25.11.11

Derechos Humanos

ADOLFO PÉREZ ESQUIVEL CUMPLE 80 AÑOS
El 26 de noviembre de 1931 nació en la ciudad de Buenos Aires Adolfo Pérez Esquivel. Escultor, artista y docente, en los años 60 comenzó a militar en la defensa de los Derechos Humanos desde la propuesta de la no-violencia activa. En 1974 fundó el Servicio Paz y Justicia (Serpaj), y en 1980, tras estar detenido por la dictadura argentina, recibió el premio Nobel de la Paz. Tramos de su vida, en “La impunidad torna imposible cualquier proyecto democrático”, entrevista de Jorge Belaunzarán en la revista La Maga, nº113 del 16 de marzo de 1994.





   -¿Cómo vivió la etapa posterior al golpe de Estado del 76?
   -El golpe estaba anunciado. Nosotros veíamos que no era como los anteriores, había una metodología, una organización y un compromiso -no sólo de las Fuerzas Armadas- con una política global para América latina que promovían los Estados Unidos. Desde el Serpaj propiciamos contactos con los gobiernos de Europa y Canadá para gestionar visas para esos países. Nuestra principal tarea era explicar cómo se presentaba un hábeas corpus y dar información sobre qué organizaciones nacionales e internacionales prestaban ayuda.
   -¿A usted lo buscaban?
   -Desde un año antes yo tenía prevista una gira por Europa y los Estados Unidos para dar una serie de conferencias. Tenía que viajar el 29 de marzo de 1976 y hablé con los organizadores para suspenderla pero me dijeron que no se podía y que era conveniente que viajara para explicar qué era lo que estaba pasando acá después del golpe. Viajé y en mayo, estando en Suiza, me entero de que allanan nuestra sede y todos los integrantes del Serpaj -inclusive mi hijo- son llevados a la Superintendencia de Seguridad Federal. Se comienza una campaña internacional y los liberan. Nos vimos obligados a sacar a nuestros hijos del país.
   -¿Cómo fue su regreso a la Argentina?
   -Sabíamos que nuestro trabajo era más efectivo desde el continente, por eso, en agosto del 76 aproveché un ofrecimiento del obispo Leónidas Proaño, de Riobamba, Ecuador, y me fui a colaborar con él en su trabajo con los indios. A principios de ese mes en Ecuador se realizaba una reunión de obispos latinoamericanos a la cual asistí como asesor. El 12 de agosto un batallón del ejército ecuatoriano invadió la reunión y de pronto nos encontramos con una ametralladora en la cabeza. Nos llevaron a todos presos y junto con mi hijo mayor nos largaron en la frontera con Colombia sin pasaporte y sin dinero. Esto pone en evidencia cómo los servicios de inteligencia de los países que tenían un régimen dictatorial estaban conectados entre sí y realizaban acciones conjuntas.
   -¿A dónde tuvo que ir?
   -Regresé a la Argentina. No tuve problemas para entrar pero como tenía que renovar el pasaporte para hacer otro viaje, cuando fui al Departamento de Policía -el 4 de abril del 77-quedé detenido. Mi señora fue a reclamar y le negaron que yo estuviera ahí. El mismo día comenzaron las protestas del exterior y luego de dos días de estar desaparecido me blanquearon. Me llevaron al tercer piso, que había sido un centro de tortura, y la primera impresión fue ver las cruces svásticas y la palabra nazionalismo pintadas con los rodillos que se utilizaban para las impresiones digitales. Me acuerdo que muchas mujeres tenían terror de que las dejaran en libertad porque las largaban a las dos o tres de la mañana y como no sabían adonde ir, los militares aprovechaban para desaparecerlas de nuevo. Cuando podíamos les pasábamos alguna información para que no pasaran la noche en la calle.
   -¿Cuando recuperó su libertad?
   -El 5 de mayo de ese año me sacaron, me llevaron a una avioneta y me encadenaron en el asiento trasero. Ahí me tuvieron casi dos horas dando vueltas por el Río de la Plata. Yo sabía, por muchas fotos de cadáveres destrozados por los peces que me habían mostrado en Suiza, que ahí se arrojaban los cuerpos de muchos desaparecidos. Todavía no sé por qué, pero me llevaron a la Base Aérea de Morón y después de dos horas esperando en la avioneta me dijeron: 'Se salvó'. De ahí me llevaron a la Unidad 9 de La Plata, en donde me dejaron 14 meses.
   -¿Sabe quién intervino para que no lo mataran?
   -Sé que hicieron gestiones el senador estadounidense Edward Kennedy, la Conferencia Episcopal de ese país, el gobierno de Francia, el cardenal de París, Marty -quien se negó a dar la misa el 25 de Mayo a los representantes argentinos- y muchas organizaciones con las que trabajábamos en ese momento. Y también gente amiga como Joan Baez y Bob Dylan que protestaban constantemente. A todos esos movimientos Ies debo la vida.
   ~¿Su Nobel de la Paz fue como un premio a toda esa gente?
   -Me parece que más que a mi persona estaba destinado a llevar a la conciencia internacional el problema que estaba viviendo el pueblo argentino y el resto del continente.
   -¿Cómo reaccionó la dictadura?
   -Acá los medios primero decían que era brasileño, paraguayo y hasta chileno. Tal fue la censura que un periodista de una revista deportiva me hizo un reportaje sobre el deporte y la paz y al día siguiente se tuvo que ir del país porque lo habían amenazado de muerte. Cuando salió la edición de Newsweek con una entrevista que me habían realizado, la dictadura la secuestró. Así y todo, me contaron que en las prisiones hubo una fiesta tremenda y todos los detenidos empezaron a golpear con sus jarros y platos las paredes y los barrotes de los calabozos. El premio demostraba que la esperanza no había muerto y que la lucha por la justicia era posible.
   -Después de esa etapa, ¿cómo fue el reencuentro con la democracia?
   -Teníamos la esperanza de que no se perdiera la memoria. Cuando asumió Alfonsín todos apoyamos y nos dimos la cabeza contra la pared cuando comenzaron las traiciones. Cuando yo hacía huelga de hambre para reclamar justicia una madrugada vino a visitarme Carlos Menem. Ese período fue difícil porque nos dimos cuenta de que nuestro trabajo de oposición frente a la dictadura era más peligroso pero más claro. El pueblo sufrió una gran frustración. Ahora tenemos que rever nuestro trabajo y construir nuevos espacios de participación, para superar la impunidad que torna imposible cualquier proyecto democrático.”


Pérez Esquivel en imágenes


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