17.5.10

Dictadura 1976-1983

VIDELA SE REÚNE CON ESCRITORES

El miércoles 19 de mayo de 1976 el general Jorge Rafael Videla almorzó con destacados escritores argentinos. El encuentro con el dictador generó una discusión sobre el papel de los intelectuales en el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Texto completo de Un franco diálogo con Videla sobre problemas de la cultura y el espíritu. Se incluye fragmentos del recuadro Un purgatorio para Borges y la prensa, entrevista de Martín Müller. Ambas notas fueron publicadas en el matutino La Opinión el 20 de mayo de 1976.





"Ayer al mediodía, como estaba previsto, se realizó un almuerzo en la Casa de Gobierno ofrecido por el presidente de la Nación, teniente general Jorge Rafael Videla, a un grupo de escritores argentinos, al que asistieron el sacerdote Leonardo Castellani, Ernesto Sábato, Jorge Luis Borges y Horacio Esteban Ratti, presidente de la Sociedad Argentina de Escritores.
La prensa nacional y extranjera se preocupó por recoger las expectativas con que concurrían a la singular invitación diversas personalidades de la vida literaria argentina. Así Jorge Luis Borges, 77 años, presionado por el periodismo atinó a decir: 'Yo, simplemente, contestaré lo que me pregunten. Soy tímido y, ante tanta gente importante, seguramente me sentiré abochornado'. Pero, por lo que trascendió, finalizado el almuerzo, el autor de El Aleph, discurrió largo y tendido sobre sus cuatro meses recientemente pasados en los Estados Unidos.
El almuerzo, que comenzó alrededor de las 13 horas y que da la impresión de establecer una costumbre presidencial de los miércoles, día elegido para reunirse con especialistas del quehacer nacional -hasta el momento han concurrido a estos encuentros pluralistas científicos y diplomáticos- tuvo lugar en el comedor privado de la Casa de Gobierno. Con anterioridad, los escritores y a medida que llegaban, eran invitados a pasar al despacho del jefe de Gobierno donde se les ofreció jugos de frutas, jerez o whisky, de acuerdo a la preferencia de cada uno. Una vez presentes todos los convocados, se pasó al comedor. Ya en la mesa, el padre Castellani, de 77 años, fue ubicado a la derecha del presidente de la Nación. A la izquierda del teniente general Jorge Rafael Videla se sentó Ernesto Sábato, 65 años. Del otro lado, tomó asiento Borges flanqueado por Ratti, 73 años, y el general Jorge Villarreal, secretario general de la Presidencia.
'Cuando comenzó la comida -recordó Ratti- ya todos habíamos perdido la tensión inicial. El Presidente desde un primer momento me impresionó muy bien al destacar que habíamos sido invitados para que los escritores pusiéramos el hombro en este nuevo rumbo del país. La comida comenzó entonces con budín de verduras, puntas de espárragos, salsa blanca y golf. Después y mientras tomábamos excelentes vinos servidos de botellas envueltas en su conveniente servilletita blanca, se pasó a los ravioles con una salsita de tomates. A los postres llegaron ensaladas de frutas con dulce de leche o crema, según los gustos. Finalizamos con café'.
En relación a los temas conversados el sacerdote Castellani se preocupó, como ya había adelantado a la prensa, por el escritor 'Haroldo Conti, un cristiano que fue secuestrado hace dos semanas y del que no sabemos nada'.

Por su parte, Sábato, al abandonar la Casa de Gobierno, acompañado por Ratti y Castellani, entabló un breve diálogo con los hombres de prensa en la explanada de la Casa Rosada que da sobre la calle Rivadavia. Dijo que por razones de cortesía dejaba lugar a que primero informara en extenso la Secretaría de la Presidencia. 'Sólo puedo adelantar -agregó- que se habló durante dos horas de temas espirituales, culturales e históricos. Hubo un altísimo grado de comprensión y respeto mutuos. En ningún momento la conversación descendió a la polémica literaria o ideológica. A pesar de ello, tampoco incurrimos en el pecado de caer en la banalidad. Cada uno de nosotros vertió, sin vacilaciones, su concepción personal de los temas abordados'.
Ratti había ofrecido al presidente de la Nación y en principio éste había aceptado, hacer entrega del Gran Premio de Honor de la SADE. También se confirmó la buena receptividad gubernamental para la pronta reglamentación de la Ley del Libro, la designación de agregados culturales en embajadas, y el posible nombramiento de asesores culturales en radios y canales de televisión, así como la necesidad de implementar una ley del idioma nacional -existe una similar ya en Francia- para controlar su uso por los medios de comunicación.
'He visto a un presidente -terminó afirmando Ratti- preocupado por su responsabilidad y necesitado de compartir y escuchar opiniones'.


