2.7.12

Derechos Humanos

HACE 25 AÑOS CONDENABAN AL NAZI KLAUS BARBIE
El 4 de julio de 1987 la justicia francesa condenó a Klaus Barbie (73 años), conocido como el carnicero de Lyon, a reclusión criminal perpetua por crímenes contra la humanidad. Barbie fue un jefe de la Gestapo en Francia durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Tras la derrota del nazismo fue agente de la inteligencia estadounidense para luego refugiarse en Bolivia, donde colaboró con dictaduras militares hasta ser expulsado en 1985. Fue culpable del rapto y deportación de los 44 niños de la colonia judía de Izieu en 1944, entre otros crímenes. La sentencia, en tramos de Una lección de historia, nota de Rodolfo Mattarollo en la revista El Periodista, nº148 del 10 de julio de 1987.






   “La última jornada del proceso de Klaus Barbie se inició el viernes 3 de julio con el pedido del fiscal de que el reo compareciera cuando terminara el alegato de la defensa, para que tuviera una última oportunidad de expresarse y escuchar el veredicto. La corte, después de deliberar, resolvió que el acusado fuera traído por la fuerza. Eran las diez y cuarto de la mañana y estaban por reiniciarse los debates. El defensor del ex jefe de la Gestapo de Lyon, Jacques Vergés, se disponía a encarar el cargo más grave formulado contra su pupilo: el martirio de los 44 niños de la colonia de vacaciones de Izieu, deportados y exterminados en Auschwitz.
   El silencio de la sala fue quebrado de pronto por la campana mayor de la vecina catedral de Saint-Jean, donde se estaba oficiando un réquiem. Como las campanas no cesaban, el defensor de Barbie esperaba para retomar el hilo de un inverosímil pedido de absolución. Alguien advirtió al arcipreste sobre el disturbio que se estaba ocasionando en la sala de audiencias. El sacerdote lo consideró algo más que una mera coincidencia y prolongó las campanadas, como homenaje voluntario a las más inocentes víctimas del nazismo.
   Vergès debió resignarse a retomar su alegato mientras las graves campanadas iban puntuando argumentos cada vez menos convenientes. A las cinco y media de la tarde, el controvertido abogado terminaba una perorata comenzada dos días y medio antes y el presidente André Cerdini ordenaba que entrara un abrumado Klaus Barbie en la sala de! tribunal. Con calma profesional, el purpurado titular de la corte dijo al reo, haciendo pausas para una innecesaria traducción: 'Usted conoce los hechos que se le reprochan. A lo largo de ocho semanas de esta audiencia de la que prefirió estar ausente, usted fue informado de todo lo que aquí se dijo. En pocos instantes, la corte y el jurado se retirarán a deliberar. Antes, la ley le da la posibilidad de hablar, ¿tiene algo que decir en su defensa?'.
   Entonces -por primera vez, desde que había resuelto el 13 de mayo considerarse 'jurídicamente ausente' por la forma en que había sido expulsado de Bolivia- el reo susurró en francés: 'Sí, señor presidente'. Y añadió: 'Yo no cometí la razzia de Izieu. Nunca tuve el poder de decidir las deportaciones. Combatí a la resistencia, a la que respeto, con dureza, pero era la guerra, y la guerra ha terminado'. Volvieron a colocarle las esposas y lo retiraron de la sala.
   La corte y el jurado deliberaron durante seis horas y media. Pasada la medianoche, Barbie estaba en el mismo lugar para escuchar el fallo que decidiría su suerte. El presidente Cerdini comenzó la lectura de una decisión manuscrita a la que la corte y el jurado habían llegado según el sistema vigente en Francia 'en su alma y conciencia' y en voto secreto. A todas las preguntas sobre la culpabilidad y las circunstancias agravantes -preguntas 1 a 340- se respondió afirmativamente, a la pregunta 341, relativa a las circunstancias atenuantes, se respondió negativamente. En aplicación de la ley, la conclusión era obvia sólo podía caber la reclusión perpetua. El presidente continuó leyendo el fallo hasta su conclusión: 'Considerando que resulta de la misma decisión de la corte y del jury, tomada por mayoría de por lo menos ocho votos, que no existen circunstancias atenuantes, condena por mayoría a Klaus Barbie a reclusión criminal perpetua y al pago de las costas'.
(…)
   No se confirmó el vaticinio de Barbie, quien en 1972, le había revelado a un periodista francés, en La Paz, que este juicio nunca debería realizarse porque 'sería una mala cosa para Francia'. El proceso se realizó, no obstante todas las amenazas, cuarenta años después de los hechos. Precisamente, para sorpresa de muchos, los debates fueron seguidos con gran atención, en primer lugar, por los jóvenes, que habían perdido la continuidad de su historia desde hacía mucho tiempo. Tal era la fuerza de la evidencia, que se evitaron las falsas querellas: la emulación entre los sacrificios de los judíos y los resistentes o la pretendida culpabilidad del pueblo alemán. Tampoco prosperó la maniobra confusionista de Jacques Vergès, que intentó lavar la sangre con la sangre y relativizar, con el martirio del pueblo palestino y de los pueblos coloniales africanos, el holocausto del Tercer Reich.
   El Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, uno de los 105 testigos que declaró en el juicio, le escribió a su abogado el 31 de mayo: '¿Buscas el fuego? decía un gran rabino hasídico. Búscalo en la ceniza'. Es lo que ustedes están haciendo desde el principio en este proceso, es lo que intentamos hacer desde la liberación. Hemos buscado en la ceniza una verdad para afirmar -a pesar de todo- la dignidad del hombre, que no existe sino en la memoria. Gracias a este proceso, los sobrevivientes encuentran una justificación a su supervivencia. Su testimonio cuenta, su memoria será parte de la memoria colectiva. Está claro que nada podría volver los muertos a la vida. Pero, gracias a los encuentros vividos en el recinto de la corte, gracias a las palabras pronunciadas allí, el acusado no podrá matar otra vez a los muertos...'
   Aunque el diario Le Monde se preguntaba al día siguiente del veredicto si todos sacan las mismas conclusiones de la terrible lección de la historia revivida durante dos meses en Lyon, parece inevitable convenir que no se juzga el pasado sólo para castigar, se juzga para aprender. Como afirmó Montaigne, la finalidad de la justicia no es tan sólo corregir a quien se juzga, sino a través de él, a todos los demás hombres.”

La persecución de los nazis, documental de Isabelle Clarke y Daniel Costelle







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