 días de sitio, el ataque concluyó con más de 80 muertos. El caso, en Apocalipsis en Waco, nota de la revista Noticias, nº 852 del 25 de abril de 1993.
“'Esperábamos que actuara el instinto maternal. Suponíamos que las madres tomarían a sus hijos y los harían huir'.
La frase pertenece a un sorprendentemente azorado vocero del FBI, Robert Ricks, y revela el más terrible error de cálculo que un servicio de inteligencia interna puede cometer: suponer que un determinado grupo, con una forma de pensar bastante particular, va a actuar como lo haría un común ciudadano. Y obtener, exactamente, las consecuencias que decía querer evitar con su acción.
El hecho más violento de la autoinmolación —aún en duda— de 86 miembros de la Rama Davidiana, liderados por David Koresh, en Monte Carmelo, a 14 kilómetros de la ciudad de Waco, Texas, es, sin duda, la muerte de 17 niños de menos de diez años que, trágicamente, se suman a ocho adolescentes.
La suerte que corrían esos niños es la razón que ahora esgrime la policía para perforar los edificios del complejo davidiano con tanquetas armadas con estructuras metálicas y, a través de esos agujeros, arrojar granadas de gases lacrimógenos con la ingenua intención de que los seguidores de Koresh depusieran 51 días de resistencia.
Poco después del ataque final a un rancho que no casualmente se llamaba Apocalipsis, el director del FBI, Williams Sessions, casi con las mismas palabras que usó el presidente norteamericano Bill Clinton, dijo que 'fue una tragedia que nadie esperaba. No contábamos con el incendio. No esperábamos que cometieran suicidio'.
Uno de los párrafos preferidos del líder davidiano era el pasaje del Apocalipsis que dice: 'El fuego se mezcla con la sangre. Los árboles arden. El pasto arde. Los hombres son atormentados por el fuego y el azufre en presencia de los ángeles y del cordero'.
La apreciación de fanáticos de una situación en la que se suman una atmósfera absolutamente contaminada de gases, el ruido de tanques abriendo boquetes en la pared y la tensión de casi dos meses de sitio, debe haber sido algo muy próximo al día final.
Esa mezcla de ingenuidad —o incompetencia, u oídos sordos a lo que en todo momento afirmaron los psiquiatras consultados por el propio FBI, la posibilidad de un suicidio masivo como el ocurrido en Guyana en 1978— con la actitud esperanzada de que primaría 'el instinto materno' (cuando este instinto bien puede ser entendido por un fanático como la inmolación en búsqueda de la vida eterna) es la responsable, directa o indirectamente, de la muerte de los niños.
El lunes pasado, una hora y media antes que los tanques iniciaran su asalto, Steve Schneider, brazo derecho de David Koresh, contestó el teléfono del rancho, única comunicación con el exterior y canal de las negociaciones con la policía. 'Salgan con las manos en alto o utilizaremos gas lacrimógeno', fue el mensaje llano y brutal del agente del FBI. La respuesta fue igualmente clara. Schneider arrojó el teléfono hacia afuera del rancho. Adentro quedaron 95 personas, entre hombres, mujeres y niños. Cuando los gases invadieron el complejo, a las 8:57 de la mañana, los chicos y las mujeres fueron resguardados en una habitación central sin ventanas al exterior. Dos horas después, el gas empezó a penetrar en el cuarto. Allí estaban Rachel, la primera de las 19 esposas de Koresh ('muchas, como el Rey David'), con sus hijos Cyrus (de sólo 8 años) y la pequeña Star. Muchos de los chicos que quedaron atrapados en esa trampa de fuego eran hijos de Koresh o de alguna de sus esposas, como Joshua y Rachel Sylvia, hijos de Lorraine y Stan Sylvia. Lorraine se tornó esposa de Koresh luego que él destruyera la pareja. O como Angélica Sonobe, hija de Cita Sonobe, esposa de Koresh después que éste la obligara a dejar a su esposo Scott. O los dos hijos de Koresh con Nicole Little, tía de Tarah Tom, a quien el 'mesías de Waco' pegaba 'hasta que le saliera sangre cuando sólo tenía nueve meses porque lloraba en sus brazos' según cuenta su madre Michelle Tom, que se escapó de la secta en 1990.
Otros niños que murieron quemados, si no se confirma la suposición del FBI de que habrían sido envenenados antes que las llamas los alcanzaran, eran hijos de miembros de la secta, como Anita, Sheila, Lisa y Wayne, cuyo padre era Wayne Martin, un abogado recibido en Harvard, vocero de la Rama Davidiana.
Aunque algunos adolescentes podían ser considerados miembros de la secta, como Jimmy Riddle, otros eran hijos de los seguidores del autoproclamado nuevo Jesucristo que después pasaron a tener otro status dentro de la comunidad. Clive Doyle, un australiano divorciado, se unió a la secta junto a su madre Edna y sus dos hijas, Sherri y Karin. Las dos adolescentes Doyle se tornaron, cada una a su turno, miembros del harén de David Koresh.
La ministro de Justicia de los Estados Unidos, Janet Reno, fue quien decidió tomar por asalto el rancho Apocalipsis, y posteriormente la Casa Blanca respaldó su decisión basándose en el hecho de que existían 'montones de evidencias' de que los niños padecían abusos sexuales por parte de Koresh y de otros miembros de la secta. La información habría sido suministrada a través de micrófonos que un agente encubierto colocó en el lugar.
Reno fue desmentida por Sessions, del FBI, que afirmó que 'no contábamos con evidencias recientes' de abusos sexuales. A su vez, las palabras del director del FBI fueron convenientemente acomodadas por la Casa Blanca, a través de su vocero George Stephanopoulos, quien dijo que, en realidad, Sessions quiso decir 'que no tenía evidencias inmediatamente anteriores al asalto, del domingo a la noche o del lunes a la mañana, o algo así'.
'Había un micro que no contenía gas lacrimógeno y estaba fresco. Si Koresh hubiera querido salvarlos, los hubiera enviado allí. Esos niños están muertos porque David Koresh los mató', afirmó Jeff Jammar, el encargado del sitio desde el 28 de febrero. Puede ser que el FBI no haya tirado el fósforo pero, seguramente, encendió la mecha del incendio de Monte Carmelo.”
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