17.5.12

Espectáculos

TANGUITO: EL PRIMER MITO DEL ROCK NACIONAL
El 19 de mayo de 1972 falleció ‘Tanguito’, uno de los pioneros del rock argentino. Autor de una breve obra artística, su turbulenta vida y su muerte a los 26 años lo convirtieron en el primer mito del rock nacional. Su historia, en fragmentos de Tanguito y su amor de primavera siguen dando vueltas y vueltas, nota de Marcelo Figueras publicada en el diario La Razón el 16 de septiembre de 1985.






   “Hablar de Tanguito es fácil, porque está muerto. A partir de un disco, una docena de fotos familiares y un nicho en el cementerio de San Martín, hilar un mito es tan tentador como sencillo. Para eso están los profesionales, los forjadores de leyendas; oportunistas, necrofílicos y periodistas, personas distintas a veces reunidas bajo un solo nombre. Tanguito es ideal para ellos, lo tiene todo: un origen lumpen, la marginalidad asumida como modus vivendi, poesía y voz personales, una creatividad sólo limitada por la muerte. Y la muerte misma: la que se inyectaba en las venas, la que venía en pastillitas de colores, la que lo empujó bajo las ruedas de un tren el 19 de mayo de 1972. Iba solo. Eran las 11 de la mañana.
   Había otro interesado en hacer de Tanguito una leyenda, y era él mismo. Entre el cabecita negra original y sus vagas aspiraciones personales mediaba un abismo: fue entonces Tanguito, Donovan el protestón, Ramsés; fue entonces el rocker -riguroso cuero negro y Tutti Frutti a la Little Richard-, el trovador, el profeta, el delirante. Todos alias que arrojaba sobre sí mismo para olvidar que se llamaba...
   José Alberto Iglesias, nacido el 16 de setiembre de 1945 en el Hospital de San Martín, hace hoy exactamente cuarenta años. Hijo de José Iglesias -trabajador de feria- y Juana Iglesias, ama de casa. Primaria en el colegio La Merced de Caseros; primer año de secundaria en un industrial de San Martín. Hasta allí llegaron los libros: pudo más la guitarra, lo ganó el rock and roll. A los 16 años se unió al que habría de ser su primer grupo, Los Dukes: pese a su corta edad, los pibes de Mataderos le vieron pasta y lo engancharon como cantante. José Alberto Iglesias alcanzó entonces a grabar algunos temas para Music Hall, entre ellos Maquillada, Carnaval carnaval y Mi pancha. Dicen algunos que registró incluso Paralizado, el tema de Elvis Presley, pero en castellano. Un simple que jamás salió a la venta, de acuerdo a los archivos de la compañía grabadora.
   Luego vinieron Las Sombras, una banda en la que tocaba la guitarra Nacho Smilari. Horacio Martínez lo escuchó por vez primera en un baile del barrio de Flores, allá por 1964. Martínez fue el nexo entre Josecito -al que algunos irónicos de Caseros habían rebautizado Tanguito- y un tal Mauricio Birabent, más conocido como Moris. Por aquellos tiempos Moris era de los pocos tipos que hacían rock en castellano: la comunión con Tango fue instantánea, y ambos llegaron juntos a La Cueva. (...) En 1964 era La Cueva, un sótano donde solían juntarse músicos de jazz y zapar, improvisar hasta que el cuerpo y la mente dijeran basta. Pero hacia fines de ese año los jazzeros vivían su eclipse, mientras que los devotos del rock buscaban un lugar donde recalar. Poco a poco se Iban colando Litto Nebbia e incluso Sandro, por entonces fan de Elvis.
(...)
   'Por aquel entonces comenzó la etapa del naufragio', recuerda hoy Pipo Lernoud, poeta y periodista, actual director de la revista Cantarrock. 'Pasábamos juntos días enteros, a menudo sin dormir más que un par de horas: yirábamos por plazas y bares, cantando nuestros temas pacifistas. En general alguien se enroscaba, y comenzaba una discusión que duraba horas. En ésa estábamos Javier Martínez -luego baterista de Manal-, Litto, Pajarito Zaguri, Miguel Abuelo y tantos otros. Gran parte del tiempo lo pasábamos en La Perla del Once, un boliche gigantesco ubicado en la esquina de Rivadavia y Pueyrredón. La parte delantera estaba ocupada por los que se limitaban a tomar café, más al centro se movían los estudiantes, y en el fondo copábamos nosotros. Armábamos una trinchera, donde más de uno juntaba cuatro sillas y se echaba a dormir'. Precisamente en el baño de La Perla nació el primer éxito del rock nacional: La balsa. Tanguito deliraba, guitarra en mano, mientras hacía uso del inodoro. A Litto Nebbia, que se hallaba en la zona de los mingitorios, le gustó una frase de las que Tanguito desgranaba: 'Estoy muy solo y triste acá, en este mundo de m...'. Entre ambos la terminaron, en colaboración, como por entonces era tan común.
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   Nunca dejó de ser un pibe de la calle. La era de los náufragos fue demasiado para él: llegaron las drogas, y jamás logró zafar de su abrazo. 'Fue un período de locura muy grande, Sin embargo todos tuvimos algún elemento que nos permitió superar esa crisis: Moris se sumergió en su trabajo, otros viajamos, otros recurrieron a amigos o familiares. El único desamparado era Tango. Sus viejos lo perseguían, lo trataban como la escoria de la familia. Lo que para nosotros fue una etapa de tránsito, para él fue la barrera final', dice Pipo Lernoud.
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   En 1970 la jeringa era ya una compañera inseparable. Se inyectaba con lo que hubiera. Es entonces que el productor Jorge Alvarez -uno de los capitostes del sello Mandioca- paga varias sesiones de grabación para que Tango registre un LP. Los diálogos entre banda y banda de ese disco reflejan el estado de su reviente: '¿Está Paloma por ahí? Que me den un GenioI, que me agarró un dolor de muelas increíble'. El resultado final sirve apenas como documento, ya que no refleja sino pálidamente lo que había llegado a ser Tanguito años atrás. Lo más cercano al Tango real es un simple que sacó en 1966, con La princesa dorada en la cara A y El hombre restante en la B. Cuando grabó el LP era poco más que una sombra. Vagaba todo el día de un lado a otro, se tiraba un rato en La Giralda, pedía dinero. Pipo Lernoud conserva aún hoy esta frase anotada en uno de sus cuadernos: 'Hay que ir a la comisaría a ver cuáles son los cargos que hay contra Tanguito'. (...) 'Era consciente de su extravío, pero sentimental como un animal. Cuando cantaba, te erizaba la piel'. es el testimonio de Miguel Abuelo.
   Se ignora si se cayó, se tiró o lo empujaron bajo las ruedas del tren. Lo concreto es que estaba muerto -nicho 73-, y que fue entonces cuando Alvarez decidió editar su disco. La leyenda recién comenzaba: ¿por qué no apuntalarla?”

La princesa dorada, por Tanguito


Documental sobre su vida







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