3.2.12

Sociedad

HACE 40 AÑOS QUE ROBLEDO PUCH ESTÁ PRESO
El 4 de febrero de 1972 la policía detuvo a Carlos Robledo Puch, el mayor asesino serial de la Argentina, pocos días después de que cumpliera 20 años de edad. Acusado de cometer diez homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, 17 robos, una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos hurtos y dos raptos, la Justicia lo condenó a reclusión perpetua que todavía cumple en el penal de Sierra Chica. Tramos de Relato de un asesino múltiple, entrevista de Daniel Puertas y Julio Pagano publicada en el diario La Prensa el 18 de diciembre de 1994.






   “-¿Está nervioso?
   -No, ¿por qué lo pregunta? -contesta el cronista de La Prensa.
   -Su mano.
   -...
   -Tiene las manos húmedas de transpiración.
   -¿Y a usted, Robledo, lo pone nervioso esta entrevista?
   -Sí, un poco. Cualquier entrevista me altera. No me gustan los periodistas.
   Así comenzó el reportaje que Carlos Eduardo Robledo Puch, 'el ángel de la muerte', como lo apodaron a principios de los 70 cuando su cara de niño quedó inevitablemente asociada a una cadena de asesinatos inexplicables, dio a La Prensa en el locutorio del Penal de Sierra Chica, donde ya cumple 23 años de encierro.
   Hay algo extraño en sus gestos. No es su mirada penetrante o, más bien, que busca ser penetrante, casi intimidatoria. Tampoco sus cejas, que parecen congeladas en posición de permanente sorpresa. Ni siquiera la sonrisa que de vez en cuando logra endurecer antes que suavizar sus rasgos afilados. No se puede identificar lo inquietante en un solo gesto de Robledo Puch. Pero inquieta. Sólo después de un buen rato de conversación el cronista sabrá qué es: su conmovedora escasez -mas que economía- que convierte su fisonomía en una máscara. Como la de un ciego. O la de un preso.
   Parte de esa sensación debe percibir en el cronista, porque en un momento de la charla se interrumpe, -afloja por única vez la tensión que le crispa la cara y explica: 'Lo peor no es cada día adentro, aunque después de tanto tiempo no me he acostumbrado a la vida en prisión. Lo peor es la certeza de que no voy a salir nunca. Esa es la condena más dura que puede tener un ser humano. Porque yo soy un ser humano, ¿sabe?'. Robledo Puch fue condenado a cadena perpetua y reclusión por tiempo indeterminado.
(...)
   -De mí dijeron mil millones de mentiras. No importa lo que uno diga, siempre tienen la historia antes de empezar a investigar si es cierta y, por supuesto, escriben esa historia que tienen de antemano. Los periodistas me condenaron mucho antes que la Justicia, y a la Justicia le resultó mucho más fácil condenarme después de lo que escribieron los periodistas. ¿Se imagina lo que hubiera pasado si en el juicio me hubieran declarado inocente después de que durante años la gente leyó en los diarios que yo era 'El Chacal', que mataba por placer, que siempre mataba por la espalda, que le carbonicé la cara a mi compañero para que no lo reconociera la policía?
   -¿Qué hubiera pasado?
   -Hubieran dicho que los jueces son corruptos, que ya no es posible confiar en las instituciones, que la sociedad está en manos de los delincuentes y que la Argentina es el imperio de la impunidad.
   -¿Y usted confía en la Justicia?
   -¿Cómo voy a confiar si me condenó por cosas que nunca hice? El juicio estuvo lleno de irregularidades. Las únicas pruebas que se presentaron fueron las declaraciones de los funcionarios policiales. Ni siquiera encontraron las armas con las que dicen que maté a once personas. Desde que me detuvieron hasta que empezó el juicio pasaron ocho años. Hubiera sido ridículo que después de tenerme tantos años, prácticamente sin atención cuando tenía crisis asmáticas, me hubieran pedido disculpas y me hubieran dicho que era inocente. La Justicia no puede admitir que se equivoca.
   -¿Pero por qué no dijo nada cuando lo detuvieron o durante el juicio?
   -Tenía miedo. Estaba como paralizado por el odio que sentía sobre mí. La gente me gritaba, me querían matar... Además, lo dije: le dije en la cara al juez que el juicio era una farsa y que estaba prejuzgado y condenado de antemano.
   Robledo Puch tiene una notable preferencia por los temas políticos respecto de los personales. Cuando siente que la conversación se lo permite -algo que ocurre con demasiada frecuencia-, se desliza con entusiasmo hacia la actualidad nacional.
   -Si los constitucionalistas no tienen un curriculum vitae que los avale, si ni siquiera han debatido la letra de la reforma constitucional, si los diputados y senadores no tienen una trayectoria de honestidad e idoneidad, entonces está todo repodrido.
   -¿Tampoco cree en la democracia? ¿En qué cree, Robledo?
   -Creo en Dios, soy católico. Creo que hace falta una mano dura, como la de Fidel Castro en Cuba. Con el poder absoluto, en una islita, Fidel Castro logró el mejor sistema de salud del mundo. Para la Argentina, creo en Aldo Rico, un hombre honesto, querido y respetado, el único que se anima a decir verdades. Un verdadero peronista y un buen padre de familia.
(...)
   -Si alguna vez saliera en libertad, ¿podría dedicarse a la política?
   -Me gustaría colaborar con Aldo Rico en la medida de mis posibilidades, pero yo ya no pienso en la libertad. Pienso solamente en el día. Usted no se imagina lo que es estar acá sin libertad...
   -Trate de describírmelo.
   -En la cárcel no hay amigos. Espero las cartas de mi padre, a quien no veo desde hace dos años, o de mi madre, a la que no veo hace más tiempo porque vive en Paraguay. Para entretenerme leo revistas, artículos sobre la familia y las sectas, los temas que más me interesan. Antes escuchaba mucho la radio, pero ahora ya no tengo. Ni radio se puede tener en la cárcel. La libertad es el estado natural del hombre, y vivir de esta manera es inhumano.”





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