12.4.12

Espectáculos

NACE MARÍA LUISA BEMBERG
Hace noventa años, el 14 de abril de 1922 nació en Buenos Aires María Luisa Bemberg. Integrante de una familia de clase alta de Argentina, trascendió los límites sociales para desarrollar una carrera de cineasta. Su vida, en fragmentos de María Luisa Bemberg, una mirada sin velos, entrevista de Mónica Sabbatiello en la revista First de enero de 1987.






“Sólo sus ojos delatan el fuego que la anima.
Su cuna aristocráta, las 23 niñeras inglesas que la criaron, su caudalosa cultura y educación victoriana en el seno de una de las familias más ricas de la Argentina, labraron una personalidad que, a pesar de sí misma, es lejana, distante, algo fría. Pero es el velo que cubre a una de las creadoras acaso más apasionadas de la cinematografía nacional y a una mujer audaz, que osó criticar a su clase en los filmes y declarar su feminismo sin timideces.
No sólo hay fuego y pasión creadora en ella. Hay también un talento pensante, deductivo, minucioso. Huye del sentimentalismo como de la rabia, así como también de! uso de la inteligencia despojada de emotividad. Según su propia estimación: de una síntesis de intelecto y emoción surge su sensibilidad, la que sin duda caracteriza su obra.
Cuando habla, usa un lenguaje rico en sinónimos, metáforas y en expresiones oportunas, cuidadas, incluso poéticas. Allí es donde asoma su fibra sensible, a la que cubre, pudorosa, como a una desnudez del alma. Se percibe, frente a ella, este juego de contrastes, de luz y sombra, de ser y aparecer, de duendes o hadas que se asoman unos instantes y rápidamente se esconden.
Pero además es fuerte. Le gusta perfeccionarse, crearse a sí misma. Por eso tiene propósitos diarios que cumple. Lucha, quizás con fiereza, para obtener lo que desea: así venció sus vergüenzas para dar órdenes a técnicos y actores.
(…)

-¿Qué busca cuando hace cine?

-Expresarme, comunicarme con la gente.

-¿Qué es lo que más le interesa comunicar?

-Me interesa movilizar al público. Me gusta pensar, que salen diferentes de la sala de cine. Hacerlos reflexionar, emocionarlos, hacerlos reír o llorar, pero fundamentalmente hacerles descubrir en ellos mismos cosas que ignoran. Casi nada ¿no?

-¿Cuáles son sus miedos?

-Creo que el gran miedo esencia! del ser humano es a la muerte. A ése lo tengo más o menos manejado. Y el miedo a la soledad, al que también lo tengo amansado, como a un bicho. Le digo: ¡Cucha!, y ahí se queda y no molesta. Después, con respecto a mi trabajo, el miedo al fracaso. Me di cuenta que recién el día en que me sentí lo suficientemente fuerte como para soportar un fracaso eventual estaba preparada para filmar. Porque nunca se sabe. Todo el mundo quiere contar una bella y conmovedora historia y cuántos hay que fracasan. Entonces, si uno tiene miedo a fracasar no se puede hacer nada. Es paralizante.

-¿El éxito cambió su valoración de sí misma?

-No. Me resulta muy grato y reconfortante. Es muy agradable. Pero en el fondo no me modifica, no me marea para nada. Se me desliza un poco. (Recorre con las manos su cuerpo.) Creo que no tengo vanidad y entonces cierta notoriedad no me cambia.

-¿Cómo domesticó esa debilidad de! ser humano, la vanidad?

-Creo que por el hecho de haber nacido en un medio privilegiado la notoriedad es menos contradictoria que, de repente, para una persona que sale de una extracción más modesta, de un pueblo perdido y que llega y toma Buenos Aires, y cautiva a su público. Digo yo... modestamente, para no darme mayores méritos. Creo sinceramente que el éxito no me deslumbra ni me marea.
(…)

-Me gustaría que me describiera su atmósfera privada, particular. Su casa.

-Mi casa, si bien tiene cosas lindas, porque la he heredado de mi padre y de mi abuelo-, es simple. Es decir no tengo un salón sino un living. Como dijo Victoria Ocampo, cuando tradujo una pieza de Green: un living-room, un cuarto donde se vive. Entonces allí está la máquina de escribir, y libros apilados por todos lados. Siempre tengo flores, porque me gustan muchísimo. Tengo una terraza que mira el río y me mimo a mí misma tomando el desayuno afuera, al sol, un domingo. Las telas me gustan más bien rústicas, de colores lisos, suaves. No me atraen las estridencias y adoro el blanco, los grises claritos y los beiges. Me gusta una casa luminosa porque creo que tengo bastantes sombras adentro mío. Necesito mucho luz natural, toldos blancos, que sean armónicos. Creo que mi casa es muy armónica.

-¿Un lugar de Buenos Aires?

-El puerto, porque me gustan los barcos... están tan cargados de sueños y de aventuras. Y los barrios viejos, las callecitas, el barrio sur. Todo menos Barrio Norte, que si bien es más elegante, me resulta menos poético.

-¿Un paisaje?

-El campo, porque es el paisaje que me da paz y alegría. Y el mar.

-¿La mayor enseñanza que le dejó hasta ahora la vida?

-La humildad, creo. El saber que nada es demasiado importante y que todos vamos a morir y que tenemos que aceptar nuestra condición efímera, breve y bastante patética.”


Nota relacionada:
7/5/1995: A 15 Años de la muerte de María Luisa Bemberg






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