11.5.12

Espectáculos

A 25 AÑOS DE LA MUERTE DE RITA HAYWORTH

El 14 de mayo de 1987 falleció Margarita Cansino, más conocida como Rita Hayworth, una de las más destacadas estrellas de la era de oro de Hollywood. Símbolo sexual de su época, así la recordaba Ricardo García Olivieri en su nota Hace 70 años nacía Rita Hayworth, publicada en el diario Clarín el 17 de octubre de 1988.



“'There never was a woman like... Gilda!' ('¡No ha existido nunca una mujer como Gilda!') sostenían los anuncios de la época. Tenían, y tuvieron, razón.
Porque la incandescente Rita Hayworth, que hoy cumpliría setenta años y cuya película más célebre fue la mencionada, resultó un fenómeno de popularidad con respecto al cual las generaciones actuales difícilmente puedan darse una idea. No solo por el tiempo transcurrido. Por otras razones también.
Auténtica diva entre las que en la pantalla han sido, ella no tuvo la suerte -que en ciertas creencias consideran atributo de los buenos y de los dioses- de morirse joven. Ni tuvo la habilidad, a lo Greta Garbo o a lo Bette Davis, de preservar su imagen, ya envuelta en el misterio, como la primera, ya enaltecida por el trabajo incesante, como la segunda.
Su fallecimiento a los 68, el 15 de mayo del pasado año, la encontró convertida en una verdadera ruina, que desde hacía más de una década venía paseando por todo el mundo los harapos de su gloria a cambio de migajas que le permitieran sobrevivir. Ante tales circunstancias, ¿cómo aceptar la verdad diferente que proclamaban polvorientas crónicas?
Así era, sin embargo, y la auténtica Rita Hayworth nada tenía que ver, en el fondo, con aquel fantasma de sí misma, sino con el mito sexual por excelencia de la posguerra, cuidadosamente alimentado por la propia estrella y sus 'inventores'. El que forzó a tantos ciudadanos jóvenes del mundo a padecer incontables visiones de Sangre y arena (Blood and Sand, rodada en 1941 por Rouben Mamoulian sobre la novela de Blasco Ibáñez) solo por verla convertida en Doña Sol. Se la gozó luego, flotando junto a Fred Astaire, en Bailando nace el amor (You were never lovelier, una de las versiones extranjeras de Los martes, orquídeas, dirigida por W. A. Seiter en 1942) y deslumbrando más que nunca, gracias a Rudolph Maté, quien a partir de allí sería su fotógrafo preferido, en Las modelos. (Esta película, realizada en 1944 por Charles Vidor, tenía por título original el de Cover Girl... ¡y vaya si eso era cierto! En los dos años anteriores, Rita Hayworth había sido, veintitrés veces, 'chica de tapa' de diferentes revistas norteamericanas).
Nacida en el barrio neoyorkino de Brooklyn el 17 de, octubre de 1918 como Margarita Carmen Cansino, llevaba el secreto del baile en la sangre: su padre, Eduardo Cansino o 'el famoso Eduardo', era un renombrado bailador español; su madre, Volga Hayworth, integró el Ziegfeld Follies hasta que papá formó una compañía familiar, 'The Dancing Cansinos', de la que ella, desde niña, formó parte. Afincado en Hollywood, primero con su propia academia, y luego como coreógrafo de la Fox, Eduardo fue quien la introdujo en los estudios. Y ya nada la detendría hasta que llegó a la cúspide, tanto en el cine como en la vida. Sus casamientos con el 'niño terrible' Orson Welles y con el Alí Khan redondearon lo que los filmes habían comenzado, y la convirtieron en la actriz más popular de su tiempo.
De manera que, contra lo que suele creerse hoy día, cuando en 1946 hace Gilda -que resultará, en efecto, su película más famosa- ella ya es largamente célebre. Es más, Gilda nace un poco a los apurones (y se le nota) como proyecto que la empresa Columbia puso en marcha no bien Hayworth, que había pasado veintitantos meses haciendo de ama de casa y criando a Rebecca, la hija que tuvo con Welles, resolvió volver a los estudios.
El filme, cuya acción transcurre en una improbable Buenos Aires (improbable, más por las montañas circundantes y el acento mexicano de los lugareños, que por los agentes nazis que resultan los villanos) fue dirigido también por Charles Vidor y entre sus principales atractivos figuran la bofetada que Glenn Ford propinaba a la estrella, y dos canciones -Put the Blame on Mame y Amado mío- que Rita Hayworth cargó de imágenes sensuales pero que, como siempre, no cantó. La actriz, en efecto, era habitualmente doblada en sus canciones, aunque ello -como no se podría hacer hoy, por cuestiones laborales- siempre fue cuidadosamente ocultado por sus productoras.
Antes y después de Gilda, Rita Hayworth intervino en otras películas, entre las más de cincuenta que filmó, que van de lo bueno a lo excelente: Solo los ángeles tienen alas (Only angels have wings, 1939} de Howard Hawks; Antes que me muera (Angels over Broadway, 1940) de Ben Hecht; Seis destinos (Tales of Manhattan, 1942) de Julien Duvivier; Esta noche y todas las noches (Tonight and every night, 1945) de Victor Saville; y por supuesto La dama de Shangai (The Lady from Shangai, 1948) de Welles, son apenas algunas de ellas. Trabajar, siguió trabajando hasta que la salud se lo permitió, y de la única forma que conocía: entregándose entera.
Resultado de todo ello fue esa irrepetible mezcla de belleza y muerte, de realidad y ficción, llamada Rita Hayworth. Las bombas atómicas experimentales que explotaron en el atolón de Bikini llevaron impresa su efigie. Y en La burla del diablo (Beat the Devil, 1953), genial disparate de John Huston, Humphrey Bogart lograba salvar la vida tras convencer a un jeque árabe, admirador incondicional, que era amigo de la 'adorable Rita'.
Es que, como dijo alguna vez Orson Welles (el segundo de sus cinco maridos) ella fue 'una de esas mujeres de las que la cámara se enamora y convierte en inmortales'.”

Fragmentos de sus películas


Tramo de Gilda, ambientada en un inverosímil Buenos Aires tropical



Nota relacionada:
22-7-1990: A 20 años de la muerte de Manuel Puig, autor de La traición de Rita Hayworth



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