27.12.10

Dictadura militar

HACE 20 AÑOS MENEM INDULTABA A LOS COMANDANTES DEL PROCESO
El sábado 29 de diciembre de 1990 el presidente Carlos Menem firmaba su segunda tanda de indultos. Entre los perdonados estuvieron jerarcas de la última dictadura y líderes de organizaciones armadas. Jorge Videla, Emilio Massera, Roberto Viola, Ramón Camps, Guillermo Suárez Mason, Orlando Agosti, José Alfredo Martínez de Hoz, Mario Firmenich y Norma Kennedy fueron algunos de ellos. Texto de El vestíbulo del infierno, nota de Osvaldo Soriano en el diario Página/12 del 30 de diciembre de 1990.




“La corrupción y la impunidad son dos caras de la misma moneda. Eso explica el indulto a Firmenich y a los criminales de la dictadura. Pero la gracia de Menem no es el perdón de una sociedad atónita que lo rechaza por vejatorio e inútil. Los indultos vienen de un sistema venal, servil y payasesco que aspira a perpetuarse en la indignidad y la barbarie.
Se vuelve de cualquier cosa, menos de la humillación. Menem abre, entre los escombros de la Nación, un cono de sombras que sin duda traerá más dolor, más muerte, más desolación. Por lo que se sabe, monseñor Quarracino estará allí, en su puesto de combate, para bendecirlo.
La libertad regalada a los conductores de la mayor matanza de la historia es una hipoteca para la democracia. El Proceso de Reorganización Nacional que adoptó la desaparición de personas como método de gobierno ha tenido, por fin, su victoria política. Ahora es posible cruzarse en la calle con ese gentil caballero que, dicen, es el general Videla. En cualquier whiskería usted tropezará con el bueno de Roberto Viola. Mario Firmenich podrá retomar el diálogo nacional y popular que los montoneros solían esbozar con Massera bajo el aliciente de la picana y el submarino. No olvide saludarlos y desearles un feliz Año Nuevo: ellos están ahí para que por fin hagamos las paces.
Lo peor de Menem no es que se preste con diligencia a hacerle los mandados a un grupo de malandras de baja calaña. El mayor daño que le ha hecho al país es legitimar la idea de que un candidato puede prometer cualquier cosa y hacer otra diametralmente opuesta. Ayer, Pasquini Durán citaba en este diario algunos párrafos del libro Argentina ahora o nunca, donde el ahora Presidente aseguraba: 'Consideramos a la tortura como un delito aberrante, no justificable mediante la obediencia debida'. Esa era la opinión del cordial doctor Jeckyll antes de convertirse en el monstruoso mister Hyde.
La legalidad y la legitimidad se han disociado y el país vive la continuación del Proceso por otros medios. Menem es producto y esencia de la frivolidad argentina. Lo votó, bajo engaño, casi la mitad del electorado y aunque su retrato desaparece de gomerías y almacenes se lo ve cada vez más en las gerencias donde se decide el destino del dinero, no el del país.
La dictadura ha ganado y así estamos: un presidente desbordado por la corrupción y las leyendas negras, una clase dominante insaciable y feroz que por primera vez maneja a todos los payasos del circo, una Justicia hecha a medida, una opinión pública impotente, ganada por una inmensa fatiga moral.
Esta es la paz de los cementerios. Una calma rabiosa y desesperada. Los criminales son perdonados por un católico tardío y de apócrifo Evangelio. Nadie hará aparecer a los desaparecidos ni resucitará a los muertos. Menem ha abierto de nuevo las viejas heridas, ha quebrado el endeble equilibrio conseguido en estos años difíciles, ha convocado a los peores demonios y las recurrentes pesadillas vuelven a agitar el sueño de los argentinos. El juicio político, también previsto en la Constitución, tardará en llegar o quizá no llegue jamás. Entre tanto, otro clamor indignado se levantaba ayer en todo el mundo civilizado para condenar una arbitrariedad que atenta contra la vida, la paz, la justicia y la dignidad humana. Carlos Menem acaba de entrar en el séptimo círculo del infierno y no habrá Dios que lo rescate ni persona que lo compadezca; allí, en el Vestíbulo de los indiferentes, lo esperan el Dante y su Comedia.

'Yo, que de horror sentíame embargado,
dije: Maestro, ¿cuál es ese ruido?
¿Qué gente, qué dolor la ha golpeado?
Y él a mí: De las almas que han vivido
de modo que ni el bien ni el mal hicieron
brota este triste y mísero alarido'”
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El indulto en un informe de la Televisión Española




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