Un purgatorio para Borges y la prensa (recuadro)

"Ayer a las 17, la casa de Jorge Luis Borges fue adquiriendo gradualmente una atmósfera dantesca. Pequeños grupos sucesivos de periodistas fueron lle­gando y retirándose, apenas iban entendiendo que el castigo les había alcanzado.
Por el lado de los periodistas, el 'castigo' consistió en descubrir que, pese a toda su experiencia, sus astucias, sus rodeos y adulaciones, el interrogado no tenía ganas de hablar del almuerzo al que fue invitado por el presidente.
Con máxima cortesía y serena obstinación, el dueño de casa invitaba a sus tenaces visitantes a conversar de cualquier tema, menos el que interesaba a sus interrogadores. Por el lado de Borges, el 'castigo' consistió en las repetidas vueltas al punto omitido. Aun los colegas que con buena fe se sintieron tentados a escuchar otros tópicos, bruscamente recordaron el apremiante motivo de la visita y reiteradamente volvieron a la carga.
Flashes fotográficos y grabadores en marcha sólo sirvieron para subrayar la inutilidad del esfuerzo. En resumen, los argumentos de Borges fueron claros. El ya había dicho que no podía dar consejos. A lo largo de su vida ya había conversado con dos gobernantes: los presidentes Lonardi y Aramburu. Esta vez, la tercera, fue invitado a almorzar por el general Videla. 'Fue una conversación agradable. Yo hablé muy poco. Le agradecí al Presidente por la salvación de la patria. El escuchó todo con mucha cortesía y mucha atención'.
Cuando se le preguntó qué habían dicho los demás escritores, Borges dijo que Sábato había estado muy elocuente, pero que de todas maneras era más eficaz preguntárselo a ellos.
Un ejemplo de cómo le ha ido a este redactor fue el siguiente diálogo:
L.O.: -¿Qué piensa de la utilidad de un escritor, bajo cualquier tipo de gobierno, al margen de su destino como escritor?
J.L.B.: -Yo creo que un escritor argentino, con una posición política bien clara: comunista, nacionalista, peronista, hitlerista, sólo expresa opiniones que nada tienen que ver con la actividad literaria ni con la estética. ...Ahora he estado en Estados Unidos y he dictado cursos sobre literatura argentina. Hablé sobre Hernández, Lugones y otros. He revelado esas joyas americanas y creo que fui útil. He tratado de hacer mi obra y de esa manera ser útil a la patria.
L.O.: - Ya que usted habla de utilidad, ¿el arte, la literatura, se pueden calificar de útiles?
J.L.B.: -Yo creo que no. Creo que tienen un fin hedónico, yo creo que son formas de placer.
L.O.: -Si dar felicidad con el arte es una forma pública de ser útil, ¿ser invitado y hablar con un gobernante no podría ser también una forma tan pública de utilidad como la literatura, por ejemplo?
J.L.B.: -Yo creo que, en este caso, el gobierno tiene una serie de problemas inmediatos y no creo que pueda mejorar ejerciendo teorías sobre fines muy lejanos.
L.O.: -A usted siempre le interesaron las utopías. ¿Qué pasaría con una sociedad contemporánea -hoy- en cualquier país, en donde los gobiernos o el Estado les hicieran mucho caso a los escritores?
J.L.B.:-Sería absurdo. Yo creo que el escritor es una persona general que ha aprendido un oficio. Un escritor, un poeta saben expresar emociones, pero es un error suponer que pueda dar buenos consejos a un gobernante.
L.O.: -Consejos, no. Pero se supone que el escritor tiene el hábito del pensamiento, de las funciones del espíritu y de la moral.
J.L.B.: -En mi caso, no creo que esos hábitos estén dirigidos por la política, que no me interesa.
L.O.: -En tiempos de un régimen que ya no existe, que era para usted particularmente oprobioso y denigrante, ¿si le hubieran requerido un consejo, lo hubiera dado?
J.L.B.: -Les hubiera ido a aconsejar que renunciaran. Pero no sé si soy, bastante valiente.
L.O.: -Sin embargo, es un hecho público y reconocido que usted nunca ha ocultado sus opiniones, lo que no deja de ser, a veces, un acto de coraje personal.
J.L.B: -Ese es un asunto de ética elemental. Cuando yo supe quién había ganado las elecciones renuncié a mi cargo."


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