21.3.12

Política

HACE 70 AÑOS MORÍA MARCELO T. DE ALVEAR
El 23 de marzo de 1942 falleció Marcelo Torcuato de Alvear, el segundo presidente radical y uno de los líderes de la UCR en las primeras décadas del siglo XX. Gobernó uno de los momentos más prósperos de la Argentina y luego condujo al partido radical en la Década Infame. Su vida, en tramos de Alvear, el radical negado, nota de Félix Luna publicada en La Nación el 29 de marzo de 1992.



   “A cincuenta años de su desaparición, Marcelo T. de Alvear sigue siendo una figura negada por sus propios correligionarios. Su nombre está asociado en la memoria colectiva de los argentinos a una gestión presidencial que tuteló el periodo de mayor respeto institucional y más efectiva prosperidad de este siglo. Su lucha contra el fraude electoral merece respeto y admiración. Su claro apoyo a la democracia durante la Segunda Guerra Mundial constituyó un compromiso indeclinable y un enérgico pronunciamiento frente a las expresiones pro fascistas que habían aparecido en el país.
   Todo esto lo hizo Alvear como dirigente de la Unión Cívica Radical, la causa que abrazó desde joven y a la que fue fiel toda su vida. Sin embargo, es difícil ver un retrato de Alvear en los comités del radicalismo, raramente se lo menciona allí y su hegemonía partidaria es evocada como una execración vergonzante dentro de la línea histórica del partido fundado por Alem.

Los motivos del olvido

   Este olvido tiene sus motivos. Sucede que los núcleos que tomaron el comando partidario de la UCR después de 1946 lo hicieron bajo una bandera que exaltaba valores, consignas y creencias extraídas de la tradición yrigoyenista. Además, la dura lucha interna que se libró contra la dirección de la UCR a partir de la derrota electoral de 1946 debía enfrentar a dirigentes que, en general, habían compartido la conducción de Alvear: 'alvearistas' o 'Unionistas' eran aquellos a quienes el Movimiento de Intransigencia y Renovación debía destruir para ocupar las claves de los cargos partidarios.
(…)
   El núcleo que lideraban Balbín, Lebehnson, Frondizi y otros, usó una dialéctica que satanizaba al alvearismo y sus epígonos; al triunfar, esta dialéctica quedó tan consagrada en el discurso partidario como la Declaración de Avellaneda. Así, Alvear quedó condenado inapelablemente.
   Balbín había sido el 'pico de oro' de las campañas electorales de Alvear, y Frondizi fue en algún momento el regalón, el mimado de don Marcelo; ambos admiraban secretamente su coraje, su sentido de la conducción, su patriotismo. Pero las exigencias de la lucha por el poder interno llevó a estos y otros dirigentes a expedir el recuerdo de Alvear al oscuro territorio de la amnesia política. Después de todo, el olvido no es la peor de las miserias que forman parte de los usos partidarios, aquí y en cualquier parte del mundo...
   Yo mismo, en mi lejana juventud radical, fui cómplice de esta desmemoria; en parte la salvé escribiendo una biografía de Alvear en la que criticaba sus posiciones políticas, pero valorizaba la simpatía de su figura, su integridad y la sinceridad de su lucha. Pero los radicales, que han vivido tantos avatares, no han indultado a Alvear. Y de este modo su propio partido se priva de aprovechar la significación de esta personalidad, que al lado de muchos errores supo agregar valores positivos a la centenaria trayectoria de esta fuerza tan pluralista en el plano de la convivencia cívica, pero tan obstinada en el mantenimiento de la excomunión que afecta a uno de sus grandes próceres.
   No se ha entendido que Alvear expresó una manera de ser radical: desde luego, no la que prevaleció durante casi cinco décadas, no la que asumieron Balbín o Alfonsín, pero de todas maneras respetable, rescatable.
(…)

Hacer creíble un partido

   Para el análisis político, el Alvear que interesa no es el que se forma al lado de Alem o el que sigue lealmente a Yrigoyen: menos aún al de los esplendores de la belle époque, ni siquiera el prudente y legalista administrador de 1922/28. El que interesa es el que regresa a la Argentina en 1931 y se pone al frente del radicalismo, un partido desalojado del gobierno, golpeado por fuera y dividido por dentro; esa enorme masa desorientada y dolida que soñaba voltear al poder de facto de Uriburu y al gobierno fraudulento de Justo, a la que habían robado la limpia victoria del 5 de abril de 1931 y vetado los candidatos que proclamara en noviembre del mismo año.
   Helo aquí, este don Marcelo. Tiene 63 años, es todavía muy rico, ha residido casi la mayor parte de su vida en Europa, es un bon vivant amante de la música y las artes, respetado por todos, con un apellido ilustre y una personalidad imponente. Podía haberse contentado con los plácidos lustros propios de un ex presidente alejado de las turbulencias de su patria. Pero Alvear asume deliberadamente un destino rudo y trajinado, que difícilmente desembocará en jornadas de gloria; elige una pelea que le traerá exilio, confinamientos, manoseos, agotadoras negociaciones por temas triviales, desengaños, pobreza. Pero si afronta estos riesgos es porque la dominación de los conservadores lleva como valor inevitable la reiteración indefinida del fraude electoral, y esto significa la degradación de la República y puede concluir en fascismo.
   Entonces, hay que enfrentar el fraude, para lo cual, lo primero es poner al radicalismo en condiciones de ser gobierno.
   Y así acepta don Marcelo un desafío casi quijotesco. Llenará los últimos diez años de su vida. Lleva adelante su lucha según criterios que pueden no compartirse, pero que sin duda tienen mucha lógica.
(…)
   Cuando Alvear murió, la UCR estaba desprestigiada, al punto de haber sido derrotada por el socialismo en su tradicional baluarte de la Capital Federal. Cuestionamientos crecientes (FORJA, el revisionismo bonaerense, la intransigencia sabattinista) erosionaban la autoridad de su conducción. Era como si el radicalismo hubiera perdido su alma, y aunque todos percibían que corrían por el país aires de vísperas, esos vientos no pasaban por sus vetustos comités. Pero así y todo, Alvear recorrió con audacia la opción que eligió.”


Alvear asume el gobierno


Alvear visita Puerto Madryn, Trelew y Rawson, en la actual provincia de Chubut


Nota relacionada
9/9/81: A 30 AÑOS DE LA MUERTE DE BALBÍN



.


Leer más

0 comentarios: