23.6.12

Ciencia

MUERE EL CAPITÁN COUSTEAU
Hace quince años, el 25 de junio de 1997 falleció el capitán Jacques Cousteau. Marino, investigador y explorador francés, fue uno de los pioneros de las filmaciones de la vida submarina y de la protección del medio ambiente. Durante años Cousteau difundió sus investigaciones a través de más de un centenar de películas. Su segunda visita a la Argentina, en tramos de En la ruta de la ballena azul, nota de Andrés Oppenheimer publicada en la edición internacional de la revista Siete Dias, nº 16 del 18 de diciembre de 1972.






“Después de cuatro días de navegación, el Calypso arriba al golfo de San José. La expectativa es enorme: de un momento a otro puede asomar alguna ballena y es preciso evitar una colisión que sería trágica. Por otro lado, Falco, François y otros dos marineros provistos de catalejos se encargan de observar atentamente la costa: en algún lugar se encuentra el campamento levantado por Philippe Cousteau -el hijo del comandante de la troupe-, quien está filmando allí con ocho hombres desde hace dos semanas y espera la llegada del buque para reforzar su plantel y sus equipos. Por suerte, trascurre mucho tiempo hasta que uno de los tripulantes divisa a lo lejos el anaranjado chillón característico de las carpas grupo y la nave gira, sobre sí misma para dirigirse a todo vapor hacia ese lugar de la costa. Cuando faltan poco menos de 3 kilómetros para llegar a la ribera, el Calypso reduce bruscamente su velocidad: casi a ras del agua, dos Zodiacs -poderosos botes de goma con motor fuera de borda- vienen a su encuentro y los hombres se saludan a pesar de la densa cortina de agua que los cubre. Después de intercambiarse algunos abrazos y rendir cuenta de las informaciones de mayor urgencia, todos comienzan el duro trabajo de desembarcar los equipos de buceo, elementos de filmación y un sinfín de bultos con ropas y materiales de trabajo. Una vez en tierra, Cousteau aconseja que todo el mundo descanse: el día siguiente estará íntegramente dedicado a la filmación de las ballenas y se perfila, por lo tanto, como una jornada agotadora. A las 7 de la mañana todo el campamento se despierta por el fuerte ronroneo del helicóptero, cuyo motor acaba de ser puesto en marcha. En efecto, el aparato despega todos los días algunas horas antes de la partida de los botes para sobrevolar la zona, localizar los animales y luego comunicar por radio su ubicación exacta. Así, con los datos en mano, los intrépidos cineastas se enfundan en sus pintorescos trajes de buzos y se improvisan dos equipos para abordar los Zodiacs: el primero, capitaneado por Cousteau Jr., está integrado además por un fotógrafo submarino, un sonidista y un piloto; en el otro toman asiento un fotógrafo de superficie, un piloto y los dos enviados de Siete Días. De inmediato, los rugientes fuera de borda de ambos botes toman envión y las embarcaciones galopan entre las olas hacia el punto indicado. El suspenso es cada vez mayor, y nadie pronuncia una palabra hasta que se vislumbran, a unos 200 metros, dos impresionantes lomos de ballena. Las dimensiones del codiciado mamífero no pueden menos que hacer palidecer a cualquier espectador desprevenido: la ballena gris, única especie que se parapeta en el golfo, llega a medir 20 metros de largo y su peso alcanza las 100 toneladas. 'Es el animal más grande que jamás existió sobre la Tierra -acota uno de los tripulantes, mientras el bote continúa su marcha cada vez más lentamente hacia el objetivo-.' Pero todas las leyendas que las pintan como sanguinarias y enemigas del hombre son puras mentiras: no comen otra cosa que las plantitas y animalitos del fondo marino y son, de por sí, muy asustadizas.' Precisamente, para evitar que la pacífica pareja emprenda la huida -alarmada por el ruido de los motores-, el conductor desconecta su fuera de borda y ambas embarcaciones se acercan a remo. Ya casi al borde del tremendo islote viviente, Cousteau y dos de sus compañeros se tiran al agua cargados de filmadoras, medidores y lámparas. No hay tiempo que perder: normalmente, hasta el más despabilado acuanauta tarda alrededor de 5 segundos en percibir claramente el panorama una vez debajo del agua, y no es raro que -en ese mismo lapso- la ballena aproveche para escapar a toda velocidad. Para colmo, las cámaras submarinas sólo tienen capacidad para filmar durante dos minutos continuados bajo el agua, o sea que tampoco resulta posible registrar la evasión nadando indefinidamente detrás del ejemplar. Como era de esperar, pocos instantes después de la inmersión de los cameramen el binomio comienza a desplazarse. Cousteau, a su vez, nada apresuradamente hacia la superficie, se quita la luneta y ordena a su piloto que arponee a uno de los animales con un dardo especial, que se fija a la piel pero no lastima mayormente a la bestia. La misión no es fácil de cumplir: la pieza elegida avanza a una velocidad de alrededor de 10 nudos y sus flancos -el único (sector donde puede penetrar la flecha con firmeza y sin riesgos- están casi sumergidos. Sin embargo, el hombre acierta en su tiro y la ballena, poco más que molesta, se hunde en las profundidades del mar. Ahora el ejemplar es fácilmente detectable, ya que el hilo de nylon atado en uno de los extremos del arpón enclavado en su cuerpo permite seguirlo sin mayor dificultad. Según las marcas del cordel -a cada 100 metros cambia de color para facilitar la medición de las distancias- se ha detenido a unos 800 metros del Zodiac. Ambas embarcaciones entran en acción y comienzan a seguir la pista hasta dar con el evasivo modelo. Esta vez, el único en bajar es el sonidista: su hidrófono, una prolongada vara metálica similar a los micrófonos convencionales, es sumamente sensible al menor ruido bajo el agua y, por ende, captaría con mayor fidelidad los sonidos de los buzos al respirar que la propia voz de la ballena. Casi a 2 metros de profundidad, el técnico en acústica subacuática realiza un peculiar reportaje a su entrevistada, y logra mantenerla consigo durante varios minutos.
(…)

Jacques-Yves Cousteau: el ojo submarino (recuadro)
Indiscutiblemente, pocos como él pueden vanagloriarse de conocer mejor que nadie el fondo de los mares. Es que Jacques-Yves Cousteau (62, dos hijos) cuenta en su haber con riquísimas experiencias subacuáticas de la época en que servía a la Marina francesa y una producción privada de alrededor de 50 películas y más de una docena de libros sobre el tema -entre ellos, la recordada obra El mundo del silencio- que han sido traducidos a todos los idiomas y no terminan de reeditarse. Actualmente a cargo del Museo Oceanográfico de Monaco y secretario general de la Comisión internacional para la Exploración Científica del Mediterráneo, Cousteau mantuvo -durante su reciente viaje hacia las costas patagónicas- el siguiente diálogo con Siete Días:
-¿Usted se considera un investigador científico o, más bien, un cineasta especializado? -Yo me creo un poco de las dos cosas: es muy difícil precisar los límites de cada una de esas funciones. Aunque la comparación parezca algo burda, nosotros hacemos lo mismo que los juglares de la Edad Media: presenciamos algo y lo comunicamos a toda la gente que no tuvo la posibilidad de verlo. Y lo hacemos con la mayor simplicidad, para que sea accesible a todo el mundo.
-¿Cuanto cuesta cada una de sus películas? -Muchísimo. Calcule que tan sólo la manutención del Calypso requiere 2.500 dólares por día. Sangre caliente en los mares fríos, que es el film que estamos rodando aquí, nos saldrá casi 2 millones y medio de dólares.
-¿De dónde provienen los fondos para la realización del film? -De mi bolsillo, pero tenga en cuenta que mis películas son compradas por las principales cadenas de televisión de Estados Unidos y Europa. En total, tenemos un rating de alrededor de 150 millones de espectadores por película.
-O sea, un negocio redondo... -No crea: hay obras que tienen un éxito increíble y otras que dejan pérdida. Lo principal en esto es no ser calculador sino hacer las cosas con amor. La vida debajo del agua es inmensamente rica y se tratar de un universo totalmente nuevo para el hombre. Nosotros encaramos cada misión como un intento más de realizar nuevos descubrimientos.
-¿Qué atractivo especial tienen las ballenas de las costas argentinas? -En primer lugar, la ballena gris está prácticamente extinguida: los de aquí son los últimos ejemplares del mundo. Además, ésta siempre fue la ballena más codiciada. Los cazadores de los siglos XVII y XIX la llamaban Right whale (ballena correcta), porque era la única especie que flotaba después de muerta. Esto era importantísimo, ya que podían carnearla en el mar y se ahorraban el trabajo de remolcarla hasta tierra firme.
-Un vespertino anunció que usted iría en busca de un submarino alemán hundido durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Es cierto eso?
-Es la primera vez que escucho eso. Me causa mucha gracia. ¿Acaso esperaban que confunda a una ballena con un submarino?”

La leyenda del lago Titicaca, episodio de El mundo submarino de Jacques Cousteau







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